Amelia despierta sobresaltada, lo primero que hace es colocar su mano en el cuello recordando que su novio quiso – sin estar en sus cinco sentidos por su puesto – asfixiarla creyendo que era alguien más. Su dolor aumenta pensando mil teorías, lagrimas resbalan abruptamente de sus ojos hasta sus sienes pensando en que el sufrimiento del mor de su vida puede que se trate de un amor infructuoso o peor aun, de uno no correspondido. No tiene información acerca de la mujer con la cual fue obligado a casarse, pero intuye que es ella parte de su desconsuelo convertido en ansiedad. Se incorpora en la cama en la cual yace, no es su habitación, tampoco es un hospital o la clínica de su ahora cuñado Arístides, sino que deduce sea la habitación de invitados del ático en el cual estaba con Bastián. — ¡Qué idiota he sido! – se reprende — ¿en qué planeta se me ocurre pensar que ese hombre se enamoraría de mí? – el dolor aumenta al recordar los hechos Llora sin consuelo al saber que su propio prom
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