La empresa donde trabajaba Mauricio no estaba muy lejos del sitio desde el que partieron y en solo 20 minutos, Valeria y Jaime estaban a una cuadra del lugar. —Hacen falta todavía unos treinta minutos para las cinco de la tarde —dijo Jaime luego de revisar su reloj—. Podemos dar una vuelta rápida a la empresa para ver si tiene más entradas, aparte de la principal.Valeria estuvo de acuerdo y conservando la distancia de una calle, pudieron darse cuenta de que la compañía casi abarcaba la cuadra completa y que aparte de la entrada que ya habían visto, había también una zona de descargue, en donde identificaron una entrada secundaria. Aparte de esas dos, no vieron ninguna otra.—Creo que lo mejor sería que nos dividiéramos —sugirió Valeria— ¿Te parece si yo me quedo en esta de la zona de descargue y tú te haces en la entrada principal?—No sé, no estoy seguro —respondió Jaime—. Esto podría ser peligroso, porque si él te reconoce o acaso sospecha quién eres, podría querer amenazarte par
Con Jaime tomado de su mano, Valeria se acercó a la recepción de la fábrica de plástico y luego de saludar con cortesía a la recepcionista, Valeria le preguntó si le era posible obtener una cita con el señor Mauricio Corrales. —Para eso tendrías que hablar con su secretaria —dijo la recepcionista—, Te voy a dar el pase de entrada para que te dirijas a su oficina, en el quinto piso. Después de agradecer la amable respuesta de la joven en la recepción, Valeria subió al ascensor del edificio sin soltar la mano de Jaime, que seguía preguntándose cuál era el plan de su amiga. —¿En serio piensas sacar una cita con Mauricio? — preguntó Jaime a Valeria aprovechando que iban solos en el ascensor. —Voy a intentar obtener esa cita, aunque dudo que me la den pronto y recuerda que el tiempo apremia — contestó Valeria. —Entonces, ¿qué es lo que planeas hacer? — quiso saber Jaime, pero antes de que Valeria le respondiera la puerta del ascensor se abrió. — Ya verás —dijo Valeria mientras arras
Esa noche, mientras ayudaba a Sofía en la cocina, Valeria recibió una llamada de Jaime avisándole que el señor Mauricio Corrales lo había contactado a su número celular, preguntando por ella.—Él cree que este es tu número celular —dijo Jaime— y sí lo noté sorprendido cuando escuchó que era un hombre quien le contestaba—Creo que sí es un pequeño bache en mi plan —dijo Valeria mientras se llevaba una uña a la boca—. Espero que no se vaya a arruinar todo por esto, estando tan cerca, ¿qué le dijiste?La verdad —dijo Jaime.¡¿Qué?!— exclamó Valeria.—No, pero no esa clase de verdad, no te preocupes, pero sí tuve que decirle que habías llamado desde mi teléfono y que iba a contactarte para que le devolvieras la llamada, porque no estabas conmigo en ese momento.—Qué susto me diste, pero bueno, voy entonces a ver qué se me ocurre, porque no puedo llamarlo de mi número celular, que se supone es el de la funcionaria de la comisaría de familia —dijo Valeria.Después de dejar la llamada con
Esa mañana, Valeria llegó muy contenta a la oficina, tanto que fue de las primeras en hacerlo. La noche anterior había ultimado algunos detalles de la reunión con Mauricio Corrales, que estaba preparado para llegar a un acuerdo sobre el reconocimiento de la paternidad de los trillizos y, aunque no llegó a mencionarlo, Valeria estaba segura del efecto que la amenaza de un proceso judicial y las citaciones de la comisaría de familia habían hecho en él, más cuando fue su secretaria la que debió atender a la supuesta funcionaria que ese día llegó a visitarla en la tarde. Franco no tardó en llegar y encontró a su antigua asistente trabajando en el cubículo. —¿Cómo está hoy la más preciosa de las embarazaditas? — preguntó Franco luego de acercarse por la espalda de Valeria e inclinarse para abrazarla, rodeándole la pancita. —Amanecí pensando en ti amor —contestó Valeria mientras se giraba para darle un beso a tu antiguo jefe. —Anoche soñé contigo, mi osita, y hoy me desperté queriendo
Sentada en la cabecera de la mesa, Valeria hizo un resumen de la situación tan delicada por la que atravesaba el hombre sentado a su costado izquierdo, el Señor Mauricio Corrales. —Lo mejor para estas situaciones —dijo Valeria con sus manos entrecruzadas sobre la lujosa mesa de caoba—, es que usted firme el acta de nacimiento de cada uno de los tres pequeños. Eso sería lo primero. Para sorpresa de Valeria, Mauricio Corrales no había ido solo a la reunión, sino que lo había hecho acompañado de un hombre que presentó como su abogado. —Digamos que eso lo entiendo señorita —dijo Mauricio—, pero es que no puedo reconocer a unos niños que no son míos, porque no tengo ninguna prueba de que eso sea así. La mirada de Valeria se cruzó por un momento con la del abogado de Mauricio, un hombre de mediana edad, rostro afilado y los ojos de un zorro. La joven asistente comprendió, en ese momento, que lo que había esperado fuera una reunión muy sencilla, en la que el padre de los trillizos esta
Antes de entrar a la sala de reuniones, Valeria escuchó que los tres hombres reían. —Eres toda una preciosura, encanto —dijo Franco cuando vio regresar a Valeria— ¿Porqué no sigues siendo una hermosura y nos sirves esos tres whiskys? «¿Es que me contrataron para servir whiskys?», hubiera querido decir Valeria en ese momento, pero se abstuvo de hacerlo y obedeció la orden de Franco mientras percibía cómo su trasero era blanco de la mirada de los tres hombres a su alrededor. Jamás se había sentido más incómoda. —¿Escuchaste lo de la religión de Mauricio? —preguntó Franco a Valeria cuando la joven se sentó a su lado, luego de haber servido las tres bebidas— Sabes que yo también he creído lo mismo, que cuando los científicos, en sus laboratorios, miran a través de los microscopios nuestras células es como si se apropiaran con la mirada de una parte de nosotros, que puede ser nuestra alma, eso se parece mucho a lo que alguna gente cree sobre las fotografías, que las cámaras capturan
Todavía sorprendida por el giro que había tomado la reunión, Valeria salió de la sala de juntas para terminar de redactar el acta y el compromiso al que Franco había convencido a Mauricio Corrales. «Algo que, estoy segura, yo no habría conseguido, porque estuve a un segundo de tomarme esto como algo personal e insultar al padre de los trillizos», pensó Valeria sin querer siquiera imaginar las consecuencias si Franco no hubiera llegado justo en ese instante. «Ahora no tendría la menor oportunidad de darle una solución rápida a Carmina y sus hijos. Incluso habría tenido que convencerla de lo que me pidió Magda y que desistiera del caso». Mientras meditaba sobre esto, Valeria terminó de redactar el acta y cuando estaba por imprimirla, Andrea se acercó a su cubículo. —Te ves hermosa —dijo Andrea—. Te felicito. Estoy segura de que vas a ser una estupenda madre. Valeria se giró para agradecer las palabras de su colega, mientras se llevaba las manos a la pancita. —¿Estás muy ocupada?
Después de salir del baño, Valeria se arrinconó en su cubículo, sin saber qué debía hacer a continuación. Si bien tenía la firma de Mauricio Corrales con la que se comprometía a reconocer a los trillizos de Carmina como hijos suyos, el ultimátum que le había hecho Magda para que consiguiera la firma de desistimiento podía o bien poner fin al caso probono, estando ya prácticamente solucionado, o ser el principio del fin del trabajo de Valeria en la firma Carrizosa & Asociados. Pese a saber que le bastaba con tocar a la puerta de la oficina de Franco para solucionar ese percance, Valeria sentía que, al hacerlo, comenzaba a depender cada vez más de los buenos oficios y voluntad de quien había sido su jefe por tres semanas, ahora su novio y en poco tiempo quizás su prometido. «¿En qué momento esto se me complicó tanto?», se preguntó Valeria con la cabeza apoyada sobre la mano y el brazo acodado en su pequeña mesa de escritorio . —Hola, Vale —saludó Jaime en ese momento a su amiga— ¿Te p