Esta era mi noche y nadie ni nada me la iban a arruinar. Pasé seis horas en el salón de belleza e hice un cambio radical con mi cabello. No solo me lo corté hasta la altura del mentón, tipo Cleopatra, sino que me hice unas mechas californianas fucsia en las puntas que, con el color negro de mi pelo y mi piel tan blanca, resaltaban hasta brillar por sí solas. Escogí una falda corta, negra y prensada, con tirantes también negros sobre una camisa blanca de mangas cortas, medias de lana, también blancas, que me llegaban hasta un centímetro debajo de la rodilla y unos suecos negros sin tacón. Quería una combinación que me identificara y, a la vez, fuera un poco vintage, así que le añadí un corbatín vinotinto y me maquillé los ojos con bastante sombra oscura, pero me dejé los labios rojos y, cuando terminé de aplicar el pintalabios pensé en el enorme beso que le iba a dar a Camilo, a como diera lugar. Cuando llegamos al salón, porque Myriam me acompañó y también se hizo un súper look de r
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