El suceso nos conmovió a los dos, pensar en que Fabiana había tomado esa decisión estando a mi lado y que no me había dado cuente fue demasiado difícil de entender. Eduardo se contuvo las lágrimas y caminó de prisa hasta la salida, en donde ya los trabajadores del hospital sacaban el ataúd para colocarlo en la camioneta. Fue un momento muy complicado, tener que ser el quién cargara el cuerpo de Fabiana, pero esta vez estábamos acompañados, enfrentando ese dolor juntos, por sus acciones supe que en verdad su corazón noble seguía siendo el mismo, y eso recobró la confianza que creía perdida, en él. — Su velorio lo haremos solo tú y yo — dijo Eduardo después de un largo silencio en el que solo se escuchaban nuestros sollozos ante tal pérdida, celebrar nuestra reconciliación con un velorio no era nada agradable, pero no quedaba de otra — ¿Y su familia? Ella ha dicho que tiene padres, y también un hermano al que amó con todo su ser — señalé absorta, recordando lo que me había contado,
— Eduardo yo — titubeé — no estoy segura de que pueda hacer eso, es decir, no sé cómo ser madre, y además nuestra relación apenas está empezando y no quisiera que eso se convirtiera en un problema más — logré decir completamente absorta— Mary, jamás voy a dejarte de nuevo, en verdad te amo, y sé que la llegada de Samuel a nuestras vidas solo sería de bendición, perdóname, pero es que no puedo desampararlo — afirmó mientras se detenía para tomar mi mano — te imaginas lo lindo que sería tener un hijo, seríamos una hermosa familia, y sé que tú podrías criarlo con amor, algo que tanta falta le hace, Mary, yo no quiero que Samuel sufra más— Eduardo, solo tengo miedo, pero sé que a tu lado las cosas serán distintas — asentí un poco preocupada. Él dejó de manejar y me besó la frente— Gracias por estar siempre conmigo, aún lejos sentía tu presencia, te amo por tantas cosas, pero sobre todo por tu nobleza, por esa luz que me transmites, esa luz que tanta falta me hacía. Solo tú has logrado
— ¡Eduardo! — exclamó con alegría y la mujer se apartó finalmente de la puerta, dándole paso a Eduardo para que se acercara a él — He venido por ti – dijo Eduardo amablemente mientras lo abrazaba e intentaba fingir una sonrisa, que más bien parecía una total melancolía. La expresión en el rostro de la madre anunciaba su tragedia, estaba claro que Fabiana no le importaba, pues ni siquiera había derramado una sola lágrima, en cambio ante el encuentro de Eduardo con Samuel, se mostraba totalmente dolida. — ¿Por mí? ¿A qué te refieres con eso? — preguntó Samuel con asombro — Que te vengas a vivir conmigo — aseguró sin importarle lo que la mujer pudiera decir, pues del hombre ya no se esperaba nada, se había quedado dormido debido a su embriagués. — No sé qué diga mi madre — inquirió Samuel llevando su vista hacia la mujer que lo miraba con mucha ira — Mi esposa y yo vamos a cuidarte — aseguró Eduardo con la voz contrita —!QUÉ! ¿Vas a casarte con mi linda hermana? ¿Fabiana será tu es
Ante sus ojos y su bondad no pude resistir, no estaba segura de convertirme en madre de un adolescente, así de rápido, e inesperadamente, o quizá no estaba preparada para ellos, pues jamás imaginé que en verdad Eduardo regresara a mí y que justamente sucediera esta tragedia, pero de lo que sí estaba consciente es que no quería separarme nunca más de su lado, por fin sentía esa paz que tanto había buscado. — Sí, Eduardo, estoy dispuesta a todo lo que podamos crear juntos — Confirmé su pregunta, y nos abrazamos. Al cabo de un rato partimos hacia el cementerio, terrible lugar para un migrante que ni en su tierra ni en la ajena logró encontrar la claridad, la bondad de la vida. Regresamos a casa con la piel marchita, y el corazón destrozado, por una parte sentía la felicidad absoluta por haber encontrado a Eduardo y por otra temía cuidar de Samuel que ahora estaba desamparado y que su muerte era también inminente. Isabel llegó al cabo de un rato, se alegró de verme, Eduardo mintió exp
Verlo de ese modo me pareció muy doloroso, pensar en la trascendencia de lo que estaba diciendo, y saber que posiblemente nos enfrentaríamos a una verdad más cruel, y similar a lo que acabábamos de pasar.— !Eduardo! — Logré decir, cuando abrió justamente la puerta, y Samuel reposaba en la cama, más pálido que antes, se tiró encima de él, le tocó el pulso, y empezó a gritar de rabia — Murió, Mary, Murió — su grito fue desgarrador, una soledad inmensa me inundó por dentro, después de dudar tanto para convertirme en la figura materna de esa criatura, ahora me sentía tan lastimada y rota, por verlo de ese modo, por tener que enfrentar a la muerte una vez más, y aunque ni siquiera había logrado compartir nada con él, había crecido en mí un sentimiento, desde que lo había visto en su casa, salir de ese cuarto en su silla de ruedas. —!Nooo, Eduardo, dime que no es verdad!— grité llorando mientras le tocaba la espalda para poder sostenerme de algún lado y sostenerlo a él, para Eduardo el s
Me quedé perpleja mirándolo, como si no hubiese escuchado, sé que no se refería a irnos de la casa en ese momento, sino que se refería a la idea planteada durante la noche.— Eduardo — musité su nombre cabizbaja, siempre lo hacía cuando no quería algo, él lo entendía bien, me conocía perfectamente.— Mary, escúchame — pidió mientras sus manos levantaban mi mentón— Quieres que nos vayamos al lugar que nos traerá más desgracias y más recuerdos y más dolores, busquemos la felicidad, Eduardo no más de lo mismo — insistí, pues lo que menos quería era regresar a España y encontrarme con una verdad cruel, pues ya de la empresa no sabía nada y eso me tenía en zozobra— No, todo será distinto, te lo prometo, por favor, amor mío, solo necesito volver a pisar la tierra que me vio crecer, la tierra que conoció nuestros pasos, el inicio de nuestro amor — suplicó él, mientras con sus manos sostenía mi cara, la acariciaba con ternura y sus ojos me miraban con sinceridad, mientras yo solo era capaz
— Sí, debemos irnos, este país me ha dado demasiados golpes, ya no soporto uno más — alegó incapaz de rendirse, y dispuesto a convencerme — Sí, pero huyendo no se soluciona la vida, lo sabes bien — volví a refutar en contra de su petición — Pero, Mary, nada de lo que hay aquí me pertenece, vámonos, no perdamos más tiempo – insistió, mientras me tomaba por la cintura y me volteaba hacia él, colocándonos de manera más cercana, nuestra cara mirándose fijamente — ¿Y qué haremos? ¿Con qué vamos a irnos? ¿Cómo vas a dejar la empresa? – pregunté con la voz cortada — Es de Páter, él deberá buscar un CEO que le ayude, yo me llevo mis ahorros, vendo esta casa y se acabó el problema, seremos libres de todas estas ataduras, anda vete conmigo — suplicó mientras colocaba sus manos en mi cara, pidiendo en ruegos — Sí, sí, me iré contigo, me iré contigo a donde quieras, ya no me mires con esa cara de borrego capaz de convencerme — dije mientras me tiraba a su boca para besarlo con furia y des
No importa si no encontramos nada, volveremos a nuestro país, pisaremos el suelo que amamos, saludaremos a la gente que nos quiere, y lo juro, seremos felices, somos cuatro seres con mucho talento y capacidad para construir un mejor futuro, hacer de nuestra vida algo mejor.— Siento que hasta ahora mi vida empieza a cobrar sentido — murmuró Páter abrazando a Lucrecia— Imagínate lo que siento yo — intervino Eduardo apesarado— Lo mismo es para mí, diez años esperando este momento, soñando con el día en que Eduardo estuviera a mi lado, deseando con todo mi ser que Lucrecia también fuera feliz, pues siempre la arrastré a mi desgracia, ella caminó conmigo todos mis pesares — conté yo también con temor— Yo te juro que voy a hacerla feliz, que daré mi vida por ella, que no le va a faltar nada — contestó a lo inmediato Páter, ya no me molestaba su acento forzado ni su pelo rojo, ahora todo era distinto, era el hombre que se había aventurado a amar a Lucrecia, a cuidar de ella, y quien habí