Ante sus ojos y su bondad no pude resistir, no estaba segura de convertirme en madre de un adolescente, así de rápido, e inesperadamente, o quizá no estaba preparada para ellos, pues jamás imaginé que en verdad Eduardo regresara a mí y que justamente sucediera esta tragedia, pero de lo que sí estaba consciente es que no quería separarme nunca más de su lado, por fin sentía esa paz que tanto había buscado. — Sí, Eduardo, estoy dispuesta a todo lo que podamos crear juntos — Confirmé su pregunta, y nos abrazamos. Al cabo de un rato partimos hacia el cementerio, terrible lugar para un migrante que ni en su tierra ni en la ajena logró encontrar la claridad, la bondad de la vida. Regresamos a casa con la piel marchita, y el corazón destrozado, por una parte sentía la felicidad absoluta por haber encontrado a Eduardo y por otra temía cuidar de Samuel que ahora estaba desamparado y que su muerte era también inminente. Isabel llegó al cabo de un rato, se alegró de verme, Eduardo mintió exp
Verlo de ese modo me pareció muy doloroso, pensar en la trascendencia de lo que estaba diciendo, y saber que posiblemente nos enfrentaríamos a una verdad más cruel, y similar a lo que acabábamos de pasar.— !Eduardo! — Logré decir, cuando abrió justamente la puerta, y Samuel reposaba en la cama, más pálido que antes, se tiró encima de él, le tocó el pulso, y empezó a gritar de rabia — Murió, Mary, Murió — su grito fue desgarrador, una soledad inmensa me inundó por dentro, después de dudar tanto para convertirme en la figura materna de esa criatura, ahora me sentía tan lastimada y rota, por verlo de ese modo, por tener que enfrentar a la muerte una vez más, y aunque ni siquiera había logrado compartir nada con él, había crecido en mí un sentimiento, desde que lo había visto en su casa, salir de ese cuarto en su silla de ruedas. —!Nooo, Eduardo, dime que no es verdad!— grité llorando mientras le tocaba la espalda para poder sostenerme de algún lado y sostenerlo a él, para Eduardo el s
Me quedé perpleja mirándolo, como si no hubiese escuchado, sé que no se refería a irnos de la casa en ese momento, sino que se refería a la idea planteada durante la noche.— Eduardo — musité su nombre cabizbaja, siempre lo hacía cuando no quería algo, él lo entendía bien, me conocía perfectamente.— Mary, escúchame — pidió mientras sus manos levantaban mi mentón— Quieres que nos vayamos al lugar que nos traerá más desgracias y más recuerdos y más dolores, busquemos la felicidad, Eduardo no más de lo mismo — insistí, pues lo que menos quería era regresar a España y encontrarme con una verdad cruel, pues ya de la empresa no sabía nada y eso me tenía en zozobra— No, todo será distinto, te lo prometo, por favor, amor mío, solo necesito volver a pisar la tierra que me vio crecer, la tierra que conoció nuestros pasos, el inicio de nuestro amor — suplicó él, mientras con sus manos sostenía mi cara, la acariciaba con ternura y sus ojos me miraban con sinceridad, mientras yo solo era capaz
— Sí, debemos irnos, este país me ha dado demasiados golpes, ya no soporto uno más — alegó incapaz de rendirse, y dispuesto a convencerme — Sí, pero huyendo no se soluciona la vida, lo sabes bien — volví a refutar en contra de su petición — Pero, Mary, nada de lo que hay aquí me pertenece, vámonos, no perdamos más tiempo – insistió, mientras me tomaba por la cintura y me volteaba hacia él, colocándonos de manera más cercana, nuestra cara mirándose fijamente — ¿Y qué haremos? ¿Con qué vamos a irnos? ¿Cómo vas a dejar la empresa? – pregunté con la voz cortada — Es de Páter, él deberá buscar un CEO que le ayude, yo me llevo mis ahorros, vendo esta casa y se acabó el problema, seremos libres de todas estas ataduras, anda vete conmigo — suplicó mientras colocaba sus manos en mi cara, pidiendo en ruegos — Sí, sí, me iré contigo, me iré contigo a donde quieras, ya no me mires con esa cara de borrego capaz de convencerme — dije mientras me tiraba a su boca para besarlo con furia y des
No importa si no encontramos nada, volveremos a nuestro país, pisaremos el suelo que amamos, saludaremos a la gente que nos quiere, y lo juro, seremos felices, somos cuatro seres con mucho talento y capacidad para construir un mejor futuro, hacer de nuestra vida algo mejor.— Siento que hasta ahora mi vida empieza a cobrar sentido — murmuró Páter abrazando a Lucrecia— Imagínate lo que siento yo — intervino Eduardo apesarado— Lo mismo es para mí, diez años esperando este momento, soñando con el día en que Eduardo estuviera a mi lado, deseando con todo mi ser que Lucrecia también fuera feliz, pues siempre la arrastré a mi desgracia, ella caminó conmigo todos mis pesares — conté yo también con temor— Yo te juro que voy a hacerla feliz, que daré mi vida por ella, que no le va a faltar nada — contestó a lo inmediato Páter, ya no me molestaba su acento forzado ni su pelo rojo, ahora todo era distinto, era el hombre que se había aventurado a amar a Lucrecia, a cuidar de ella, y quien habí
— Primero lo que urge, mi pequeña, no comas ansias, primero debemos visitar el pueblo, pensar qué hacer sobre la empresa— La empresa, la empresa, bendito tema — lo interrumpí abrumada, pero no quería demostrar el miedo que me invadía.— Sí, aunque quieras omitirlo, se debe hablar — intervino Lucrecia, y me sentí asediada.— No perdamos más tiempo, debemos viajar a Godella en cuanto antes — dijo Eduardo incapaz de seguir ahondando en el tema; él me conocía bien, y sabía que me estaba empezando a incomodar y que no deseaba hablar de eso.— Sabe si hay un vehículo que haga viajes a esta hora hacia el pueblo de Godella – me animé a preguntarle a un hombre que estaba ahí y que parecía ser buena persona, pues después de todo lo que habían estado diciendo solo quería llegar y finalmente descubrir que estaba pasando, enfrentarme a la verdad— Sí, todavía queda una camioneta que podría hacerles el viaje — contestó mientras con su mano llamaba a otro hombre que estaba recostado en su vehícul
—Debes ser fuerte — Murmuró Lucrecia acercándose a mí para consolarme, para ayudarme a no decaer a no golpearme, pues estaba luchando contra lo poco que quedaba en la casa— Ya no, ya no quiero ser más fuerte, todo me lo han arrebatado, todo me lo han quitado, como si ser mujer fuera la mayor maldición para mí, como si finalmente mi padre tuviera razón y sus palabras se hicieran verdad, que si hubiera sido hombre mi vida habría sido distinta — grité con dolor, hasta que por fin caí al suelo.— Mary, mi amor — escuché decir a Eduardo desesperado mientras su cuerpo se abalanzaba sobre mí, intentando detener mi caída, pero yo ya reposaba en el suelo, completamente inconsciente, por el enorme dolor y lo fuerte que había sido para mí, tener que encontrar mi casa de esa forma.Lucrecia buscó en un bolso, un perfume, y en un trozo de tela colocó un poco, para ponerlo en mi nariz y hacerme reaccionar con el fuerte olor a alcohol inmerso en la fragancia. Eduardo me cargó en sus brazos y se sen
Lo primero que pensé fue en buscar la casa de Luis, ahí tenía que estar su familia, pensé, o encontrar al menos alguna pista. Era claro que lo presagiado por Lucrecia se había cumplido, que la cercanía de Magaly con Luis, no dejaría nada bueno.Cuando finalmente estuve frente a la casa de Luis, me sentí estaba cerrada y abandonada, grité una y otra vez intentando obtener una respuesta, pero todo era silencio. Esos mal nacidos, se habían hecho ricos con mi herencia, y era claro que se habían largado junto con su familia, quién sabe dónde, por eso en la vieja casa que habitaban, no había nada tampoco, igual que en la mía. — Señorita Mary — escuché una voz atrás de mí que me aterró, ya la tarde había empezado a caer, y aquel lugar se veía cada vez más oscuro y desolado. Eduardo, Lucrecia y Páter, no sabían siquiera dónde me encontraba, pues la casa de Luis estaba algo alejada de la mía. — ¿Quién es usted? — pregunté nerviosa mientras giraba mi rostro en dirección a la mujer, una vieje