— Buenos días, señorita, soy Mary, la joven que vino hace unos días – Le aclaré a la secretaria que ya me había atendido la otra vez, tras que entré a la empresa de nuevo, el mismo sitio en donde había empezado todo el desastre — Oh, querida Mary, qué bueno verte por aquí de nuevo – Me saludó con su español forzado— Sí, busco a Eduardo – Dije antes de seguir perdiendo más tiempo — Adelante, pasa, no está ocupado — Contestó, sus palabras me dieron aliento y a la vez miedo, llevé conmigo el bolso pues no sabía lo que podía suceder en esa oficina, la idea de ver a Eduardo nuevamente me lastimaba Subí las escaleras, temblando, con un inmenso temor que me calcinaba los huesos y hacía que mis piernas flaquearan, el olor a cigarrillo y a ron se sentía desde afuera. Toqué la puerta tres veces y a eso solo pude escuchar: — Qué quieres, no me interrumpas, has lo que sea y después me lo comunicas, pero ahora no me molestes, encárgate de todo — Dijo, pensando que era su secretaria quien
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