Amaba a su familia, pasar tiempo todos juntos, compartiendo el te de jazmín, un vino, o sencillamente un momento en familia, pero también amaba esos momentos de intimidad, como ahora, cuando podía vagar por una habitación y dedicarse solo a pensar ya pensar.
Isabdiella, suspiró pesadamente mientras sus ojos se deslizaban con letargo sobre la amplia pared cubierta de retratos hechos por su propia madre. Antes de que se casará con su padre, había sido una excelente fotógrafa del mundo occidental, había viajado mucho y había fotografiado lugares únicos, algunos a los que ningún hombre se aventuró a ir. Luego de casarse y convertirse en la Soberana de aquel exótico país, su pasión por la fotografía había disminuido un poco ya que no podía ejercerla con libertad absoluta, no podía simplemente abandonarlo todo y viajar a África, Siberia o algún otro lugar para realizar un álbum fotográfico, pues era una Reina dedicada al bienestar de su pueblo, sin embargo, la familia se convirtió en su centro de atención y la cámara no dejaba de enfocar los mejores momentos de los integrantes de la familia Real.
Sus ojos viajaron por las fotografías, aquel era su lugar favorito de Palacio; El cuarto de la felicidad, y sí, eso era. Sin poder evitarlo su mirada de detuvo en una foto de Drew Penfoll, aunque se le ve aún muy joven, casi pueril, sus lindos ojos resaltaban en la fotografía y parecían mirarla con ardor. Aún recordaba esos encuentros con él, encuentros que nunca debieron suceder. Besos, caricias, besos y más caricias. . .
Drew, era un descarado sin remedio y si se lo hubiese permitido, hubiese llegado muy lejos en sus furtivas caricias, en los momentos en los que se aprovechaba de su absoluta debilidad.
Él no le convenía.
Lo sabía, lo tenía muy claro, sin embargo no podía evitar esa sensación cuando le veía o le pensaba y debía asumir que lo pensaba mucho, más de lo que quisiera reconocer. No. No le convenía en lo absoluto. Cerró los ojos y sin poder evitarlo, recuerdos vinieron a su mente. Esa boca moviéndose sobre la suya, esos brazos brindándole refugio.
—¡Basta Isabdiella Mubarack!— se reprendió mientras abría los ojos— es suficiente. Es suficiente, ¡Por Alá, debes olvidarte de él!
—Lo mismo me pasaba con tu hermano— la voz de la nueva Soberana logró sobresaltarla. Se consideraba así misma como una Princesa bien educada y con modales intachables pero, en ese preciso instante quiso maldecir a voz en cuello su mala suerte.
—Majestad— se giró suavemente para buscar a la portadora de aquella dulce voz— me ha generado usted un susto terrible.
—¡Oh Alteza, no han sido esas mis reales intenciones!— le respondió con burla, mientras hacía delicados gestos con las manos.— ¡Tonterías, éste no es un acto público así que deja los formalismos!
—Sé lo que vas a decirme y. . .
—Y no quieres escucharlo— se adelantó.
—Exactamente, Vanessa—caminó y se sentó en uno de los cómodos sillones— lo hemos conversado lo suficiente.
—Lo quieres— le aseguró— ¿Qué hay de malo en eso?
—Que no debo hacerlo— sus hermosos ojos la miraron fijamente— no debo hacerlo, Vane.
—Sé que mi hermano parece ser. . . No una buena opción— dudó como decirlo— pero te aseguro que es bueno.
—Nunca he dicho lo contrario— se acomodó en el cómodo sillón para darle lugar a su cuñada— pero debes entenderme.
—Lo hago, créeme que lo hago. Isa, yo misma luche contra mis sentimientos por Nael.
—Sí, pero él te correspondía— argumentó con algo de tristeza.
—No siempre supe que lo hacia— le recordó con una triste sonrisa— los primeros años sufrí en silencio porque creí que no era lo suficiente buena para él y para el pueblo. Drew. . .— dudó— es diferente, pero bueno.
—Drew, es mujeriego, arrogante, prepotente, que sólo quiere llevarme a la cama.
—No digas eso— la miró seria—bueno mi hermano es así y no lo niego pero es bueno. Necesita de alguien como tú; dulce, buena, pero con carácter, cariñosa, eres su complemento perfecto. Tu temple lo equilibraría.
—Tonterías Vanessa, además. . . no me quiere, nunca lo ha dicho, sólo está encaprichado.
—Pero tú si le quieres— retrucó.
—Tengo una especie de relación con Hassan, lo sabes.
—Y el doctor es una persona maravillosa, te adora se le ve en sus ojos. Allí el problema es si tú sientes lo mismo.
—Puedo llegar a sentirlo—auguró.
—Poder, no da seguridad a llegar a hacerlo. Además, no te digo que te lances a los brazos de mi hermano, eso sería una tontería. Pero que al menos evaluaras con sinceridad lo que sientes por él. Si tienen oportunidad de estar juntos no deberían desaprovechada, el tiempo junto al ser que amas es realmente valioso — Isabdiella vio tanto brillo en sus hermosos ojos, la felicidad se le desbordada sin poder ser controlada, aquellos meses de casada de habían hecho madurar aún más. Ahora tenía un exquisito porte, era dedicada a las cosas del pueblo. Siempre supo que sería una excelente Soberana.
—Entiendo y agradezco tu preocupación dulce Vanessa— le sonrió triste— pero he tomado la decisión de mantenerme alejada de Drew Penfoll y eso es lo que voy a hacer.
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—¿Te puedo ayudar en algo?— la voz de Hassan, la sacó de sus cavilaciones.
—¿Qué?, ¿Cómo?— lo miró con ojos enormes.
—Hoy estás sumamente callada, taciturna. No eres así — Hassan la miró con ternura— Si hay algo que te preocupe, quizás yo pueda ayudarte— extendió su mano grande y suave para cobijar una mano de Isabdiella. Ella lo miró fijamente a los ojos, era un hombre sumamente atractivo, caballeroso, bien educado, muy formal, era sin duda alguna, el sueño de cualquier mujer y ella tenía la fortuna de ser la dueña de su corazón, porque él no ocultaba su profundos sentimientos hacia ella.
—No me sucede nada, Hassan— suspiró— es sólo que. . .
—No dudes— le sostuvo la mano con fuerza— bien sabes que puedes contarme lo que sea.
—Lo sé y lo agradezco, pero. . . Hassan, ¿crees que soy buena?
—¡Por Alá, que eres la mujer más buena que he conocido!— exclamó sonriendo— Una prince. . .
—No— le interrumpió— háblame de la mujer, no de la Princesa. Olvídate de mi título, quiero saber lo que piensas de mi como mujer.
— Sabes que mi opinión está parcialidad, sabes cuánto te quiero. Aunque por eso no deja de ser cierto todo lo que voy a decir; eres una de las mujeres más hermosas que he visto. Tienes un cuerpo maravilloso que el caftán en vez de ocultar, no hace más que dibujar con elegancia. Tienes unas manos suaves y delicadas, una nariz perfecta, tienes los ojos más hermosos que haya visto jamás, los más bellos de todo Norusakistan y por si eso fuese poco— sonrió— tienes la mirada profunda y sincera. ¿Y que decir de tu boca?, Labios delicados, inocentes y seductores— con la yema del dedo dibujo la silueta de su labio inferior— parecen jugosos e invitan a ser basados. Enloquecerían al más cuerdo de los hombres que sin dudar abandonaría su raciocinio por el favor de basarlos. Pero ya va, eso no es todo. Porque si eres extremadamente hermosa en el exterior, tu belleza interna sin duda supera tu físico; eres dulce, buena, tienes un corazón enorme, generosa, te preocupas más por otros que por ti y ese altruismo es dulcemente maravilloso, siempre tienes una bondadosa sonrisa para otros, siempre ves el lado positivo de las cosas, eres familiar y no sabes lo que daría por estar dentro de los tres hombres que más amas, aunque comprendo que destronar al antiguo y al actual Jeque no es tarea fácil, ya que adoras profundamente a tu padre y a tu hermano. Y ver cuánto puedes llegar a amar sólo i***a a amarte, a querer despertar ese amor en ti, a querer convertirse en el objeto de tu afecto.
—Hassan. . .— susurró contemplándolo anonadada, el concepto que tenía de ella era sublime.
—Te mereces lo mejor Isabdiella, te mereces que te amen con locura, con un ardor tan intenso como el calor del desierto de Norusakistan.
—Gracias— delicadas lágrimas salieron de sus ojos y se realizaron por sus mejillas. Y se lanzó a sus brazos, Hassan los abrió y la estrechó con dulzura contra el calor de su pecho.
La amaba, como jamás había amado a nadie.
Qué agradable calor y protección sentía en los brazos de Hassan, su sola presencia la reconfortaba, la hacia sentir protegida y quería. ¿No era eso suficiente para amar a alguien?Debería serlo, debería ser suficiente sentirse de aquella manera, debería ser un requisito para el amor, o quizás no un requisito, sino lo único, pero sabía que no era cierto, el amor pedía más. Los brazos de Hassan eran fuertes, firmes, cálidos y la hacían sentir segura. Un sentimiento de vulnerabilidad la embargó, estaba acostumbrada a ser fuerte pero, aquel día de sentía especialmente sensible. Se alejó un poco y observó fijamente los oscuros y hermosos ojos de Hassan. Él era hermoso, con esa característica hermosura de los hombres Norusakistanes. Su mirada le trasmitía paz, sosiego y una adoración infinita. Él la amaba e Isabdiella no lo dudaba, aunque él nunca se hubiese atrevido a besar sus labios, aunque no le hubiese hecho una declaración formal, sabía que la quería, para ella era tan claro como su
Se había quedado pensando en la conversación que tuvo con sus padres, había sido algo. . . vergonzosa, pero no había logrado ayudarla mucho, de hecho, estaba preocupada. ¿Qué estaría pensando Hassan?¿Pensaría que era una princesa descarada?¿Cambiaría su opinión sobre ella?Hassan era muy recatado, noble y de principios firmes, esperaba realmente no haber arruinado su imagen frente a él.Se negó a salir de sus habitaciones, así que le habían enviado la cena para que pudiese disfrutar de su comida en la intimidad de su propio espacio. Luego abrió los amplios ventanales de su habitación y salió al balcón, aspiró con fuerza para llenar sus pulmones de aire puro. La noche había caído, cubriendo así el inmenso desierto con su oscura sombra.—¡Oh Alá!— dijo en un susurro mientras elevaba sus ojos al oscuro cielo y luego los cerraba. No entendía el porqué de su turbación, la vergüenza inicial ya había pasado, ahora no entendía la extraña sensación alojada en su pecho.—Hace frío acá afuera
Era momento de iniciar un nuevo día. Isabdiella despertó con los primeros rayos del sol, en cuanto se movió para levantarse, Zashirah abrió los ojos y le regaló una hermosa sonrisa. — Buen día, Isa— le susurró.—Buen día, Zash— respondió en un susurro.—Hoy iré contigo al hospital.—Perfecto— sonrió. Su prima se marchó a su propia habitación e Isabdiella se propuso a darse una ducha. Su padre no se sorprendió cuando entró y consiguió a Zahiry sobre sus sábanas. Tomaron su café en el balcón para no interrumpir el sueño de la princesa, y es que Zahiry no era para nada madrugadora, la princesa era amante del sueño y el profundo descanso, según sus propias palabras, eso le permitía permanecer bella. Pasaban las nueve de la mañana cuando salió de Palacio en compañía de Zashirah. Pasaron primero al orfanato, llevando algunas prendas y telas que se dedicarían a nuevo a vestuarios, Afortunadamente no eran muchos los niños sin hogar, la mayoría quedaban huérfanos por distintos motivos, pero e
De acuerdo, no podía permitirse ruborizarse y exponerse frente a todos, no podía darse la vuelta y salir huyendo, debía reponerse y enfrentar la situación. Isabdiella lo observó fijamente y se repuso de la primera impresión, sintió los ojos de Nael fijos en ella, sabía que su hermano estaba al pendiente de su reacción, se preocupaba por ella e Isabdiella se lo agradecía, aunque en aquel preciso instante se sentía como si fuese observada por todos, quería tener una reacción natural, lo más natural posible y rogaba porque sus nervios no la traicionaron frente a toda la familia. —¡Drew, pero que agradable sorpresa!— sonrió— Bienvenido a Palacio, que Alá bendiga tu estadía en nuestras tierras— sonrió, aunque internamente estaba muy nerviosa y temblaba ansiosa al sentirse observada.—Muchas gracias, Ella— le sonrió y la observó mientras tomaba su asiento— ha sido un viaje largo, pero ya era hora de tomar vacaciones. Extrañaba mucho a Vanessa.—Y yo estoy feliz de tenerte aquí— le sonrió
Fue muy poco lo que Isabdiella alcanzó a dormir aquella noche. Estaba sumida en un torbellino de sentimientos, y emociones, lloraba de forma silenciosa porque no sabía reconocer todos los sentimientos presentes en ella. Estaba avergonzada por su comportamiento y por la forma tan descarada en la que dejaba que aquel sinvergüenza la tocara, no entendía como su cuerpo era capaz de responder a sus caricias de aquella forma. Despertó al sentir que Zashirah salía de su cama, su prima le dio un dulce beso en la frente y se marchó a su habitación. Su padre le acompañó en su habitual café matutino y tuvieron una charla sobre el Reino. Ocultó el terrible dolor que taladraba su cabeza, de más valdría preocuparlo y no quería que su cabeza de llenara de los recuerdos de aquella noche. El desayuno se desarrollaba de manera muy normal y ella evitaba a toda costa mirar a Drew, que la buscaba insistentemente con la mirada. Toda la normalidad se acabo cuando Nael dijo;—Me honra informar que pronto se
Después de todo aquello Isabdiella se fue al salón fucsia, deseaba un día de tranquilidad, un día para ella, para relajarse y estar tranquila. No había tenido buena noche, aunque agradecía enormemente que su mañana hubiese sido iluminada por la noticia del nuevo bebé, un sobrinito o sobrinita, que llegaría para inundar sus vidas de amor, y llenar Palacio de risas. Estaba conmovida y agradecida. —¡Oh, Alá!— suspiró feliz— gracias, gracias. Sin embargo, los acontecimientos de la noche anterior no dejaban de atormentarla, no quería pensar pero, tampoco quería estar en compañía de nadie, sólo deseaba quedarse en aquel salón el resto del día. Se dedicó a leer por mucho rato y cuando se sintió agotada, tomó un lienzo, las pinturas y todo lo demás que era necesario para pintar. No era una experta como Zashirah, pero lo hacía bastante bien según su criterio, al menos eso se decía para animarse a sí misma. Pintó, pintó y pintó sobre el lienzo, podía apreciar como se comenzaba a apreciar el d
Drew, caminaba pensativo por los pasillos de Palacio. La actitud de Isabdiella lo tenía desconcertado, un momento lo besaba, correspondía con ardor a sus caricias y al siguiente sus ojos mostraban una terrible culpa. . . quizás remordimiento, no lo sabía, pero si eso fuese el caso. ¿Culpa? ¿Qué le hacía sentir culpable? Quizás sentía culpa de su deseo, de no poder controlar lo que su cuerpo sentía por él y reaccionar sin pensarlo. ¿Remordimiento? ¿Qué le podría causar remordimiento? Su mismo deseo, o tal vez, el hecho de que por poco le hubiese permitido hacerle el amor. Sabía que la pureza era importante en Norusakistan, sin embargo no era una regla estricta, no lo había sido en caso de Nael. Vanessa estuvo por mucho tiempo asustada por la posibilidad de estar embarazada, mientras Nael se casaba con la francesa. ¿Y que decir de ella? Todo en Haleine LeBlanc, gritaba sexualidad, estaba seguro de que no guardaba su pureza para Nael, entonces, ¿podría ser eso lo que la atormentaba
Isabdiella pudo sentir como el rubor cubría inmediatamente sus mejillas al sentirse descubierta besando a Hassan. Sus ojos se encontraron con los grises ojos de Drew que le miraban fijamente, su expresión no decía nada pero su fija mirada dejaba entrever mucho.—Lamento interrumpir— dijo casualmente— no sabía que estabas con el doctorcito.—Drew Penfoll— Hassan lo miro y le dedicó una sonrisa— no estaba al tanto de que visitaba nuestras tierras. Que Alá bendiga su estadía en Norusakistan.—Gracias. Venía en busca de Isabdiella, he escuchado que pintabas.—Sí — dijo firme, aunque sentía que su corazón quería saltar fuera de su pecho— lo hago cuando me inspiro.—Deseaba apreciar tu pintura— dijo caminando hasta quedar frente al lienzo— es sin duda alguna una pintura maravillosa, realmente buena. —Gracias— a sus palabras siguió un incómodo silencio, Isabdiella sentía ganas de abandonar el salón, no quería estar allí con ellos dos. El silencio de rompió con la llegada de Azhohary.—¡Boca