Me quedé perpleja mirándolo, como si no hubiese escuchado, sé que no se refería a irnos de la casa en ese momento, sino que se refería a la idea planteada durante la noche.— Eduardo — musité su nombre cabizbaja, siempre lo hacía cuando no quería algo, él lo entendía bien, me conocía perfectamente.— Mary, escúchame — pidió mientras sus manos levantaban mi mentón— Quieres que nos vayamos al lugar que nos traerá más desgracias y más recuerdos y más dolores, busquemos la felicidad, Eduardo no más de lo mismo — insistí, pues lo que menos quería era regresar a España y encontrarme con una verdad cruel, pues ya de la empresa no sabía nada y eso me tenía en zozobra— No, todo será distinto, te lo prometo, por favor, amor mío, solo necesito volver a pisar la tierra que me vio crecer, la tierra que conoció nuestros pasos, el inicio de nuestro amor — suplicó él, mientras con sus manos sostenía mi cara, la acariciaba con ternura y sus ojos me miraban con sinceridad, mientras yo solo era capaz
— Sí, debemos irnos, este país me ha dado demasiados golpes, ya no soporto uno más — alegó incapaz de rendirse, y dispuesto a convencerme — Sí, pero huyendo no se soluciona la vida, lo sabes bien — volví a refutar en contra de su petición — Pero, Mary, nada de lo que hay aquí me pertenece, vámonos, no perdamos más tiempo – insistió, mientras me tomaba por la cintura y me volteaba hacia él, colocándonos de manera más cercana, nuestra cara mirándose fijamente — ¿Y qué haremos? ¿Con qué vamos a irnos? ¿Cómo vas a dejar la empresa? – pregunté con la voz cortada — Es de Páter, él deberá buscar un CEO que le ayude, yo me llevo mis ahorros, vendo esta casa y se acabó el problema, seremos libres de todas estas ataduras, anda vete conmigo — suplicó mientras colocaba sus manos en mi cara, pidiendo en ruegos — Sí, sí, me iré contigo, me iré contigo a donde quieras, ya no me mires con esa cara de borrego capaz de convencerme — dije mientras me tiraba a su boca para besarlo con furia y des
No importa si no encontramos nada, volveremos a nuestro país, pisaremos el suelo que amamos, saludaremos a la gente que nos quiere, y lo juro, seremos felices, somos cuatro seres con mucho talento y capacidad para construir un mejor futuro, hacer de nuestra vida algo mejor.— Siento que hasta ahora mi vida empieza a cobrar sentido — murmuró Páter abrazando a Lucrecia— Imagínate lo que siento yo — intervino Eduardo apesarado— Lo mismo es para mí, diez años esperando este momento, soñando con el día en que Eduardo estuviera a mi lado, deseando con todo mi ser que Lucrecia también fuera feliz, pues siempre la arrastré a mi desgracia, ella caminó conmigo todos mis pesares — conté yo también con temor— Yo te juro que voy a hacerla feliz, que daré mi vida por ella, que no le va a faltar nada — contestó a lo inmediato Páter, ya no me molestaba su acento forzado ni su pelo rojo, ahora todo era distinto, era el hombre que se había aventurado a amar a Lucrecia, a cuidar de ella, y quien habí
— Primero lo que urge, mi pequeña, no comas ansias, primero debemos visitar el pueblo, pensar qué hacer sobre la empresa— La empresa, la empresa, bendito tema — lo interrumpí abrumada, pero no quería demostrar el miedo que me invadía.— Sí, aunque quieras omitirlo, se debe hablar — intervino Lucrecia, y me sentí asediada.— No perdamos más tiempo, debemos viajar a Godella en cuanto antes — dijo Eduardo incapaz de seguir ahondando en el tema; él me conocía bien, y sabía que me estaba empezando a incomodar y que no deseaba hablar de eso.— Sabe si hay un vehículo que haga viajes a esta hora hacia el pueblo de Godella – me animé a preguntarle a un hombre que estaba ahí y que parecía ser buena persona, pues después de todo lo que habían estado diciendo solo quería llegar y finalmente descubrir que estaba pasando, enfrentarme a la verdad— Sí, todavía queda una camioneta que podría hacerles el viaje — contestó mientras con su mano llamaba a otro hombre que estaba recostado en su vehícul
—Debes ser fuerte — Murmuró Lucrecia acercándose a mí para consolarme, para ayudarme a no decaer a no golpearme, pues estaba luchando contra lo poco que quedaba en la casa— Ya no, ya no quiero ser más fuerte, todo me lo han arrebatado, todo me lo han quitado, como si ser mujer fuera la mayor maldición para mí, como si finalmente mi padre tuviera razón y sus palabras se hicieran verdad, que si hubiera sido hombre mi vida habría sido distinta — grité con dolor, hasta que por fin caí al suelo.— Mary, mi amor — escuché decir a Eduardo desesperado mientras su cuerpo se abalanzaba sobre mí, intentando detener mi caída, pero yo ya reposaba en el suelo, completamente inconsciente, por el enorme dolor y lo fuerte que había sido para mí, tener que encontrar mi casa de esa forma.Lucrecia buscó en un bolso, un perfume, y en un trozo de tela colocó un poco, para ponerlo en mi nariz y hacerme reaccionar con el fuerte olor a alcohol inmerso en la fragancia. Eduardo me cargó en sus brazos y se sen
Lo primero que pensé fue en buscar la casa de Luis, ahí tenía que estar su familia, pensé, o encontrar al menos alguna pista. Era claro que lo presagiado por Lucrecia se había cumplido, que la cercanía de Magaly con Luis, no dejaría nada bueno.Cuando finalmente estuve frente a la casa de Luis, me sentí estaba cerrada y abandonada, grité una y otra vez intentando obtener una respuesta, pero todo era silencio. Esos mal nacidos, se habían hecho ricos con mi herencia, y era claro que se habían largado junto con su familia, quién sabe dónde, por eso en la vieja casa que habitaban, no había nada tampoco, igual que en la mía. — Señorita Mary — escuché una voz atrás de mí que me aterró, ya la tarde había empezado a caer, y aquel lugar se veía cada vez más oscuro y desolado. Eduardo, Lucrecia y Páter, no sabían siquiera dónde me encontraba, pues la casa de Luis estaba algo alejada de la mía. — ¿Quién es usted? — pregunté nerviosa mientras giraba mi rostro en dirección a la mujer, una vieje
Decidí finalmente levantarme cuando entendí que ya era demasiado tarde y que debía regresar, pues seguro debían estar muy preocupados por mí. Di unos cuantos pasos en dirección a mi casa, o más bien a lo que quedaba de casa, y me encontré a Eduardo, quien había salido a buscarme.— Mi amor, dónde te habías metido, estaba demasiado preocupado por ti, siento que un minuto lejos de mi lado es como una eternidad — gritó Eduardo abalanzándose a mis brazos, dispuesto a mi encuentro, su cuerpo era lo único que necesitaba para sostenerme para tener fuerza y poder continuar. Ahora él estaba conmigo, pero siempre la vida, nos estaba poniendo las cosas difíciles, cada vez aparecía en nuestro camino un sufrimiento más.— Nos robaron — repetí una y otra vez en completa desolación— Sí, eso es claro, pero no debiste venir hasta aquí sola, ya nada puede solucionarse respecto a eso, hace demasiado frío, volvamos a casa — definió él intentando mantener la cordura y la paciencia conmigo, pese a que lo
— Te juro, mi amor, que por nuestro amor, que por lo que nos hicieron, esta vez voy a triunfar encima del mal — le aseguré— Mary, tú sabes bien que la venganza no deja nada bueno, y te lo digo yo, que tú más que nadie conoce lo terrible de eso — repuso él nervioso, pude sentir en su voz el miedo de que yo pudiera convertirme en un ser despiadado, pero eso no estaba en mi corazón, ni en mi forma de ser.— No, no voy a vengarme, voy a hacer lo correcto, lo más justo — volví a afirmar para que no se preocupara por lo que pretendía hacer— ¿Cómo vas a lograrlo? No sabes nada de ellos, no van a regresarte el dinero — dijo Eduardo incapaz de querer luchar por eso, pues para él no era algo importante, él tenía dinero suficiente, pero yo quería demostrarle a esos dos que no iban a burlarse de mí tan fácilmente— Buscaremos a la policía, ellos se encargarán de buscarlos, de encontrar sus pistas, en el aeropuerto alguien deberá darles información sobre su viaje, como me la dieron a mí cuando b