Cuando entraron a la habitación de Carmina, Valeria no pudo resistir acercarse a la cuna que compartía los tres pequeños bebés de su cliente y después de cuchichearlos un rato, Valeria quiso levantarlos y recostarlos contra su pecho. Cuando sintió el calor y la mirada todavía arrugada del primer chiquito, se enterneció y conmovió tanto que no pudo evitar derramar algunas lágrimas.—¿Cómo va tu embarazo? —preguntó Carmina— Ya muy pronto tú también tendrás a tus pequeños, contigo.Pese a que sonrió, un fuerte escalofrío subió por la espalda de Valeria al ver la mirada que le dirigió Jaime, que había escuchado con claridad las palabras de Carmina.—¿Tus pequeños? —preguntó Jaime— Eso quiere decir, Vale, que no es uno, sino…—¡Son tres! —Se apresuró a decir Valeria— Estoy embarazada de trillizos, aunque podría haber un cuarto por ahí, escondidito. Solo estaré segura el día del parto.—¿Qué?, Pero… —balbuceó Jaime.—Está bien, ya se adelantó una de las cosas que también quería decirte ma
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