Una ratona escondida
Esa mañana, Valeria llegó muy contenta a la oficina, tanto que fue de las primeras en hacerlo. La noche anterior había ultimado algunos detalles de la reunión con Mauricio Corrales, que estaba preparado para llegar a un acuerdo sobre el reconocimiento de la paternidad de los trillizos y, aunque no llegó a mencionarlo, Valeria estaba segura del efecto que la amenaza de un proceso judicial y las citaciones de la comisaría de familia habían hecho en él, más cuando fue su secretaria la que debió atender a la supuesta funcionaria que ese día llegó a visitarla en la tarde.

Franco no tardó en llegar y encontró a su antigua asistente trabajando en el cubículo.

—¿Cómo está hoy la más preciosa de las embarazaditas? — preguntó Franco luego de acercarse por la espalda de Valeria e inclinarse para abrazarla, rodeándole la pancita.

—Amanecí pensando en ti amor —contestó Valeria mientras se giraba para darle un beso a tu antiguo jefe.

—Anoche soñé contigo, mi osita, y hoy me desperté queriendo
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