Abrí la mochila, y lo primero que encontré fueron dos vestidos largos completamente hermosos, dos antifaces y en el fondo de esta, había dos cartas más, y lo más relevante era una tarjeta de invitación supremamente elegante.— ¿Estabas peleando por esto? — pregunté irónica mostrando las tres cosas en alto mientras Lucrecia se ponía de pie— Arruinaste la sorpresa — musitó con rabia, estaba realmente frustrada y yo me estaba comportando como una niñita malcriada— Las cartas son de Eduardo supongo — dije mientras la abría e ignoraba su respuesta— No, son mías, me las dio Páter, lo único tuyo es la invitación — contestó quitándome las cartas antes de que pudiera abrirlas— ¿Y quién puede habernos invitado a algo si no conocemos a nadie aquí? —la interrogué sin atreverme a sacar la tarjeta y leerla— Pues nos está invitando una de las señoras a las que le trabajo, le dije que tenía una hermana, y que si no iba ella yo tampoco iría, así que me dio una especial para ti — comentó con trist
Ahora entendía por qué Eduardo señalaba que ese lugar le recordaba a mí, pues había ahí un sinnúmero de jardines llenos de claveles de todos los colores, como me gustaban, además había ahí un estanque hermoso, yo lo vi de largo, estaba muy lejos de donde me encontraba sentada, pero a simple vista pude notar el enorme parecido al que tenía con el que había cerca de uno de los cultivos de fresa, en donde tantas veces nos metimos para disfrutar de nuestros cuerpos desnudos.— Señorita — escuché que me dijeron y empecé a temblar, no pude disimular, estaba completamente absorta viendo el lugar— Sí, dígame, Señor — respondí a lo inmediato hablando en inglés y fingiendo mi tono de hablar— Este lugar está reservado para la joven que está en el cuadro — contestó señalándome el sitio. Sentí que el pecho iba a salirse de mí cuando di unos cuántos pasos, no podía creer lo que estaba frente a mis ojos, había ahí un enorme cuadro con mi rostro, era una pintura, pero era yo, dibujada en óleo, quis
— Señorita — dijo una voz, en inglés, y supe que esa no era la voz de Eduardo, volteé nerviosa.— Dígame — repuse de prisa— El señor Eduardo, ha pedido que me acompañe — dijo amablemente, tras escuchar eso, sentí que el mundo se venía encima de mí me había descubierto demasiado fácil. Seguí al hombre, y me vi de nuevo ahí, temblando de miedo, otra vez debía enfrentarme contra mis temores, mis sentimientos y mis ideas. Eduardo estaba en el sitio de donde me habían sacado primero, el lugar donde se encontraba el cuadro, observando de un lugar a otro a la espera de mi llegada, sonrió cuando me vio salir del salón que llevaba hacia su sitio, yo también fingí una sonrisa, aunque sentía que mi corazón se hacía añicos.— ¿Es usted Eduardo? — pregunté fingiendo completamente mi voz y hablando en inglés— Supongo que si estás en mi fiesta es porque sabes quién soy — repuso él también hablando en inglés— He venido a acompañar a mi amiga — dije temerosa, fingiendo siempre, para ver hasta donde
— ¿Quieres hablar de eso? — interrogué fingiendo, mientras me acercaba a sus labios. — Es de lo único que sé hablar, y si esto no se dará a como lo pensé quiero que al menos alguien lo escuche — contestó mientras apartaba su cara, retrocedí y guardé silencio, escucharlo me estaba poniendo nerviosa, pero me mantenía firme en mi papel de fingir. — ¿Y hablarlo te hace bien? – Pregunté mostrando cariño — Es la única forma de sacar un poco el dolor — dijo sin mirarme, con su voz contrita, pero debía seguir preguntando para entenderlo para descubrir la sinceridad de su amor por mí. — ¿Qué dolor? — pregunté — El dolor de amar a alguien que ya no existe, que solo deambula por mis pensamientos, y me hace ver alucinaciones, por ejemplo pensar que tú eres ella, y antes que iba al club a buscar a Fabiana o cualquier otra como ella, para pensar que estaba a mi lado, que aún vivía a mi lado – explicó con la cabeza fija en el suelo, evadiendo mi mirada, con una voz trémula como si por fin mos
Solo el sonido de nuestros suspiros se escuchaba. Encontramos nuestras miradas, demostrando posesión uno por el otro, solo la poca luz de la Luna nos alumbraba. La puerta principal estaba cerrada, y a nuestro alrededor no existía nada, más que enormes jardines y el sonido del agua.— Sígueme — me dijo tomando mi mano, entramos de nuevo al enorme salón, caminé tras él con dificultad, no sé si por los nervios o por mis tacones. Me llevó completamente lejos, los pasillos cada vez se volvían más oscuros, hasta que finalmente llegamos a una habitación enorme, cerró la puerta con llave y no fui capaz de mencionar ni una sola palabra.Él me tomó de la mano y me dirigió hasta la cama, yo estaba demasiado retraída por el temor, temblaba y mi sangre estaba completamente caliente que me oprimía el pecho. Era un lugar distinto al de la casa en donde me había llevado antes, y me asombré al pensar en cuántas casas tendría. Tomó un poco de vino, específicamente sangría y me lo sirvió. Brindamos y lu
— Sé quién eres, no es necesario que sigamos fingiendo — continuó diciendo, y mi cuerpo se erizó, me apreté el brazo intentando convencerme de que estaba idealizando demasiado y que ahora yo empezaba a alucinar, pero él siguió expresándose, al punto de dejarme muda, inmóvil como una estatua. — Desde que te miré, te reconocí a lo inmediato, por tu cicatriz de la espalda, tu vestido es destapado, y olvidaste ocultar eso – dijo tocando la cicatriz con su dedo — pero decidí seguirte el juego, y confesarte todo, que entendieras que todo esto lo hice para ti y por ti, que he cambiado, espero que hayas leído mi carta y me creas, ocultar lo que he guardado estos años fue muy complicado, y pensaba que solo estando borracho podía sobrellevarlo, pero estando en el internado y tomando terapias he logrado superar eso, y hoy he hecho todo esto para pedirte perdón, y si no venías entonces esto sería para despedirme de ti en silencio, como han sido siempre nuestras despedidas, porque yo ya ni siquie
Salimos de la habitación, yo iba con miedo y vergüenza por ver la cara de Lucrecia, y tener que explicarle todo, pero era más terrible pensar a qué iba a enfrentarse Eduardo y por qué la policía lo estaba buscando.Abrimos el enorme portón y finalmente salimos, la cara de sorpresa y alegría que se reflejaba en la cara de Páter y Lucrecia me dio calma. Eduardo me sujetó de la mano y habló— ¿Qué ocurrió? — preguntó ante la mirada de todos los que estaban en la fiesta— Vino la policía, a avisarte que ocurrió un problema con Fabiana y que necesitan que te presentes en el club, como no saliste rápido se marcharon — dijo páter en español, supongo que para que el resto no entendiera. Escuchar de nuevo el nombre de fabiana me pareció irrisorio, en verdad esa pobre mujer no podía ser eliminada de la vida de Eduardo.— Mi amor, yo, yo no sé qué esté pasando, pero Fabiana no tiene a nadie y debo ir — dijo tomando mi cara con sus dos manos, una sensación de molestia se apoderó de mí, pero no pu
El suceso nos conmovió a los dos, pensar en que Fabiana había tomado esa decisión estando a mi lado y que no me había dado cuente fue demasiado difícil de entender. Eduardo se contuvo las lágrimas y caminó de prisa hasta la salida, en donde ya los trabajadores del hospital sacaban el ataúd para colocarlo en la camioneta. Fue un momento muy complicado, tener que ser el quién cargara el cuerpo de Fabiana, pero esta vez estábamos acompañados, enfrentando ese dolor juntos, por sus acciones supe que en verdad su corazón noble seguía siendo el mismo, y eso recobró la confianza que creía perdida, en él. — Su velorio lo haremos solo tú y yo — dijo Eduardo después de un largo silencio en el que solo se escuchaban nuestros sollozos ante tal pérdida, celebrar nuestra reconciliación con un velorio no era nada agradable, pero no quedaba de otra — ¿Y su familia? Ella ha dicho que tiene padres, y también un hermano al que amó con todo su ser — señalé absorta, recordando lo que me había contado,