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Todos los capítulos de La Niñera Novata: Capítulo 1 - Capítulo 10
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Una llamada del todo inesperada
Eran las cinco de la mañana de lo que parecía ser un día común y corriente en la vida de Luisa Sandoval, una joven de veinte años que el día anterior había decidido ofrecer sus servicios como niñera por medio de un anuncio en internet, cuando el timbre de su celular la despertó, después de haber estado sonando por algunos segundos. —TUTUTU TUTU TUTU —sonó por tercera vez el ringtone, con la pantalla encendida. Luisa se despertó asustada. Con los ojos todavía pegados por el sueño, logró entrever que se trataba de una llamada de un número desconocido. Dada la hora e insistencia de quien llamaba, consideró que podía tratarse de una emergencia. Contestó, con la voz todavía pesada por el sueño.—Buenos días, ¿hablo con la señorita Luisa Sandoval, la niñera?Animada por lo que podía ser una oportunidad que cambiara su vida para siempre, a Luisa le costó unos segundos asimilar que la llamada podía estar asociada con la publicación que había hecho el día anterior, después de subir un aviso
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Hola, soy Luisa, la niñera
El viaje hasta la mansión no fue tan demorado como el chófer le había hecho creer a Luisa con sus protestas sobre el tráfico y, en menos de treinta minutos, el lujoso vehículo estaba ingresando por la puerta de la propiedad, una gigantesca casa de dos plantas con un antejardín en el que trabajaban varios jardineros, hacía ronda un grupo de no menos de cinco vigilantes, cada uno con un perro de seguridad, y un mayordomo vestido como si hubiese salido de Downton Abbey y que, acompañado por otro señor, se apresuraron a recibir a la joven tan pronto el chófer abrió la puerta del vehículo.—Bienvenida, señorita Sandoval —dijo el hombre que acompañaba al mayordomo y que Luisa reconoció como Pedro Cardona, el secretario privado que la había llamado esa mañana—. Los trillizos ya están esperándola y me gustaría presentarla antes de que los acompañe al colegio.Con una sonrisa tímida y después de percatarse de la cara de extrañeza puesta por el mayordomo y el secretario privado al ver a su herm
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Un hogar con bastantes vacíos
El día en la mansión transcurrió con lentitud y Luisa aprovechó la mañana para repasar un pénsum preescolar, porque estaba segura de que, a la edad de los trillizos, ellos ya deberían estar aprendiendo a leer, o al menos debían estar muy avanzados en el tema, porque recordada que Viviana, a esa edad, debió aprender y fue un verdadero dolor de cabeza que lo consiguiera debido a que nunca conseguía concentrarse en la lección, salvo los casos en que no debía leer palabras, sino frases completas, lo que desconcertó a los tres profesores que tuvo en un solo año y que siempre la calificaron mal, pese a que Luisa les insistió en que algo debía estar operando en el cerebro de su hermana para que se le facilitara leer las palabras solo cuando venían unidas a otras.—Señorita —había dicho entonces uno de los profesores de Viviana—, me temo que el caso de su hermana es más grave de lo que parece y ni el mejor especialista logrará que algún día consiga leer. Quizá, si pudiera medicarla…Pero Luis
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Caras pintadas
Luisa tomó aire, porque sabía que lo que estaba por hacer le traería problemas. Encerrada en la habitación de los trillizos, con su hermana Viviana y los tres hermanos atentos al juego que estaban por iniciar, Luisa tomó las témperas con las que iban a pintarse la cara cada vez que alguno de los pequeños consiguiera leer el color que ella escribiría en el tablero. —Muy bien, vamos a empezar con uno sencillo que va a leer Vivi, para que entiendan la mecánica del juego, ¿están listos? Usando un tablero acrílico que encontró en la cocina y en el que María anotaba lo que cada día necesitaba, Luisa escribió la palabra “Azul”.—Muy bien, Vivi, ¿qué dice aquí?—Azul —dijo Viviana, orgullosa.—Perfecto, Vivi. Voy entonces a pintar tu cara de azul.Ante la mirada atenta y divertida de los trillizos, Luisa pintó la cara de su hermana de azul.—¿Quién quiere ser el siguiente? —preguntó Luisa cuando terminó de pasar la témpera por el rostro de Viviana.Los tres mellizos levantaron la mano y gri
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Contratada
Después de dar un beso en la frente a Javier, Jacob y Jerónimo, Luisa se despidió de los tres pequeños hermanos.—Recuerden siempre ser muy juiciosos, respetar y amar a su papá, comer todo lo que está servido en el plato y acordarse de lo que aprendieron en nuestro juego de hoy. —No sé si podré seguir amando a mi papá por lo que les ha hecho —dijo Javier.—Nosotras vamos a estar bien, no te preocupes —respondió Viviana, anticipándose a las palabras de su hermana mayor—. Pero no podremos estarlo si sabemos que no vas a seguir amando a tu papá después de que nos hayamos ido.Luisa sonrió al considerar que las palabras de su hermanita habían sido más que adecuados.—Está bien, lo seguiremos amando —dijo Jacob mientras cruzaba los brazos contra su pecho y arrugaba el rostro.—¿Vendrán algún día a visitarnos? —quiso saber Jerónimo.—Por supuesto que sí, pequeñito —contestó Luisa—. Pero antesm tendré que acordar una cita de juego con el señor Pedro.Con la intención de no prolongar más esa
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Medianoche en la mansión
De regreso en la mansión y después de traer solo lo más necesario, Pedro se encargó, junto con Diana, una mujer a la que Luisa y viviana no habían visto ese día, pero que trabajaba en la mansión como ama de llaves, de mostrar e instalar a las hermanas en la que sería su hbaitación y hospedaje por el próximo mes. Cuando Diana abrió la puerta de la alcoba y encendió las luces con un leve aplauso, las bocas de Luisa y de Viviana casi alcanzan el suelo y sus ojos el alto de la habitación, que llegaba incluso a ser más grande que el apartamento en donde vivían.—Esto es como la alcoba de un cuento de hadas —dijo Luisa cuando giró dos veces sobre sí misma, admirada no solo por el amplio espacio, sino también por cada fino detalle de la decoracion.—¿Mira, Lu, ya viste la cama? ¡Es inmensa! —gritó Viviana al tiempo que se lanzaba sobre el sueva y mullido edredón rosa que cubría la cama tamaño king que, para ella, no era otra cosa distinta a un gigantesco trampolín que, solo ocasionalmente, s
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Una nueva receta para el desayuno
Pese a lo cómoda y suave que era la cama, Luisa no pudo dormir de solo imaginar la vergüenza por la que pasaría en el momento en que volviese a ver a la cara a Mario Salazar, Y no solo por el hecho de que él la hubiese visto desnuda, tal cual vino al mundo, sino también porque había cometido el espantoso error de cerrarle la puerta en la cara en el momento en que él intentaba disculparse con ella, pero estaba no solo tan consternada si no preocupada de que Viviana pudiera despertarse, que no pensó con claridad y solo mandó la puerta para evitar que la voz de Mario pudiera interrumpir el sueño de su hermana.Poco antes de las 5 de la mañana, Luisa ya estaba en la cocina de la mansión, preparada para revisar lo que fuera que María le fuera a preparar a los trillizos.—La señorita Rebeca siempre insistió en que los trillizos debían desayunar algo nutritivo y saludable, así que me prohibía servirles el cereal de chocolate que tanto les gusta — dijo María mientras sacaba de la al
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Un tazón de cereal
De no haber sido por la algarabía de los trillizos, que estaban fascinados con el desayuno que les había preparado María, aquel habría sido un desayuno incómodo y muy silencioso, en el que Luisa y Mario se intercambiaban miradas que, cuando eran atrapadas por alguno, se esquivaban de inmediato. —Nunca había comido unos cereales tan ricos —dijo Javier con la cuchara levantada y escurriendo lo que no había alcanzado a llevarse a la boca.—Javier, hijo, por favor, tus modales —dijo Mario antes de llevarse la taza de café oscuro y que había pedido que le sirvieran cuandos se dio cuenta de que el delicioso olor, proveniente de la cocina, eran los cereales de sus hijos.—¿Tú porqué estás comiendo otra cosa, papá? —preguntó Jacob, provocando que su cuchara también escurriera algo del contenido de su desayuno en el suelo.—Niños, están haciendo un desastre en la mesa —dijo Luisa, algo ruborizada por el comportamiento de los trillizos—. Miren cómo Vivi tiene su puesto, ¿si lo ven? —Luisa seña
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Sopa de verduras (y otros importantes cambios a implementar)
El día transcurrió con normalidad y Luisa estuvo pensando, durante toda la jornada, en las últimas palabras de Mario, que parecía preocupado por la situación en la que se encontraba Viviana. «No sé si deba decirle toda la verdad», pensó Luisa cuando regresaba del colegio con los trillizos. «Igual, solo estaré en la mansión por un mes, así que no creo que sea mucho lo que Mario pueda hacer por mi hermana, así sus intenciones sean las mejores». Después de que los pequeños hubieran dormido una siesta y repasado las lecciones del colegio, en las que Luisa insistió, a través del juego de las caras pintadas, en que mejoraran su nivel de lectura con palabras de tres sílabas, María, la cocinera, se acercó a la habitación de los tres hermanitos, momentos antes de que anocheciera y fuera la hora del baño. —El señor me ha pedido que te consulte qué debería hacerles de comida a los trillizos —dijo María luego de ganar la atención de Luisa, que dejó a cargo de Viviana la atención de los pequeño
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Una charla en el estudio
Cuando Luisa ingresó al estudio, después de llamar a la puerta y escuchar la voz de Mario, que le indicó que podía seguir, se encontró en medio de lo que parecía ser una capilla individual, dedicada a la imagen de la esposa fallecida de su jefe. Hacia donde mirase, veía alguna fotografía de una mujer joven que sonreía, ya fuera acompañada por los trillizos cuando eran unos bebés, o de su marido. Solo en algunas estaba sola y no se le veía igual de sonriente, aunque era tan bella que incluso triste se debía ver hermosa. —Pasa, Luisa, ya te estaba esperando —dijo Mario con el ánimo de alentar los pasos de la joven niñera, que parecía estar intimidada por su presencia. —Gracias, señor —respondió Luisa acercándose al escritorio de Mario, una imponente mole de caoba, con la cabeza algo inclinada, en posición de respeto por la memoria de la mujer que ese lugar conmemoraba. —¿Ya los pequeños están dormidos? —preguntó Mario después de levantarse de la silla desde la que dominaba el estudio
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