Valeria se encargó de escoger el restaurante para la que sería una cita no planeada entre Sofía y Jaime, a quien envió un mensaje por whatsapp indicándole la dirección y la hora, porque no quería que su amigo de la oficina se enterase de que ella no iba a ir sino hasta el último momento, para dar la idea de que había faltado por un imprevisto de último minuto.—Vale, me tienes que después contar todo, cada detalle, de verdad, todo —dijo Sofía cuando Valeria le dijo que se ausentaría de la cita con Jaime porque esa noche saldría a comer con su jefe. —Si quieres dejo la grabadora de mi celular activada —bromeó Valeria mientras repasaba, por enésima vez, su ropero, sin saber qué ponerse.—Pues si pudieras… ¿y si te fajas y llevas ese vestido que a él tanto le gustó?—No voy a ponerme lo mismo, y tampoco me voy a fajar —dijo Valeria—. Igual, él ya sabe de mi embarazo, entonces es una bobada torturar a los chiquitines, y de paso a mí también, porque la faja es súper incómoda. —Y ya sabe
Al salir del edificio y ver el rostro de Franco a través del vidrio panorámico del auto, Valeria pudo apreciar el mismo efecto que causó en el vigilante, pero multiplicado varias decenas de veces. Los ojos de su jefe habían adquirido el tamaño de dos grandes platos y de la boca parecía que se le iba a escapar la lengua si no conseguía cerrarla pronto. —Valeria, estás… ¡Wow! Fantástica, en serio que sí —dijo Franco cuando logró bajarse del auto, después de casi tropezar porque no consiguió coordinar sus piernas, y abrir la puerta a su asistente. Valeria solo sonrió, como si ese tipo de halagos le fueran del todo naturales y frecuentes, pero por dentro estaba tan emocionada que sentía ganas de gritar. «Está derretido por mí», pensó Valeria mientras apretaba los labios y veía a Franco, que no conseguía despegar los ojos de ella, regresar a su puesto en el vehículo. —¿Quieres escoger la música, o prefieres arriesgarte a escuchar lo que tengo en mi lista de reproducción? —preguntó Fra
Después de ubicar, desde la puerta del baño de mujeres, dónde se habían sentado Sofía y Jaime, Valeria salió, dando una gran vuelta alrededor de la chimenea del centro del comedor, hasta aterrizar, a salvo, en su puesto, frente a su jefe. —¿Quieres que ordenemos unas entradas? —preguntó Franco luego de indicarle a Valeria que su bebida ya había llegado y que debía probarla, porque era en verdad deliciosa— ¿O prefieres que ordenemos de una vez el plato principal? La verdad era que Valeria estaba por desmayarse del hambre y la nueva situación a la que se enfrentaba en el restaurante, le había abierto aún más el apetito. —Las entradas están muy bien, gracias —dijo Valeria mientras intentaba calmar las protestas de su estómago con el zumo de cerezas que, en efecto, estaba muy rico, pero insuficiente para opacar el vacío que sentía en el estómago. El mesero no tardó en ofrecerles varias opciones de entradas y Valeria se inclinó por la bandeja de empanadas.—Una bandeja, por favor —dijo
Valeria tuvo suerte de que la cara de Sofía estuviera de frente a ella e iba tan distraída, que cuando vio a su amiga la saludó agitando la mano y sonriendo. No fue sino hasta un segundo después de que Sofía la mirara con extrañeza, que Valeria se dio cuenta de lo que estaba por hacer. Logró sentarse en la mesa que tenía al lado en el momento justo en que Jaime se giró a mirar lo que había llamado la atención de Sofía.—¿Viste a alguien conocido? —preguntó Jaime a Sofía después de verificar que no había nadie, al menos reconocible, a su espalda.—Oh, no, fue que creí ver a un famoso, pero no, me equivoqué —dijo Sofía, tomando la mano de Jaime en ese momento para ganarse su atención y mie
Fanco no terminaba de creer lo que tenía ante sus ojos, mucho menos lo que había visto y todavía le costaba trabajo asimilar que, después de comerse tres bandejas de empanadas, Valeria todavía tuviera hambre. —¿Ordenamos, amor? —preguntó Franco.—¿Amor? ¿En adelante me vas a llamar así? —preguntó Valeria, algo sonrojada porque jamás hubiera creído posible que su jefe llegara a llamarla de esa forma y, menos aún, sentirse halagada de que él lo hiciera.—Había pensado en “tragoncita”, pero quizá a ti no te guste mucho —bromeó Franco.—Pero qué perceptivo eres…«Llámame así y verás a quién le hago tragar mis zapatos». A una seña de Franco, el mesero se acercó a la mesa para ofrecerles la carta.—Voy a pedir el steak con salsa de la casa —dijo Franco con la carta entre las manos—. Te lo recomendaría, pero la salsa tiene algo de picante y no sé si puedas…—Me encanta el picante —dijo Valeria, adelantándose a las palabras de Franco—, es más, ¿qué te parece una competencia?—¿Eh? Pero, no
Solo una enorme copa de helado consiguió que Valeria se sintiera, por fin, llena y, tomada del brazo de Franco, salieron a esperar el vehículo que los llevaría a casa. Toño, el dueño del restaurante, se despidió de la pareja, que se veía muy contenta, deseándoles que, en breve, le extendieran la invitación a su matrimonio. —Puede que llegue más pronto de lo que imaginas —dijo Franco—, y eso pese a que esta es apenas nuestra primera cita.Toño no supo cómo interpretar las palabras de Franco, porque no discernió si era una broma o hablaba en serio, pero igual los acompañó hasta la salida y solo regresó al restaurante hasta que los vio subidos en el carro.—Te recomiendo mi auto —dijo Franco al despedirse de su amigo—. Mañana enviaré por él, o puede que venga yo, no sé. Te avisaré. —Aquí estará como si lo hubieras estacionado en una jefatura de policía —dijo Toño—. No te preocupes.Ya en el carro que los llevaría a casa, Valeria pensó en llamar a Sofía para preguntarle cómo le había id
Antes de subir al apartamento, Valeria llamó a Sofía para saber en dónde estaba y no arriesgarse a que Jaime la pudiera ver. —Te oyes muy mal, Vale, ¿sigues sintiéndote muy enferma? —dijo Sofía al contestar—. Ya voy llegando. Será mejor que me esperes en la cama, no te vayas a exponer al frío, bueno. Te voy a preparar una sopita para que duermas. Valeria captó lo que su amiga quería decirle y, después de agradecerle, colgó. Subió al apartamento, se quitó el vestido y se puso una pijama. En el momento en que se estaba acostando, escuchó que Sofía entraba al apartamento y se despedía de Jaime, que había subido para acompañarla. —Nos vemos mañana, amorcito —dijo Sofía antes de cerrar la puerta.Valeria escuchó a su amiga cuando caminaba hacia la habitación. —¿Amorcito? —preguntó Valeria cuando vio asomarse a Sofía por la puerta— ¿Es lo que creo que significa?Con una sonrisa que surcaba su rostro, Sofía entró al cuarto y se acostó al lado de Valeria.—La cama ya está calentita, qué
Como habían acordado las dos amigas, al día siguiente fueron temprano a comprar los ingredientes para la preparación que Sofia tenía en mente, pese a que Valeria no estaba muy convencida de que las almendras fueran a combinar en un goulash de carne, como tenía pensado hacer su amiga. Cuando llegaron al apartamento de Jaime, a Valeria no le pasó desapercibida la mirada que su amigo hizo cuando la vio vestida con la sudadera que llevaba puesta, con un pullover dos tallas más grande. mientras que Sofía sí lucía una blusa ajustada y con un escote que hizo dar vueltas a los ojos de Jaime, lo mismo que a su compañero de piso, un joven que, pese a lo mal vestida que estaba Valeria, pareció encapricharse con ella desde el primer momento en que la vio. —Manuel, encantado de conocerte —dijo el amigo de Jaime, con un brillo particular en los ojos cuando vio a Valeria. Al observar a Manuel, y mientras Sofía saludaba a su novio con un beso, Valeria reconoció que era un joven apuesto, de tez ac