L Después de calentar los almuerzos, Andrea y Valeria se sentaron a la mesa con Jaime, que seguía extrañado por la inusual invitación y forma en que su amiga lo había llevado hasta el lugar que ahora ocupaba. No tardó en comprender el motivo de su estadía. —¿Hace cuánto estás con Franco? —preguntó Andrea luego de pedir a la mesera un jugo. —Eehh, unos… cuatro, o casi cinco meses —respondió Valeria al tiempo que destapaba su bol de almuerzo—. La verdad es que la fecha es algo imprecisa, porque ya antes habíamos estado saliendo, pero todavía no era algo formal —mintió Valeria, añadiendo algo de información insustancial y sombría para tener de dónde sujetarse en caso de que fallara con alguna fecha o aspecto anterior de la historia que todavía no tenía muy clara en su cabeza. —¿Y cómo se conocieron? —preguntó a continuación Andrea. —En la fiesta de un conocido común, pero si me lo preguntas ahora, no sé ni el nombre de ese conocido —dijo Valeria luego de probar el arroz con espinac
La reunión que se suponía que los tres amigos iban a tener después del trabajo, se adelantó algunas horas, con la llegada de Valeria, acompañada por Jaime, al apartamento. —No te preocupes, en serio, Sofi, no ha pasado nada grave —insistió Valeria cuando, sentada en el sofá, recibió de manos de su amiga un agua aromática—, fue solo que tuve uno de esos días en que habrías hecho mejor quedándote en cama. Le correspondió a Jaime hacer un resumen de lo que Valeria había hablado con Andrea, durante el almuerzo, y la forma en que la asistente había llegado a descompensar a su amiga. —Se me olvidó que ella me había contado que le gustaba Franco —dijo Valeria casi terminando la taza que Sofía le había pasado—, y es, bueno, Jaime, prepárate para saber la verdad. Jaime sintió, al ver la expresión en el rostro de Valeria, que debía sujetarse de los brazos de la silla en que estaba sentado y acertó, porque estuvo por irse para atrás cuando Valeria le contó los detalles de su acuerdo con F
Al día siguiente, Valeria llegó a la oficina sintiéndose renovada. Pese a saber que ahora debía enfrentar a dos enemigas, la primera, su nueva jefe, la segunda, la joven con la que un día creyó que podrían llegar a ser buenas amigas, se sentía segura, en especial con la primera, después de lo que le había dicho Franco el día anterior, cuando le confirmó la gravedad de la grabación que ella le había hecho a Magda.Con paso decidido, Valeria entró al despacho de su nueva jefe, a primera hora, como le había advertido en el mensaje que le envió, pero antes de ver el rostro de Magda, los ojos de Valeria se encontraron con los de Franco, que se giró al escuchar la puerta.—Buenos días, amor —saludó Franco a Valeria. El apelativo de osita se lo reservaba para cuando estaban solos.Todavía sorprendida Valeria tardó unos segundos en responder al saludo de su novio y antiguo jefe, pero antes de que una palabra brotara de sus labios, Magda se adelantó.—Así que te decidiste por recurrir a tu no
Cuando Valeria entró a la sala de juntas, solo quedaba un puesto sin ocupar en los bordes de la mesa principal, en donde se sentaban los asistentes de los jefes de área. Era la silla al lado de Andrea, que miró a Valeria como si la joven embarazada no se hubiera lavado el cabello ese día.El señor Carrizosa, que era siempre el último en llegar, ocupó su lugar en la cabecera de la mesa sin que Franco todavía hubiese llegado y, nerviosa, Valeria sacó un cuaderno para tomar apuntes, pese a que Magda le había dicho que no le gustaban las notas ni las grabaciones de la reunión, pero al menos debía simular estar ocupada en algo, consideró Valeria. Con o sin Franco, la reunión comenzó y, al mirar por el rabillo del ojo a Andrea, Valeria llegó incluso a sentir pena por la chica, porque seguro estaba muy enamorada de Franco, tanto que se había atrevido a boicotear el acta que Valeria había elaborado y quién sabe qué otras maquinaciones rondaban en ese momento por su cabeza. Valeria se compa
Al intercambiar una mirada con Franco, mientras la gente pasaba a su alrededor al salir de la sala de juntas, Valeria recordó el momento en que había visto a Andrea reunida con Magda, hacía unas veinticuatro horas, cuando los dos llegaron temprano y justo después de que hubieran hablado sobre el arreglo al que habían llegado.«Seguro ella también estaba por ahí, escondida quizá en alguno de los cubículos, y nos escuchó», pensó Valeria. «Y con lo que le dije ayer, en el almuerzo, cuando me presionó tanto…No tardó ni una hora en ir a decirle a Magda que el hijo que yo espero no es de Franco. De verdad, Andrea me odia y solo desea hacerme daño».—Hablaremos sobre esto ahora mismo —dijo el señor Carrizosa antes de ser el último en dejar la sala—. Los espero en mi oficina.Franco se acercó a la silla en la que Valeria seguía sentada, todavía tan consternada que era incapaz siquiera de estirar las piernas.—Esto es mi culpa —dijo Valeria cuando logró que sus ojos se encontraran con los de s
Valeria se estiró sobre las sábanas de algodón egipcio de la cama de Franco. la tarde caía y el sol entraba, con un resplandor anaranjado, a través de la ventana del piso treinta del lujoso edificio en el que vivía el hombre con el que acababa de hacer el amor. Franco regresaba de la cocina, con una gran bandeja en la que había servido la pizza que acababa de ordenar, junto con una botella de vino y dos copas. —Dormiste un poquito, mi osita preguntó Franco a Valeria luego de haber dejado la bandeja sobre la cama y mientras servía Las Dos copas con el vino que había traído. —Dormí delicioso —respondió Valeria luego de recibir la copa que le ofreció Franco, que aprovechó la cercanía para besar los labios de su amada. —Me imagino que tú y los ositos deben estar hambrientos — ijo Franco al acercar el plato con pizza de anchoas y pepperoni a Valeria. —¿Los ositos? —preguntó Valeria luego de recibir la pizza y mientras se tocaba la pancita— ¿y qué tal si son unas ositas, o una com
Valeria y Franco llegaron juntos a trabajar, tomados de la mano y decididos a que nadie se interpondría en el camino y la construcción hacia su felicidad. sentían en ese momento que el mundo estaba a sus pies y que nada ni nadie podía dañarlos siempre que se amasen y enfrentaran juntos cualquier adversidad. al bajarse del ascensor en el piso 70, mostraron a todos los empleados de La Firma de la suya era una relación fuerte, que ninguna habladuría sería capaz de amedrentarlos, mucho menos de separarlos, y ahora que Magda ya no estaba,Y el señor carrizosa había quedado sin palabras en la reunión que él mismo había convocado con la pareja en su despacho, solo les quedaba pendiente una pequeña mosquita, que se escondió Tan pronto vio a la imponente y feliz pareja atravesar el pasillo de los cubículos de los asistentes judiciales.Franco estaba convencido de que, a partir de ese día Valeria, era de nuevo su asistente y Ya incluso habían planeado ir juntos a la notaría En la que el Señor
La diligencia de reconocimiento de los trillizos de Carmina fue mucho más rápida pero que Franco Valeria hubieran pensado y cuando vieron a Mauricio Corrales firmar el acta de nacimiento de los tres pequeños, respiraron tranquilos, porque se habían evitado el dolor de cabeza que hubiera significado que el padre de los trillizos se hubiera dado cuenta de los errores que contenía el acta que había firmado hacía dos días y aprovechando que se encontraban en la notaría, Franco sugirió una formalización del compromiso al que Mauricio Corrales se había suscrito, también hacía dos días y mientras compartía un whisky con Franco.— solo es una declaración Mauricio — explicó Franco—, en la que reiteras lo que ya habías dicho, sobre el dinero y le vas a pasar a tus hijos.Aunque notó cierta renuencia en Mauricio, Franco se adelantó a cualquier objeción Y le recordó al padre los trillizos lo que podrían ser las consecuencias de una madre que peleaba por los derechos de sus pequeños. —La mala