Ya le había dicho a Myriam lo que necesitaba y no podía echarme para atrás, aunque, encerrada en el baño de su habitación, con solo la ropa interior puesta, no me sentía cómoda de salir. ¿Y si, en un arrebato, se repetía lo del beso?No era que pensara que Myriam, cuando me viera desnuda, se me fuera a lanzar encima, no, sabía que ella era incapaz de algo así. De quien no estaba segura era de mí misma. Rememoraba, una y otra vez, los momentos previos a ese beso en la ruleta. Fue ella la que se me lanzó, sí, pero yo la recibí. Hubiera podido negarme, torcer el rostro, contenerla, poner mi mano en su
Leer más