Entré al inmenso hospital, pensando en cómo haría para buscar a Eduardo, para saber en qué sala estaba, pues yo no hablaba inglés, y ahí entendí cuán importante era estudiar, cuánto necesitaba aprender ese idioma para establecer mi vida en California, sin embargo, lo que debía hacer era apresurarme en búsqueda de Eduardo, y lo hice de la misma forma que me había aventurado en otras ocasiones.— Busco a Eduardo Villarreal ¿Puede indicarme en dónde encontrarlo? — dije en admisión, la mujer me miró confundida, luego me sonrió y se levantó haciendo una seña con su mano, demostrándome que debía esperarla, el frío del hospital me calaba los huesos, yo miraba a todos lados en busca de esas respuestas que ni yo misma tenía. Después de unos minutos, regresó, acompañada de un hombre.— Mucho gusto, soy Javier Martínez, voy a ayudarte, traduciendo lo que digas — se presentó el joven, yo asentí sonriendo para agradecerle, y entonces repetí la pregunta. Ellos a lo inmediato buscaron entre sus arch
— Habla ya que solo me dieron media hora — dije tan fuerte que pareció un grito horrible— Intento decírtelo para que no me veas como la mala del cuento, sé que amas a Eduardo, si no no estarías aquí, pese a todo lo que ya te he dicho – señaló conteniendo sus lágrimas—Sí, lo amo– afirmé con tristeza — Pero antes que eso, importa más apoyarnos entre mujeres, creo que es lo único imprescindible para esta sociedad, así que habla ya – dije, pues yo había sufrido demasiado por el machismo de mi padre, como para venir a juzgar a una mujer que no tenía nada de culpa en medio de todas las situaciones que Eduardo estaba provocando, ella era solo una víctima más de sus delirios.Fabiana me vio con miedo y desesperación, su maquillaje estaba corrido y sus lágrimas eran negras por el rímel en sus pestañas. Apretó sus labios para no llorar y dio un suspiro largo, antes de hablar — Mi padre abusó de mí cuando era una niña, mi madre nunca quiso creerme y se quedó con él, o más bien, todos nos qu
Después de escuchar a Fabiana solo pensé en qué era lo que debía hacer para que Eduardo reflexionara, pero de lo único que estaba segura es que él se estaba hundiendo solo, y por su propio gusto, y que por mi parte lo mejor que podía hacer era estudiar y marcharme de ese hospital, pues él ya lo había dicho muy claro, que ya era demasiado tarde.Ante las palabras de su amiga, que estaban llenas de verdad, él me evadió la mirada, así que inmediatamente aparté mi mano de su cabeza y caminé.— No, no te vayas — me suplicó Fabiana — Ya no hay nada que pueda hacer, es claro que todo está acabado que como ya escuchaste él se niega a todo por su terrible cobardía para olvidar el pasado — Dije de espalda ante ambos— Sí tienes razón ¿Cómo le has hecho para soportar tanto? – preguntó mientras se acercaba a mí para colocar su mano en mi hombro, sin embargo no quise voltear— Ha sido un impulso en mi intento por recuperar nuestro amor, por no dejar morir todo lo bello que construimos hace años,
Justo cuando quise huir, Aiden, Noah y Páter, estaban atrás de mí — Mary — escuché decir a Páter con su acento ridículo y forzado.— Ahora qué quiere, por qué me persiguen — grité enfadada porque lo que menos quería era hacer un show ahí. Sé que Ana me estaba observando impávida, no era fácil para ella verme acompañada de esos hombres que a simple vista uno podía darse cuenta de que eran millonarios.— Mary — dijo con la voz temblorosa — Por cuidar el prestigio del hotel no aceptamos este tipo de discusiones dentro — agregó nerviosa— Te das cuenta, vete de aquí — le grité a Páter— Eduardo, necesita verte — dijo ya en voz baja— Acabo de verlo, y ha dicho que es demasiado tarde, así que se quede con su tiempo perdido y su pasado, yo ya me harté — le dije intentando no gritar— Mary, por favor — repitió Ana, así que caminé hacia afuera, ellos me siguieron— Qué quiere ahora — volví a preguntar— Solo acompáñanos, en verdad es lo último que va a suceder, es la decisión final — contestó
Me levanté rápido para abrir la puerta y ver quién era el que había llegado, pero como si supieran mis intenciones, cuando abrí solo escuché los pasos acelerados de alguien que bajaba por las escaleras.— Vamos a ver quién es — gritó Lucrecia desesperada, incitándome a darle persecución a quien hubiese llegado a dejar el sobre. Pero yo solo pude quedarme detenida en la puerta, sin decir ni una palabra, el corazón me latía rápidamente.— Espera — logré decirle cuando me agarró la espalda como intentando empujarme para que caminara o para cruzar ella la puerta — Ya sabemos de quién se trata— Te dije que Eduardo no va a descansar ahora, ya se ha dado cuenta de que va a perderte para siempre, y es claro que él no quiere eso — respondió ella regresando de nuevo a la cama. Levanté el sobre, sintiéndome completamente aturdida, y decidí bajar hasta la recepción.— Ana, voy a pagarte una noche más en el hotel, y mañana en cuanto puedas me das la información para conseguir un apartamento — le d
Después de leerlo comprendí, que para amar, primero debía sanar, después de todo, yo al igual que Eduardo, estaba herida, y llena de dolores que no me dejaban pensar ni actuar con razonamiento lógico. — ¿Cuál es tu decisión ahora? — Me interrogó Lucrecia mientras yo arrugaba la carta con mis manos. — La misma, trabajaré en mí, en mi autoestima, en mi dolor, buscaré un psicólogo, que me ayude a canalizar el dolor que todo este embrollo me ha causado — respondí segura, al compás de los brazos de Lucrecia que rodeaban mi hombro. — Bueno y con lo demás qué – preguntó — También estudiar y trabajar, ver qué hacemos aquí, iniciar de cero, hacer mejores cosas, lograr otras cosas — especifiqué intentando darle tranquilidad — Mary, te has detenido a pensar en qué pasará con la empresa – inquirió Lucrecia y la angustia volvió de nuevo, pues era algo que había olvidado en su totalidad — No sé, lo que importa es que ya no está endeudada, después de todo fue lo único que conseguí – comenté
— Vamos, anda respóndeme — le grité por primera vez con enojo, pues odiaba que me hubiese ocultado todo durante seis meses, después que yo le había brindado mi confianza completamente incondicional— Sí, fui yo — repuso de golpe con la voz contrita, yo ya sabía bien que nadie más que ella podía ser la persona que llevara esa carta hasta mi cuarto, pero escucharla afirmar, me dolió muchísimo; la única en quien confiaba había estado jugando en mi cara y no me daba cuenta.— Por Dios, Lucrecia, nunca pensé que fueras capaz de meterte en esto, cuando en otras ocasiones tú misma me dijiste que me negara ¿Desde cuándo me has estado viendo la cara de estúpida? — repuse con rabia mientras le daba la espalda, no toleraba siquiera mirarla, tenerla frente a mí y no poder hacerle nada, porque era mi única amiga, mi única hermana, y después de todo era yo misma la que la había arrastrado a ese ambiente, cerca de Páter.Lucrecia me siguió cuando no pudo contener las ganas de llorar, colocó su mano
— La respuesta a eso ya la tienes tú — me dijo deslizando su brazo, logrando escapar de mi mano que la estaba apresando, yo no pude hacer ningún intento de detenerla, cerré la puerta, y me quedé de nuevo en medio de la sala, sola, con mis pensamientos indetenibles.Lo único que pude hacer fue abrazar los claveles que Eduardo me había enviado, siempre había dicho que yo tenía su mismo olor, pensar en lo que podían estar tramando a mis espaldas me llenó de temor, y a la vez de ansiedad, era como si solo eso me abarcara el alma, y no me dejara pensar en más, ya había tomado terapias, y como bien lo había dicho Lucrecia, y como también se lo había asegurado a mi psicóloga, que no era nada seguro que pudiera enamorarme de alguien más.Tomé la carta que recientemente había encontrado y busqué la anterior, la que me envió cuando estaba en el hospital, las últimas palabras de Lucrecia, se trataban sobre eso, en verdad había olvidado, que en ese texto estaba una última petición, y quizá por es