Trapitos sucios y al aire

Cuando Valeria entró a la sala de juntas, solo quedaba un puesto sin ocupar en los bordes de la mesa principal, en donde se sentaban los asistentes de los jefes de área. Era la silla al lado de Andrea, que miró a Valeria como si la joven embarazada no se hubiera lavado el cabello ese día.

El señor Carrizosa, que era siempre el último en llegar, ocupó su lugar en la cabecera de la mesa sin que Franco todavía hubiese llegado y, nerviosa, Valeria sacó un cuaderno para tomar apuntes, pese a que Magda le había dicho que no le gustaban las notas ni las grabaciones de la reunión, pero al menos debía simular estar ocupada en algo, consideró Valeria.

Con o sin Franco, la reunión comenzó y, al mirar por el rabillo del ojo a Andrea, Valeria llegó incluso a sentir pena por la chica, porque seguro estaba muy enamorada de Franco, tanto que se había atrevido a boicotear el acta que Valeria había elaborado y quién sabe qué otras maquinaciones rondaban en ese momento por su cabeza. Valeria se compa
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