Capítulo 52

— La respuesta a eso ya la tienes tú — me dijo deslizando su brazo, logrando escapar de mi mano que la estaba apresando, yo no pude hacer ningún intento de detenerla, cerré la puerta, y me quedé de nuevo en medio de la sala, sola, con mis pensamientos indetenibles.

Lo único que pude hacer fue abrazar los claveles que Eduardo me había enviado, siempre había dicho que yo tenía su mismo olor, pensar en lo que podían estar tramando a mis espaldas me llenó de temor, y a la vez de ansiedad, era como si solo eso me abarcara el alma, y no me dejara pensar en más, ya había tomado terapias, y como bien lo había dicho Lucrecia, y como también se lo había asegurado a mi psicóloga, que no era nada seguro que pudiera enamorarme de alguien más.

Tomé la carta que recientemente había encontrado y busqué la anterior, la que me envió cuando estaba en el hospital, las últimas palabras de Lucrecia, se trataban sobre eso, en verdad había olvidado, que en ese texto estaba una última petición, y quizá por es
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