Decidida a que no podía continuar con esa situación sentimental que se estaba gestando, Luisa optó por erigir una muralla de hielo, y algo de indiferencia, en su relación con Mario. «Es mejor así, antes de que alguien pueda salir perjudicado con esto, en especial Viviana, porque de mi relación con Mario podría depender que ella tenga o no un futuro. Si lo va a tener en la empresa de Mario, o en donde sea, es mejor que no esté cimentado en que yo tenga o no una relación sentimental con mi jefe», pensó Luisa momentos antes de ver a Mario ese día, cuando escuchó que ya se acercaba al vestíbulo, en donde ella y los trillizos lo esperaban.—Buenos días, señor —saludó Luisa, con la mirada inclinada.—Buenos días, Luisa —respondió Mario, algo extrañado de que la niñera lo siguiera llamando de esa forma—. Buenos días, niños. Vivi. ¿Están ya todos listos?—Sí señor, pero quería preguntarle, si fuera posible, que yo llevara a los niños en otros vehículo…—¿En otro? —preguntó Mario, interrumpie
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