De regreso en la mansión y después de traer solo lo más necesario, Pedro se encargó, junto con Diana, una mujer a la que Luisa y viviana no habían visto ese día, pero que trabajaba en la mansión como ama de llaves, de mostrar e instalar a las hermanas en la que sería su hbaitación y hospedaje por el próximo mes. Cuando Diana abrió la puerta de la alcoba y encendió las luces con un leve aplauso, las bocas de Luisa y de Viviana casi alcanzan el suelo y sus ojos el alto de la habitación, que llegaba incluso a ser más grande que el apartamento en donde vivían.—Esto es como la alcoba de un cuento de hadas —dijo Luisa cuando giró dos veces sobre sí misma, admirada no solo por el amplio espacio, sino también por cada fino detalle de la decoracion.—¿Mira, Lu, ya viste la cama? ¡Es inmensa! —gritó Viviana al tiempo que se lanzaba sobre el sueva y mullido edredón rosa que cubría la cama tamaño king que, para ella, no era otra cosa distinta a un gigantesco trampolín que, solo ocasionalmente, s
Leer más