El solar era un gran espacio en el jardín trasero de la mansión, que parecía diseñado para la recepción de una boda de ensueño. Bajo el techo de un enorme kiosco de madera blanca, que parecía inspirado en la arquitectura de los elfos de la película de E Señor de los Anillos, el papá de Franco esperaba a que la pareja lo acompañara en el almuerzo que ya estaba servido. Sobre una mesa para doce comensales una fuente de plata rebosaba varias carnes de mariscos, crustáceos y pescados diversos, junto a una gran ensaladera de cristal que albergaba varios cortes de frutas y vegetales que estaban por desbordarse sobre una bandeja cubierta que, al ser destapada por el mesero, reveló una gran montaña de arroz blanco rodeada por una guarnición de papas en cascos.En sus veintitrés años de vida Valeria, nunca había visto tanta comida servida para solo tres personas y temió que todo lo que no se fueran a comer terminase siendo desperdiciado. Sin esperar a que uno de los meseros recorríase la si
Lo único positivo del almuerzo con el señor Carrizosa, fue que ya Valeria no necesitaba seguir pcultando su embarazo en la oficina. Esa mañana llegó vestida con una blusa negra y una falda solo una talla por encima de su medida normal. La única prenda que no podía usar, y que le hubiera gustado hacerlo, era sus zapatos con tacón. Cuando subió al ascensor, notó el primer cambio positivo en su nuevo aspecto, porque las personas que con normalidad se acumulaban a su alrededor, ahora le dejaban espacio más que suficiente para respirar, Cuando se bajó en el piso de la firma, las miradas que antes eran indiferentes se giraron para admirarla, como si Valeria desfilarse en medio de una pasarela de modas en Milán. No solo dejaba ojos muy abiertos al pasar, sino también las bocas y los oídos de quienes escuchaban los susurros que no tardaron en cubrir cada recodo de la oficina. Para el momento en que llegó a los cubículos de los asistentes judiciales, ya el murmullo que la seguía como si fu
Valeria se paseó por la oficina orgullosa de su pancita, pero intentando de tapar sus enormes y en enchidos senos, que parecían querer escapársele por la blusa y distraían la mirada de todos los hombres que se encintraba en su camino hacia la oficina de Magda, que la había llamado después de la revelación que Franco hubiera hecho sobre su relación sentimental.—Entonces sí fue como lo supuse —dijo Magda luego de cerrar la puerta de su despacho y después de que Valeria se hubiera sentado—. Si tenían ustedes dos algo y ahí el repentino cambio después de que me hubieras dicho que él se te había confesado en el carro. —Hasta que lo mencionó, Valeria no había caído en cuenta de ese bache en la historia que, junto con Franco, pretendían venderle al señor Carrizosa, pero quizá fuera algo sin importancia, un detalle demasiado pequeño para que pudiera llegar a tener peso—. ¿Por qué me dijiste eso? —preguntó Magda— ¿Acaso te burlabas de mí o era algún tipo de payasada de ustedes dos en mi cont
Corriendo, Jaime llegó a los cubículos de los asistentes judiciales en el momento justo en que Valeria tomaba su bolso y se lo colgaba del hombro.—¿Puedo invitarte a almorzar? —preguntó Jaime— Hay tantas cosas, Dios, que quisiera preguntarte y hablar contigo. Con los labios torcidos en una mueca que no la hacía ver menos hermosa, Valeria tuvo que rechazar la invitación de su amigo.—Ya quedé con mi jefe de ir a almorzar con él dijo Valeria—Espera. ¿Te refieres a Franco, tu antiguo jefe, o a Magda? —preguntó Jaime.Valeria entornó las cejas sobre el puente de su pequeña nariz.—A veces se me olvida dónde estoy — dijo—. En esta oficina los chismes cotilleos circulan más rápido que el café oscuro. ¿Ya todos lo saben? ¿Que ahora trabajo en el área de derecho laboral?Jaime levantó los hombros.—Al menos los asistentes sí, sí lo sabemos. Pero entonces, ¿con cuál de los dos vas a salir a almorzar? —insistió Jaime.Antes de que Valeria respondiera Franco se interpuso entre los dos amigo
Como hubiera acordado con Jaime, Valeria salió de la oficina esa tarde en dirección a la casa de Carmina, con quien había hablado momentos antes para concertar la cita.—Por supuesto, estaré en mi casa y recuerda que aquí te están esperando los vestidos para embarazada —dijo Carmina cuándo recibió la llamada de Valeria.Subidos en un taxi, Jaime y Valeria emprendieron el rumbo a la casa de la joven madre de los trillizos.—No sé ni siquiera por dónde empezar —dijo Jaime cuando el vehículo se puso en marcha—. ¿Qué te parece si me dices cuántos meses tienes de embarazo?Valeria ya se había preparado emocionalmente para el escrutinio que le haría Jaime, que pese a aparentar amabilidad, no conseguía disimular cierto tono rencoroso en sus palabras y Valeria podía comprenderlo. Debía sentirse engañado y defraudado por la persona a la que consideraba su amiga.—Tengo ya tres meses, bueno, tal vez un poquito más —dijo Valeria con sus manos sobre la pancita.Observó que Jaime parecía hacer cue
Cuando entraron a la habitación de Carmina, Valeria no pudo resistir acercarse a la cuna que compartía los tres pequeños bebés de su cliente y después de cuchichearlos un rato, Valeria quiso levantarlos y recostarlos contra su pecho. Cuando sintió el calor y la mirada todavía arrugada del primer chiquito, se enterneció y conmovió tanto que no pudo evitar derramar algunas lágrimas.—¿Cómo va tu embarazo? —preguntó Carmina— Ya muy pronto tú también tendrás a tus pequeños, contigo.Pese a que sonrió, un fuerte escalofrío subió por la espalda de Valeria al ver la mirada que le dirigió Jaime, que había escuchado con claridad las palabras de Carmina.—¿Tus pequeños? —preguntó Jaime— Eso quiere decir, Vale, que no es uno, sino…—¡Son tres! —Se apresuró a decir Valeria— Estoy embarazada de trillizos, aunque podría haber un cuarto por ahí, escondidito. Solo estaré segura el día del parto.—¿Qué?, Pero… —balbuceó Jaime.—Está bien, ya se adelantó una de las cosas que también quería decirte ma
La empresa donde trabajaba Mauricio no estaba muy lejos del sitio desde el que partieron y en solo 20 minutos, Valeria y Jaime estaban a una cuadra del lugar. —Hacen falta todavía unos treinta minutos para las cinco de la tarde —dijo Jaime luego de revisar su reloj—. Podemos dar una vuelta rápida a la empresa para ver si tiene más entradas, aparte de la principal.Valeria estuvo de acuerdo y conservando la distancia de una calle, pudieron darse cuenta de que la compañía casi abarcaba la cuadra completa y que aparte de la entrada que ya habían visto, había también una zona de descargue, en donde identificaron una entrada secundaria. Aparte de esas dos, no vieron ninguna otra.—Creo que lo mejor sería que nos dividiéramos —sugirió Valeria— ¿Te parece si yo me quedo en esta de la zona de descargue y tú te haces en la entrada principal?—No sé, no estoy seguro —respondió Jaime—. Esto podría ser peligroso, porque si él te reconoce o acaso sospecha quién eres, podría querer amenazarte par
Con Jaime tomado de su mano, Valeria se acercó a la recepción de la fábrica de plástico y luego de saludar con cortesía a la recepcionista, Valeria le preguntó si le era posible obtener una cita con el señor Mauricio Corrales. —Para eso tendrías que hablar con su secretaria —dijo la recepcionista—, Te voy a dar el pase de entrada para que te dirijas a su oficina, en el quinto piso. Después de agradecer la amable respuesta de la joven en la recepción, Valeria subió al ascensor del edificio sin soltar la mano de Jaime, que seguía preguntándose cuál era el plan de su amiga. —¿En serio piensas sacar una cita con Mauricio? — preguntó Jaime a Valeria aprovechando que iban solos en el ascensor. —Voy a intentar obtener esa cita, aunque dudo que me la den pronto y recuerda que el tiempo apremia — contestó Valeria. —Entonces, ¿qué es lo que planeas hacer? — quiso saber Jaime, pero antes de que Valeria le respondiera la puerta del ascensor se abrió. — Ya verás —dijo Valeria mientras arras