Todos los capítulos de La secretaria favorita del jefe: Capítulo 1 - Capítulo 10
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1: Salvar al jefe.
Su jefe había dicho que tendría un anuncio importante para dar, aquella era la razón por la que Massiel y sus demás compañeros se encontraban agrupados en aquella oficina. Expectación y curiosidad se distinguía en la mirada de todos, en especial de Massiel, que había escuchado un rumor que le había impedido poder concebir un solo instante de paz. El simple hecho de recordar la seguridad con la que su compañero había dicho aquello y había afirmado que era verdad, dolía en su corazón. Había intentado poner su mejor rostro, ofrecer la mejor versión de sí misma a los demás, pero algo le decía que había fracasado de manera inquietante. El decaimiento relucía en cada margen de su rostro, del color de la nieve en su estado más puro, e igual de frío, pero las apariencias, eran demasiado engañosas, si había algo que Massiel no era, era fría, su corazón permanecía cálido de amor, de aquel amor que sentía por su jefe, desde hace tres extensos y tortuosos años había estado enamorada de aquel h
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2: Deshacerse de ella.
—¿Me estás escuchando, Massiel? La mujer pareció salir del su ensimismamiento. Su mente se encontraba alejada de la realidad, pensaba en lo que había escuchado en aquellos baños, en la "confesión" que sus oídos conocían. —Sí, claro, amor, te estoy escuchando. —Maldita sea, no lo haces. Si no quieres salir conmigo, puedes decírmelo de una vez por todas. Demonios. —Lo siento, de verdad… te estaba escuchando, es solo que por un instante, mis pensamientos… —Esa siempre es tu excusa, Massiel. "Claro que te escucho, es que mi jefe me dijo algo y estaba pensando…" "Sí, claro que sé de qué hablas, solo me distraje unos segundos porque pensaba en unos proyectos que tengo que hacer para la empresa" ¡Siempre es lo mismo contigo, Massiel! ¡Saco tiempo de donde no tengo para estar contigo, y parece no importarte un demonio! Massiel cerró sus ojos. Su relación se basaba en peleas. Cada vez era menos tolerante a sus discusiones sin sentido. Ni siquiera sabía por qué seguían siendo pareja, quizá
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3: Amor turbulento.
No había dejado de pensar en las palabras que había escuchado de Inés. Massiel quería poder un freno, pero no quería parecer una amante amargada, o pasar como mentirosa. La rubia dilató sus ojos al percatarse de que había llegado una hora tarde a su empleo. Echando a un lado el cúmulo violento de pensamientos que aparecieron al percatarse de que había desperdiciado una hora para perseguir a Inés, Massiel caminó hacia su oficina. Al abrirla, el rostro del amor le dio la bienvenida. —Buen día. Los latidos bruscos de su corazón se escuchaban como violentas tamboras. —Buenos días, señor. —Antes de que él pudiera pedirle explicaciones por su retraso, ella empezó a hablar—. Lamento la tardanza, sucedió algo que me retrasó. «Dile que vas a renunciar». Massiel pasó por alto aquel pensamiento. —¿Sucedió algo malo? —No, señor. No llegaré tarde de nuevo. «¡Dile que vas a renunciar!», insistió su cabeza. —¿Problemas personales? —preguntó él, no era muy incauto cuando se trataba de ella,
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4: Plan.
La soledad, siempre había estado presente en la vida de Emiliano. Era una soledad de solución más compleja que simplemente rodearse de un montón de personas. Había sentido aquella soledad desde que su madre los había abandonado a él y a su padre por otro hombre. La única persona que conseguía menguar aquella soledad, era Massiel. Emiliano estaba al tanto de que no podía aferrarse a aquello, porque su secretaria favorita, podría renunciar en cualquier instante. Un suspiro pesado emergió de sus labios secos. La soledad, una vez más lo rodeaba en aquella enorme mansión. Anhelaba la presencia de Massiel, estaba al tanto de lo profundamente incorrecto que era para un hombre casi casado, tener aquella clase de anhelos. Pensó en su padre, liberando otro suspiro, seco y muerto. La salud del hombre estaba completamente deteriorada, no había demasiado por hacer. Sufría del corazón, el doctor había sido cruel y explícito al decirle que podría morir de un infarto en cualquier instante. Tenía qu
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5: Timothy Wagner.
Algunas miradas cayeron indiscretas sobre Massiel y Emiliano cuando ambos llegaron en el mismo carro. De repente, ella recordó como había escuchado a sus dos compañeras decir que era "La zorra del jefe". Había pensado durante aquel término durante varias horas, pero solo en aquel instante, este se había aparecido de nuevo en su mente, despertando una agitación en ella. Todos creerían que en realidad era la zorra del jefe, jamás se había visto a Emiliano llegar con nadie a la empresa, ¿y llegaba justo con aquella que todos creían que se acostaba con él? Era muy poco favorable, pero Massiel dudaba que su jefe conociera de alguna manera aquel rumor. —Hay que ir a la junta, estamos tarde. La única razón por la que había invitado a Massiel a aquella junta, era para crear cercanía con ella, pero no podía admitirlo, tenía que mantener aquella barrera entre ambos, la barrera de jefe y secretaria. Entre rápidos pasos, ambos se desvanecieron por un pasillo poco transitado. Al llegar a la
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6: Secreto.
Habían transcurrido dos semanas desde que Massiel había descubierto el secreto de Inés. Desde aquel día, las cosas se habían vuelto mucho más tensas entre ambas, que compartían miradas que decían demasiado y a la vez, nada. Palabras amenazantes que Massiel no se molestaba en recordar, pero que aparecían de repente en los pasadizos de su cabeza. "No tienes idea de lo fácil que sería para mí acabar contigo. No importa lo que digas, Emiliano jamás va a creer en las palabras de su empleada por encima de las de su futura esposa". Massiel caminaba hacia la oficina de Emiliano con unos papeles entre sus manos. Tragó saliva con dificultad, había evitado a su jefe por dos semanas, dedicándole rostros fríos y palabras cortantes. Debía de mantener lo más alejada de él, una sola palabra de advertencia no había salido de sus labios, que pronto estallarían entre gritos de impotencia. Tocó la puerta antes de entrar, empujándola cuando escuchó la palabra "pasa". —Buenos días, señor —saludó, con
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7: Feliz cumpleaños, Massiel.
Unas enormes bolsas negras adornaban de manera tétrica el rostro escuálido de la rubia, que bebía de manera insistente café, para así evitar caer rendida antes las garras vigorosas de un sueño profundo. La reflexión de si, en realidad él sentía por ella algo, y no todo se trataban de cavilaciones de su parte, no le había permitido concebir un instante de sueño la noche anterior. Massiel maldijo en voz baja, recostando la cabeza de su escritorio, pero poco duró aquel intento de descanso, pues la puerta fue abierta por una persona. La mujer se acomodó en su asiento con apenas fuerza cuando vio a Emiliano entrar. El brillo del collar de diamantes que ella había decidido usar, le robó la mirada por más de un instante a su jefe. El hombre no le ofreció ni siquiera una oportunidad para hablar. —Feliz cumpleaños, Massiel. La sonrisa de Emiliano la transportó a un universo paralelo, en donde ambos eran los protagonistas de una historia de amor, una no turbulenta como la que les deparaba
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8: Salida.
—Estaré algo ocupada —mintió. Aquel hombre no le generaba alguna confianza. —Puedes posponerlo, pues tengo una propuesta para ti, Massiel. —¿Qué clase de propuesta, señor Wagner? —Quiero que salgas conmigo. —Massiel no contó con oportunidad de responder—. Saldrás conmigo. La sonrisa de Timothy despertó en Massiel un cúmulo de indescriptibles sensaciones que solo el tiempo y las circunstancias podrían revelar. Ella se sumergió en sus reflexiones: era incapaz de comprender como entre todas, él había decidido escogerla a ella. ¿Debería de aceptar? Timothy Wagner, era un atractivo y codiciado hombre, ella, una mujer desesperada por olvidarse de su jefe, echando a un lado la desconfianza que su sola mirada le generaba, ¿qué era lo peor que podría ocurrir su ella aceptaba salir con Wagner? Solo el tiempo sería capaz de cederle una respuesta. —Necesito una respuesta, Massiel. Los impulsos corrieron por la cabeza de la rubia. Siempre se había dejado vencer por ellos, recordaba los con
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9: Estacionamiento.
El hombre, frenó sus quejas cuando se percató de que se trataba de su socio Timothy. Tan rápido como una bala, los ojos de Emiliano conectaron con la acompañante de su socio, Massiel. Aunque no estaba sorprendido de que ella se encontrara con él, no pudo evitar sentir una especie de brusca presión en su pecho, al verla allí, con un abrigo cubriendo su cuerpo, el cual se apreciaba desnudo, así como Timothy, que no usaba nada en el torso. Él con su torso desnudo y ella con un abrigo que cubría su evidente desnudez, con sus labios rojos y su cabello despeinado, Emiliano no era estúpido, sabía perfectamente lo que había ocurrido entre ambos, y preferiría no haberlo sabido, porque la sensación en su pecho y garganta, no lo abandonaría por días largos. Un rubor se especió por las mejillas de Massiel; anheló desvanecerse como cenizas a medida que ambos hombre empezaban a hablar. Las voces de ambos se redujeron a nada para la torturada Massiel, quien se sumergió en un ensimismamiento tan pro
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10: Fiesta.
Los ojos de la mujer, era un pozo profundo de insomnio y lágrimas que se secaban por su cuenta. El sueño la había abandonado la noche anterior. Había sido mucha la voluntad requerida para regresar a aquel sitio y mirar el rostro de su jefe, aunque, para su dicha, no le había visto ni siquiera un pelo aquel día. La rubia parpadeó con lentitud cuando alguien abrió la puerta de la oficina que había sido designada para ella; se trataba de una secretaria, de las tantas que Massiel sabía que la criticaban por la espalda. —El jefe me dijo que te mandara a llamar. Te quiere en su oficina. Los ojos de Massiel tomaron energía de inmediato. ¿Acaso tendría algo que ver con lo de Timothy? «Imposible», pensó. No había alguna razón para que su jefe tocara un tema como aquel. —Estaré allí en un instante —contestó, apenas con voz. Le tomó un parpadeo a Massiel encontrarse en la oficina de su jefe, quien le dedicó la mirada más exhausta que ella jamás había recibido: él tampoco había concebido un
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