Eran las cinco y dos minutos de la tarde del martes, cuando mi asistente me comunicó que el abogado Carrara estaba esperándome.
—Sí, hazlo pasar, por favor. Gracias.
La asistente le abrió la puerta de mi despacho y la gruesa, pero baja figura del vicepresidente jurídico del conglomerado entró. Me levanté de mi escritorio y lo invité a sentarse en la sala de mi oficina, extendiendo mi mano para que ocupara el sofá central. Yo me senté en la silla del frente.
—Supongo que esta reunión tiene como objetivo informarle sobre mi reciente viaje —dijo Carrara, aplastado en el sillón, esbozando confianza.
—No señor, se equivoc
El vicepresidente jurídico del conglomerado era una persona a la que nunca querrías tener en tu contra, por eso llevaba más de veinte años en su cargo y se había ganado la confianza de Gloria, al punto que, al parecer, el abogado se había tomado facultades y concesiones que no le correspondían, o al menos así me pareció a mí luego de escucharlo.—Espere un segundo —dije después de escuchar lo último que me había dicho—. Hace un momento, usted me aseguró que no habían más fideicomisos ocultos,pero ahora me está diciendo que hay unas condiciones adicionales en el testamento…—Usted lo ha dicho, señor Ponce —dijo Carrara—. Condiciones, que es muy distinto a fideicomisos.<
Cuando llegué a la cita en la mansión, no creí que me iba a encontrar con Camilo, Miguel y Emily reunidos, en el estudio, como si yo fuera el sujeto de algún tipo de intervención. Lo primero en lo que pensé fue en el Ritalin, que de alguna manera se hubieran dado cuenta de que tomé esa pastilla y ahora creyeran que lo estaba consumiendo con frecuencia, porque sus rostros me observaban como si estuvieran por comunicarme que debía ir a internarme a algún tipo de centro para atender mi adicción a las drogas.—Valentina, ¿cómo estás? —me saludó Camilo y, aunque su tono intentó ser amable, lo delataba el color macilento bajo sus ojos, cargados con dos enormes bolsas que daban cuenta de que, o no había dormido por una semana, o cargaba con una enorme preocupación encima, pero,
La segunda bomba que el abogado Carrara había hecho estallar en mi cara, después de la condición que me prohibía tener cualquier tipo de relación sentimental, amorosa, carnal o sexual con Valentina, fue la del matrimonio de mi hijastra con su hijo.Si Valentina se puso tan pálida como la pastilla calmante que Miguel tuvo que darle cuando Emily se lo dijo, en su momento, en mi despacho, cuando Carrara me lo dijo, yo estuve a un segundo de arrojar a ese sujeto por uno de los ventanales de la oficina, de cogerlo por el cuello, levantar su pesada humanidad compuesta por un 90% de grasa y lanzarlo contra el vidrio, para que se estrellara noventa pisos abajo contra el pavimento. Tal fue mi estado de ira, que expresé con improperios y amenazas.Ante el descontrol y punto de inflexión alcanzado por la
Después de tomarme las pastillas de calmantes, porque sí las necesité, me sentí adormilada, como si lo que estuviera ocurriendo no fuera más que un mal sueño, aunque seguía consciente de que era la realidad. Necesitaba, en ese momento, un hombro sobre el que recostarme y alguien que acariciara mi cabeza, así que me apoyé en Emily, que pasaba sus dedos sobre mi pelo y consentía.Camilo, de pie y paseando de un lado a otro del estudio, hablaba sobre lo que le habían dicho otros abogados que consultó, pero la verdad, no entendía la mitad de lo que decía y le presté poca atención. Para mí, no había nada qué hacer salvo enfrentarme a una década de diligencias, citatorios, audiencias en juzgados y hasta la no poco frecuente aparición en la prensa puesto que, una
Se acercaba el cumpleaños 17 de Valentina y quería que, para esa fecha, recibiera las mejores noticias sobre la nueva situación con Carrara, pero no solo eso, sino que también deseaba darle una sorpresa. Sabía lo qué podía sorprenderla.A través de Emily, me enteré que Valentina quería hacer su fiesta de cumpleaños en el salón social del edificio en donde estaba viviendo con sus amigos (y, al parecer, de manera ocasional con su novio), así que ese sería el sitio a donde debía llegar con lo que tenía planeado.En tanto, mientras cenábamos, Emily me pidió que le contara cada detalle de lo que había hablado con Carrara, en mi oficina, la noche en la que pensé que lo sorprendería a él, y no al contrario.&nbs
¿Qué me impulsó a hacer lo que casi hice? No tengo forma de saberlo, más que el hecho de saber que sigo enamorada de Camilo, mi padrastro, pese a la distancia y la relación que tengo con Sebastián, que no hemos formalizado porque, como es lógico después de casi un año de estar juntos, le conté lo de los fideicomisos y que entre estos figura uno que me prohíbe tener un novio.—Entiendo —dijo cuando se lo conté, siendo la cuarta o quinta vez que hablábamos sobre lo que éramos, si había o no un nosotros, en qué estábamos, en fin, de formalizar.—Pero podemos actuar como si lo fuéramos —dije—. He oído de muchas parejas que nunca le ponen un nombre a su relación y aún así son fel
Cuando llegué al internado, lo vi distinto, mucho mejor de lo que recordaba de la última vez que lo visité, cuando firmé los documentos de salida de Valentina, luego de la muerte de Gloria. Los aportes hechos por Emily, Myriam y Valentina, luego de la fortuna que consiguieron en el casino del crucero, lo habían transformado en un mejor sitio.La Madre Superiora me esperaba en su despacho y, después de saludarnos y hablar sobre el presente de mi hijastra, pasé al tema que me había llevado hasta allí.—¿Será entonces posible que le dé permiso, Madre?La monja entrecruzó sus manos sobre el escritorio y apretó los labios.—Es un permiso muy excepcional, s
Esta era mi noche y nadie ni nada me la iban a arruinar. Pasé seis horas en el salón de belleza e hice un cambio radical con mi cabello. No solo me lo corté hasta la altura del mentón, tipo Cleopatra, sino que me hice unas mechas californianas fucsia en las puntas que, con el color negro de mi pelo y mi piel tan blanca, resaltaban hasta brillar por sí solas. Escogí una falda corta, negra y prensada, con tirantes también negros sobre una camisa blanca de mangas cortas, medias de lana, también blancas, que me llegaban hasta un centímetro debajo de la rodilla y unos suecos negros sin tacón. Quería una combinación que me identificara y, a la vez, fuera un poco vintage, así que le añadí un corbatín vinotinto y me maquillé los ojos con bastante sombra oscura, pero me dejé los labios rojos y, cuando terminé de aplicar el pintalabios pensé en el enorme beso que le iba a dar a Camilo, a como diera lugar. Cuando llegamos al salón, porque Myriam me acompañó y también se hizo un súper look de r