Capítulo 39
Sentí que mi sangre hervía y que mi cara se volvía roja como un tomate, por la vergüenza que me causaba que Eduardo hiciera esa petición, lo miré con desprecio porque me molestaba su forma tan hostil de actuar, de no ponerse los pantalones y luchar por mí, sino que contrario a eso solo se dedicaba a hacer cada vez más una tontería diferente.

— Eduardo, no más estupideces, deja de comportarte como un chiquillo — gruñí intentando evadir la cercanía que nos comprometía.

— Solo bésame — siguió suplicando mientras sus manos presionaban con fuerza el volante y mi mirada estaba fija en la lejanía que se percibía a través del espejo frontal.

— ¿Por qué un beso? — Interrogué con la voz contrita — No sé si en verdad los besos sean buenos para las despedidas, yo en cambio pienso que son mejor para las bienvenidas —Agregué sin siquiera verlo, sabía que si lo observaba me quedaría petrificada y viva, y caería en su juego.

— Yo nunca seré bienvenido en tu corazón por eso es mejor que me beses
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