Todos los capítulos de Un contrato no firmado : Capítulo 31 - Capítulo 40
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Capítulo 31
Tras que Eduardo me escuchó se levantó rápido, me tomó del brazo y sin querer me giré de golpe, encontrándome con su mirada de nuevo cerca de mí. — No, no hagas tonterías — suplicó en voz baja, sin mostrar su ira y sin lastimarme — Necesito a Lucrecia — Señalé de nuevo sintiéndome nerviosa por estar tan pegada a él, podía sentir su respiración en mi cara— Solo no pude traerla, he estado muy ocupado, vendrá después, lo prometo — Afirmó en un tono de voz lleno de ternura, que me hizo creer que no mentía, fue conmovedor. — Ella es todo para mí, lo único bueno que tengo — Señalé titubeando por nervios, pero con tranquilidad, pues era como si estuviéramos conversando en confianza con normalidad, como si no fuera una patética farsa nuestra relación — Vendrá Lucrecia, lo prometo que vendrá, pero ahora no puedo — Contestó mirándome con bondad, como si en ese momento volviera a ser quien era, yo no pude evitar las lágrimas, una emoción contradictoria se apoderó, pues la misma persona que
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Capítulo 32
— En verdad quieres… — titubeé antes de tomar la última decisión— Sí, quiero eso, quiero que te vayas — me interrumpió en total desesperación, mientras pasaba por mi lado — vete, llévate toda la ropa que necesites, aquí incluso hay un bolso que puedes ocupar para llevarla — dijo abriendo el armario y sacando toda la ropa como un completo loco, verlo me alteró de la misma forma, pero tenía que luchar contra todo — Está bien - Dije obligándome a calmar mi llanto, me acerqué al armario, cogí el bolso y metí la ropa sin mirar, abrí la maleta que había llevado cuando llegué de España y saqué mis zapatos y mis botas, y las metí en el bolso, todo lo hice automáticamente, sin sentir más que dolor o resignación. Tras que cerré el síper, sentí que lo perdía nuevamente, me levanté del piso, pues ahí estaba acomodando todo, lo vi observando el techo mientras suspiraba, fue una imagen terrible, otra despedida silenciosa y fúnebre, me apreté la nariz y tapé mi boca para que ya no salieran más lá
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Capítulo 33
Eran posiblemente las tres de la tarde cuando di mis primeros pasos y me situé en la acera, no tenía ni la menor idea de dónde estaba, solo me acompañaban los latidos de mi corazón y mi respiración que era lo único que me recordaba que todavía seguía viviendo. — ¿Sabe cómo puedo llegar a la estación de tren? — Pregunté al hombre que continuaba observándome atónito, sin embargo, este a través de señas me hizo comprender que no hablaba mi idioma !Maldición, estoy perdida aquí nadie habla mi idioma ni yo conozco ese! — Me dije, mientras el viento me golpeaba la cara llevando mi cabello de un lugar a otro. El bolso pesaba demasiado, y mi mente estaba llena de ideas locas. Solo esperaba que Eduardo se arrepintiera de todo, que abriera esa puerta y mencionara mi nombre de nuevo. Me quedé detenida ahí, viendo a enorme calle, sin saber qué hacer. !Adónde voy! !Adónde voy! Repetía una y otra vez hasta que decidí caminar, Eduardo no correría tras de mí, y ya no quise mirar hacia atrás solo
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Capítulo 34
El silencio de Luis me pareció abrumador, necesitaba escuchar una respuesta en referencia a Lucrecia pero prefirió evadirme. — No sé nada, Mary — Comentó Luis sin darme la cara yo lo miré extenuada, como no iba a saberlo. — Me preocupa no saber con exactitud donde se encuentra ahora — Dudé mientras me colocaba más cerca de la mesa para reposar mi barbilla en mis manos, estaba demasiado abrumada— Pues mira, no sé realmente dónde esté, pero puedes buscarla después — Señaló Luis, un poco fastidiado por mi insistencia, lo dijo como si fuera algo realmente normal, para él lo era, pues no sabía de qué era capaz Eduardo y de todo lo que estaba sucediendo en mi vida — Tienes razón— Señalé para no entrar en contienda; sin embargo, mi corazón me palpitaba mucho, como si estuviera advirtiéndome de algo — Y cuéntame, cuándo te casaste, qué tal es el famoso Páter — Preguntó curioso mientras fingía una sonrisa, algo que me pareció extraño, su actitud era muy distinta, como si me estuviera ocul
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Capítulo 35
Algo en mí me hizo pensar que en verdad Eduardo estaba tras esto. Busqué a Ana, era la única de las vecinas que se comunicaba con nosotras, caminé hasta su casa dando cada paso con terrible dificultad, habían sido días demasiados cansados y el cuerpo ya empezaba a manifestar los estragos de eso. — Hola, Ana – dije intentando parecer amable, mientras ella se echaba a mis brazos, pero no quería ni el abrazo ni el saludo, solo ver a Lucrecia y por más que observé no la encontré ahí por ningún lado — Disculpa, debo irme rápido, vine a saludarte y a saber si Lucrecia se encuentra aquí — Dije para no perder más tiempo— Pensé que estaba contigo — Mencionó Ana, ella estaba al fondo de la sala y su voz fue como un grito que llegó hasta mis oídos, en forma de queja — ¿Cómo así? – Interrogué dudando, pues en verdad no comprendía y no quería sacar conclusiones por mi desesperación — Entra, Mary — Pidió Ana mirándome asustada — Anda explícame — Supliqué todavía desde la puerta — Es que Luc
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Capítulo 36
Cuando salí del inmenso aeropuerto y me encontré con Luis en la camioneta, una sensación de miedo volvió a mí— Luis, se ha ido a California desde hace dos días — Conté de golpe tras abrir la puerta del vehículo y tirarme al asiendo como la mayor de las derrotadas. Estaba demasiado exhausta con todo. — No es posible, Mary, nadie la vio salir de aquí — Dijo Luis, completamente absorto mientras volteaba a verme — Artimañas de esos viles millonarios – Dije con la voz contrita, pronunciarlo me caló el alma, porque ese vil millonario era Eduardo, a quien tendría que enfrentar de nuevo — Llévame a casa — Supliqué, pero eso le resultó extraño, pues él sabía que ya nada podía encontrar ahí, así que me miró confundido — ¿A casa? Pero si no hay forma de entrar a ella — alegó intentando comprender — dejé mi maleta escondida en un pequeño arbusto — le aclaré en voz baja —¿Y qué piensas hacer? Si no tienes dónde dormir, vete a mi casa — comentó con amabilidad — No, Luis, no — repetí agar
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Capítulo 37
— Buenos días, señorita, soy Mary, la joven que vino hace unos días – Le aclaré a la secretaria que ya me había atendido la otra vez, tras que entré a la empresa de nuevo, el mismo sitio en donde había empezado todo el desastre — Oh, querida Mary, qué bueno verte por aquí de nuevo – Me saludó con su español forzado— Sí, busco a Eduardo – Dije antes de seguir perdiendo más tiempo — Adelante, pasa, no está ocupado — Contestó, sus palabras me dieron aliento y a la vez miedo, llevé conmigo el bolso pues no sabía lo que podía suceder en esa oficina, la idea de ver a Eduardo nuevamente me lastimaba Subí las escaleras, temblando, con un inmenso temor que me calcinaba los huesos y hacía que mis piernas flaquearan, el olor a cigarrillo y a ron se sentía desde afuera. Toqué la puerta tres veces y a eso solo pude escuchar: — Qué quieres, no me interrumpas, has lo que sea y después me lo comunicas, pero ahora no me molestes, encárgate de todo — Dijo, pensando que era su secretaria quien
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Capítulo 38
— Lucrecia debe estar con Páter, le había ordenado que la tuviera en casa mientras nosotros nos casábamos, dado que no le avisé que el contrato no se llevó a cabo, debe tenerla consigo, olvidé decírtelo el día que te marchaste – Dijo finalmente — Eres un imbécil – Le grité correspondiendo a su mirada absorta, pero decirle eso me dolió mucho, porque nunca antes se lo había dicho con tanta sinceridad, esa expresión salió desde el fondo de mi alma, desde el fondo de todo el dolor que sentía. — Lo soy – Afirmó, como si mis ofensas no le lastimaran — Dónde encuentro a Páter – Dije luego de rechinar mis dientes por la molestia que sentía — Puedo llevarte hacia él – Se ofreció con amabilidad y eso me sorprendió más, no era capaz de concebir en mi mente la idea de subirme a su carro y recorrer un camino largo con él, estaba demasiado alcohólico como para manejar — No, no es necesario, solo dame la dirección e iré a buscarlo – Dije confundida— No, es mejor que llegue yo y le pida que la
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Capítulo 39
Sentí que mi sangre hervía y que mi cara se volvía roja como un tomate, por la vergüenza que me causaba que Eduardo hiciera esa petición, lo miré con desprecio porque me molestaba su forma tan hostil de actuar, de no ponerse los pantalones y luchar por mí, sino que contrario a eso solo se dedicaba a hacer cada vez más una tontería diferente. — Eduardo, no más estupideces, deja de comportarte como un chiquillo — gruñí intentando evadir la cercanía que nos comprometía. — Solo bésame — siguió suplicando mientras sus manos presionaban con fuerza el volante y mi mirada estaba fija en la lejanía que se percibía a través del espejo frontal. — ¿Por qué un beso? — Interrogué con la voz contrita — No sé si en verdad los besos sean buenos para las despedidas, yo en cambio pienso que son mejor para las bienvenidas —Agregué sin siquiera verlo, sabía que si lo observaba me quedaría petrificada y viva, y caería en su juego. — Yo nunca seré bienvenido en tu corazón por eso es mejor que me beses
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Capítulo 40
Tras que dije ese No, pasó frente a mí toda mi vida, la sumisión siempre había estado presente, y recordarlo solo me hizo reflexionar en que por muy duro que pareciera, tenía que empezar de cero, a luchar por mi propia cuenta y ya no depender de nadie más, ni permitir que nunca más me hicieran daño.— No nos iremos a España, al menos no hoy — advertí intentando contener mis lágrimas — ¿Y entonces? – preguntó encogiéndose de hombres y dejando caer el bolso, el cual recogí a lo inmediato porque sabía bien que ahí todavía llevaba dinero — Nos quedaremos aquí, trabajaremos aquí, y haremos una nueva vida aquí – afirmé sin comprender la trascendencia de mis palabras y la decisión tan apresurada que estaba tomando Lucrecia me miró impávida — Te has vuelto loca, solo somos unas aldeanas que ni siquiera sabemos inglés, no podríamos vivir en este inmenso país – gruñó molesta intentando convencerme, en verdad tenía razón, pero nada podía impedirme que luchara, quería algo distinto, ser una mu
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