Antes de subir al apartamento, Valeria llamó a Sofía para saber en dónde estaba y no arriesgarse a que Jaime la pudiera ver. —Te oyes muy mal, Vale, ¿sigues sintiéndote muy enferma? —dijo Sofía al contestar—. Ya voy llegando. Será mejor que me esperes en la cama, no te vayas a exponer al frío, bueno. Te voy a preparar una sopita para que duermas. Valeria captó lo que su amiga quería decirle y, después de agradecerle, colgó. Subió al apartamento, se quitó el vestido y se puso una pijama. En el momento en que se estaba acostando, escuchó que Sofía entraba al apartamento y se despedía de Jaime, que había subido para acompañarla. —Nos vemos mañana, amorcito —dijo Sofía antes de cerrar la puerta.Valeria escuchó a su amiga cuando caminaba hacia la habitación. —¿Amorcito? —preguntó Valeria cuando vio asomarse a Sofía por la puerta— ¿Es lo que creo que significa?Con una sonrisa que surcaba su rostro, Sofía entró al cuarto y se acostó al lado de Valeria.—La cama ya está calentita, qué
Como habían acordado las dos amigas, al día siguiente fueron temprano a comprar los ingredientes para la preparación que Sofia tenía en mente, pese a que Valeria no estaba muy convencida de que las almendras fueran a combinar en un goulash de carne, como tenía pensado hacer su amiga. Cuando llegaron al apartamento de Jaime, a Valeria no le pasó desapercibida la mirada que su amigo hizo cuando la vio vestida con la sudadera que llevaba puesta, con un pullover dos tallas más grande. mientras que Sofía sí lucía una blusa ajustada y con un escote que hizo dar vueltas a los ojos de Jaime, lo mismo que a su compañero de piso, un joven que, pese a lo mal vestida que estaba Valeria, pareció encapricharse con ella desde el primer momento en que la vio. —Manuel, encantado de conocerte —dijo el amigo de Jaime, con un brillo particular en los ojos cuando vio a Valeria. Al observar a Manuel, y mientras Sofía saludaba a su novio con un beso, Valeria reconoció que era un joven apuesto, de tez ac
Franco pasó a recoger a Valeria casi sobre las 10 de la mañana. Después de haberlo acordado con su jefe, Valeria Había decidido ir vestida con una blusa muy similar a la que usó el viernes en la noche. —Le diré a mi papá que yo soy el padre. —Había dicho Franco la noche anterior—. Así que no habrá problema en que te vea embarazada desde el primer momento, y es lo que necesitamos que quede claro para que puedas asistir a la oficina sin tener que estar ocultando tu embarazo. Es que Valeria no estaba muy segura del efecto de su notorio embarazo tendría sobre el papá de Franco, confío en el criterio de su de su jefe, Además de no querer verse otra vez tan horrible como el día anterior, en el apartamento de Jaime, y mucho menos usar una faja que fuera a lastimar a sus pequeños- —¿Qué es lo que haces, Valeria, para estar cada día más hermosa? fueron las palabras con las que Franco saludó a su novia. —Espero que tu papá también se alegre de verme —respondió Valeria mientras se lleva
Ver al señor Carrizosa era como estar ante una proyección de Franco treinta años en el futuro. Era un hombre muy apuesto para su edad, que debía rondar los sesenta años, o al menos esa fue la impresión de Valeria cuando lo tuvo frente a ella y él tomó su mano para saludarla. Después de observarla a los ojos, Valeria vio la mirada del padre de su jefe estirarse por todo lo ancho y largo de su vientre.—¿Ya tienes una fecha aproximada para el parto? —preguntó el señor Carrizosa.Cuando Valeria estaba por responder, Franco se adelantó y contestó por ella.—Papá, todavía está muy pronto —Pero si es la barriga de una mujer con seis meses de embarazo, al menos —dijo el señor Carrizosa.Valeria hubiera querido decir en ese momento que el suyo era un embarazo múltiple y de ahí el tamaño de su barriga, pese a que solo tenía algo más de tres meses, pero sin siquiera saber cómo se tomaría Franco esa noticia la joven prefirió callar.—Tu cara me resulta conocida —dijo a continuación el señor Car
El solar era un gran espacio en el jardín trasero de la mansión, que parecía diseñado para la recepción de una boda de ensueño. Bajo el techo de un enorme kiosco de madera blanca, que parecía inspirado en la arquitectura de los elfos de la película de E Señor de los Anillos, el papá de Franco esperaba a que la pareja lo acompañara en el almuerzo que ya estaba servido. Sobre una mesa para doce comensales una fuente de plata rebosaba varias carnes de mariscos, crustáceos y pescados diversos, junto a una gran ensaladera de cristal que albergaba varios cortes de frutas y vegetales que estaban por desbordarse sobre una bandeja cubierta que, al ser destapada por el mesero, reveló una gran montaña de arroz blanco rodeada por una guarnición de papas en cascos.En sus veintitrés años de vida Valeria, nunca había visto tanta comida servida para solo tres personas y temió que todo lo que no se fueran a comer terminase siendo desperdiciado. Sin esperar a que uno de los meseros recorríase la si
Lo único positivo del almuerzo con el señor Carrizosa, fue que ya Valeria no necesitaba seguir pcultando su embarazo en la oficina. Esa mañana llegó vestida con una blusa negra y una falda solo una talla por encima de su medida normal. La única prenda que no podía usar, y que le hubiera gustado hacerlo, era sus zapatos con tacón. Cuando subió al ascensor, notó el primer cambio positivo en su nuevo aspecto, porque las personas que con normalidad se acumulaban a su alrededor, ahora le dejaban espacio más que suficiente para respirar, Cuando se bajó en el piso de la firma, las miradas que antes eran indiferentes se giraron para admirarla, como si Valeria desfilarse en medio de una pasarela de modas en Milán. No solo dejaba ojos muy abiertos al pasar, sino también las bocas y los oídos de quienes escuchaban los susurros que no tardaron en cubrir cada recodo de la oficina. Para el momento en que llegó a los cubículos de los asistentes judiciales, ya el murmullo que la seguía como si fu
Valeria se paseó por la oficina orgullosa de su pancita, pero intentando de tapar sus enormes y en enchidos senos, que parecían querer escapársele por la blusa y distraían la mirada de todos los hombres que se encintraba en su camino hacia la oficina de Magda, que la había llamado después de la revelación que Franco hubiera hecho sobre su relación sentimental.—Entonces sí fue como lo supuse —dijo Magda luego de cerrar la puerta de su despacho y después de que Valeria se hubiera sentado—. Si tenían ustedes dos algo y ahí el repentino cambio después de que me hubieras dicho que él se te había confesado en el carro. —Hasta que lo mencionó, Valeria no había caído en cuenta de ese bache en la historia que, junto con Franco, pretendían venderle al señor Carrizosa, pero quizá fuera algo sin importancia, un detalle demasiado pequeño para que pudiera llegar a tener peso—. ¿Por qué me dijiste eso? —preguntó Magda— ¿Acaso te burlabas de mí o era algún tipo de payasada de ustedes dos en mi cont
Corriendo, Jaime llegó a los cubículos de los asistentes judiciales en el momento justo en que Valeria tomaba su bolso y se lo colgaba del hombro.—¿Puedo invitarte a almorzar? —preguntó Jaime— Hay tantas cosas, Dios, que quisiera preguntarte y hablar contigo. Con los labios torcidos en una mueca que no la hacía ver menos hermosa, Valeria tuvo que rechazar la invitación de su amigo.—Ya quedé con mi jefe de ir a almorzar con él dijo Valeria—Espera. ¿Te refieres a Franco, tu antiguo jefe, o a Magda? —preguntó Jaime.Valeria entornó las cejas sobre el puente de su pequeña nariz.—A veces se me olvida dónde estoy — dijo—. En esta oficina los chismes cotilleos circulan más rápido que el café oscuro. ¿Ya todos lo saben? ¿Que ahora trabajo en el área de derecho laboral?Jaime levantó los hombros.—Al menos los asistentes sí, sí lo sabemos. Pero entonces, ¿con cuál de los dos vas a salir a almorzar? —insistió Jaime.Antes de que Valeria respondiera Franco se interpuso entre los dos amigo