Después de todo aquello Isabdiella se fue al salón fucsia, deseaba un día de tranquilidad, un día para ella, para relajarse y estar tranquila. No había tenido buena noche, aunque agradecía enormemente que su mañana hubiese sido iluminada por la noticia del nuevo bebé, un sobrinito o sobrinita, que llegaría para inundar sus vidas de amor, y llenar Palacio de risas. Estaba conmovida y agradecida. —¡Oh, Alá!— suspiró feliz— gracias, gracias. Sin embargo, los acontecimientos de la noche anterior no dejaban de atormentarla, no quería pensar pero, tampoco quería estar en compañía de nadie, sólo deseaba quedarse en aquel salón el resto del día. Se dedicó a leer por mucho rato y cuando se sintió agotada, tomó un lienzo, las pinturas y todo lo demás que era necesario para pintar. No era una experta como Zashirah, pero lo hacía bastante bien según su criterio, al menos eso se decía para animarse a sí misma. Pintó, pintó y pintó sobre el lienzo, podía apreciar como se comenzaba a apreciar el d
Leer más