Margaret no podía quitarse de encima la sensación de inquietud mientras sostenía la tarjeta de visita en la mano. Siguió mirándola, preguntándose qué tipo de reunión sería y por qué parecía tan importante. Trató de alejar la idea de peligro de su mente, pero no podía ignorar la persistente sensación de que algo no estaba bien.Mientras estaba allí sentada, perdida en sus pensamientos, sonó su teléfono, interrumpiendo su línea de pensamiento. Ella respondió y, para su sorpresa, era Richard al otro lado de la línea.—Hola, Margaret. ¿Cómo estás? ¿Todo bien de camino a tu casa? —preguntó, su voz suave y amistosa.—Estamos bien, muchas gracias, aunque no debe preocuparse de más —respondió Margaret, con el corazón acelerado por el sonido de su voz.—Es de corazón, es porque me nace. Margaret se detuvo a analizar la situación. Richard había acudido a su rescate cuando más lo necesitaba, y no podía negar la admiración que sentía por él, aunque deseara alejarse y poner una rotunda distanci
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