Solo una enorme copa de helado consiguió que Valeria se sintiera, por fin, llena y, tomada del brazo de Franco, salieron a esperar el vehículo que los llevaría a casa. Toño, el dueño del restaurante, se despidió de la pareja, que se veía muy contenta, deseándoles que, en breve, le extendieran la invitación a su matrimonio. —Puede que llegue más pronto de lo que imaginas —dijo Franco—, y eso pese a que esta es apenas nuestra primera cita.Toño no supo cómo interpretar las palabras de Franco, porque no discernió si era una broma o hablaba en serio, pero igual los acompañó hasta la salida y solo regresó al restaurante hasta que los vio subidos en el carro.—Te recomiendo mi auto —dijo Franco al despedirse de su amigo—. Mañana enviaré por él, o puede que venga yo, no sé. Te avisaré. —Aquí estará como si lo hubieras estacionado en una jefatura de policía —dijo Toño—. No te preocupes.Ya en el carro que los llevaría a casa, Valeria pensó en llamar a Sofía para preguntarle cómo le había id
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