Corriendo, Jaime llegó a los cubículos de los asistentes judiciales en el momento justo en que Valeria tomaba su bolso y se lo colgaba del hombro.—¿Puedo invitarte a almorzar? —preguntó Jaime— Hay tantas cosas, Dios, que quisiera preguntarte y hablar contigo. Con los labios torcidos en una mueca que no la hacía ver menos hermosa, Valeria tuvo que rechazar la invitación de su amigo.—Ya quedé con mi jefe de ir a almorzar con él dijo Valeria—Espera. ¿Te refieres a Franco, tu antiguo jefe, o a Magda? —preguntó Jaime.Valeria entornó las cejas sobre el puente de su pequeña nariz.—A veces se me olvida dónde estoy — dijo—. En esta oficina los chismes cotilleos circulan más rápido que el café oscuro. ¿Ya todos lo saben? ¿Que ahora trabajo en el área de derecho laboral?Jaime levantó los hombros.—Al menos los asistentes sí, sí lo sabemos. Pero entonces, ¿con cuál de los dos vas a salir a almorzar? —insistió Jaime.Antes de que Valeria respondiera Franco se interpuso entre los dos amigo
Como hubiera acordado con Jaime, Valeria salió de la oficina esa tarde en dirección a la casa de Carmina, con quien había hablado momentos antes para concertar la cita.—Por supuesto, estaré en mi casa y recuerda que aquí te están esperando los vestidos para embarazada —dijo Carmina cuándo recibió la llamada de Valeria.Subidos en un taxi, Jaime y Valeria emprendieron el rumbo a la casa de la joven madre de los trillizos.—No sé ni siquiera por dónde empezar —dijo Jaime cuando el vehículo se puso en marcha—. ¿Qué te parece si me dices cuántos meses tienes de embarazo?Valeria ya se había preparado emocionalmente para el escrutinio que le haría Jaime, que pese a aparentar amabilidad, no conseguía disimular cierto tono rencoroso en sus palabras y Valeria podía comprenderlo. Debía sentirse engañado y defraudado por la persona a la que consideraba su amiga.—Tengo ya tres meses, bueno, tal vez un poquito más —dijo Valeria con sus manos sobre la pancita.Observó que Jaime parecía hacer cue
Cuando entraron a la habitación de Carmina, Valeria no pudo resistir acercarse a la cuna que compartía los tres pequeños bebés de su cliente y después de cuchichearlos un rato, Valeria quiso levantarlos y recostarlos contra su pecho. Cuando sintió el calor y la mirada todavía arrugada del primer chiquito, se enterneció y conmovió tanto que no pudo evitar derramar algunas lágrimas.—¿Cómo va tu embarazo? —preguntó Carmina— Ya muy pronto tú también tendrás a tus pequeños, contigo.Pese a que sonrió, un fuerte escalofrío subió por la espalda de Valeria al ver la mirada que le dirigió Jaime, que había escuchado con claridad las palabras de Carmina.—¿Tus pequeños? —preguntó Jaime— Eso quiere decir, Vale, que no es uno, sino…—¡Son tres! —Se apresuró a decir Valeria— Estoy embarazada de trillizos, aunque podría haber un cuarto por ahí, escondidito. Solo estaré segura el día del parto.—¿Qué?, Pero… —balbuceó Jaime.—Está bien, ya se adelantó una de las cosas que también quería decirte ma
La empresa donde trabajaba Mauricio no estaba muy lejos del sitio desde el que partieron y en solo 20 minutos, Valeria y Jaime estaban a una cuadra del lugar. —Hacen falta todavía unos treinta minutos para las cinco de la tarde —dijo Jaime luego de revisar su reloj—. Podemos dar una vuelta rápida a la empresa para ver si tiene más entradas, aparte de la principal.Valeria estuvo de acuerdo y conservando la distancia de una calle, pudieron darse cuenta de que la compañía casi abarcaba la cuadra completa y que aparte de la entrada que ya habían visto, había también una zona de descargue, en donde identificaron una entrada secundaria. Aparte de esas dos, no vieron ninguna otra.—Creo que lo mejor sería que nos dividiéramos —sugirió Valeria— ¿Te parece si yo me quedo en esta de la zona de descargue y tú te haces en la entrada principal?—No sé, no estoy seguro —respondió Jaime—. Esto podría ser peligroso, porque si él te reconoce o acaso sospecha quién eres, podría querer amenazarte par
Con Jaime tomado de su mano, Valeria se acercó a la recepción de la fábrica de plástico y luego de saludar con cortesía a la recepcionista, Valeria le preguntó si le era posible obtener una cita con el señor Mauricio Corrales. —Para eso tendrías que hablar con su secretaria —dijo la recepcionista—, Te voy a dar el pase de entrada para que te dirijas a su oficina, en el quinto piso. Después de agradecer la amable respuesta de la joven en la recepción, Valeria subió al ascensor del edificio sin soltar la mano de Jaime, que seguía preguntándose cuál era el plan de su amiga. —¿En serio piensas sacar una cita con Mauricio? — preguntó Jaime a Valeria aprovechando que iban solos en el ascensor. —Voy a intentar obtener esa cita, aunque dudo que me la den pronto y recuerda que el tiempo apremia — contestó Valeria. —Entonces, ¿qué es lo que planeas hacer? — quiso saber Jaime, pero antes de que Valeria le respondiera la puerta del ascensor se abrió. — Ya verás —dijo Valeria mientras arras
Esa noche, mientras ayudaba a Sofía en la cocina, Valeria recibió una llamada de Jaime avisándole que el señor Mauricio Corrales lo había contactado a su número celular, preguntando por ella.—Él cree que este es tu número celular —dijo Jaime— y sí lo noté sorprendido cuando escuchó que era un hombre quien le contestaba—Creo que sí es un pequeño bache en mi plan —dijo Valeria mientras se llevaba una uña a la boca—. Espero que no se vaya a arruinar todo por esto, estando tan cerca, ¿qué le dijiste?La verdad —dijo Jaime.¡¿Qué?!— exclamó Valeria.—No, pero no esa clase de verdad, no te preocupes, pero sí tuve que decirle que habías llamado desde mi teléfono y que iba a contactarte para que le devolvieras la llamada, porque no estabas conmigo en ese momento.—Qué susto me diste, pero bueno, voy entonces a ver qué se me ocurre, porque no puedo llamarlo de mi número celular, que se supone es el de la funcionaria de la comisaría de familia —dijo Valeria.Después de dejar la llamada con
Esa mañana, Valeria llegó muy contenta a la oficina, tanto que fue de las primeras en hacerlo. La noche anterior había ultimado algunos detalles de la reunión con Mauricio Corrales, que estaba preparado para llegar a un acuerdo sobre el reconocimiento de la paternidad de los trillizos y, aunque no llegó a mencionarlo, Valeria estaba segura del efecto que la amenaza de un proceso judicial y las citaciones de la comisaría de familia habían hecho en él, más cuando fue su secretaria la que debió atender a la supuesta funcionaria que ese día llegó a visitarla en la tarde. Franco no tardó en llegar y encontró a su antigua asistente trabajando en el cubículo. —¿Cómo está hoy la más preciosa de las embarazaditas? — preguntó Franco luego de acercarse por la espalda de Valeria e inclinarse para abrazarla, rodeándole la pancita. —Amanecí pensando en ti amor —contestó Valeria mientras se giraba para darle un beso a tu antiguo jefe. —Anoche soñé contigo, mi osita, y hoy me desperté queriendo
Sentada en la cabecera de la mesa, Valeria hizo un resumen de la situación tan delicada por la que atravesaba el hombre sentado a su costado izquierdo, el Señor Mauricio Corrales. —Lo mejor para estas situaciones —dijo Valeria con sus manos entrecruzadas sobre la lujosa mesa de caoba—, es que usted firme el acta de nacimiento de cada uno de los tres pequeños. Eso sería lo primero. Para sorpresa de Valeria, Mauricio Corrales no había ido solo a la reunión, sino que lo había hecho acompañado de un hombre que presentó como su abogado. —Digamos que eso lo entiendo señorita —dijo Mauricio—, pero es que no puedo reconocer a unos niños que no son míos, porque no tengo ninguna prueba de que eso sea así. La mirada de Valeria se cruzó por un momento con la del abogado de Mauricio, un hombre de mediana edad, rostro afilado y los ojos de un zorro. La joven asistente comprendió, en ese momento, que lo que había esperado fuera una reunión muy sencilla, en la que el padre de los trillizos esta