Información urgente

Era casi mediodía cuando llegamos al restaurante-bar y nos atendieron como si fuésemos los primeros clientes en entrar a almorzar. Nunca lo había hecho tan temprano y, aparte de la hora, con el problema de un extraño que había estado siguiendo a Valentina, no tenía apetito ni para una entrada de empanadas. Miguel debió comer por mí. El detective no había llegado y, después de esperarlo por cinco minutos, le pedí a Miguel que lo llamara.

—Ya viene en camino —dijo Miguel luego de colgar—. Está a diez minutos. 

Me he dado cuenta que, cuando alguien viene atrasado, siempre debes doblar el número de minutos que esa persona te dice que le toma llegar. Luego no lo veríamos hasta dentro de veinte. 

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