Mientras llevaba la chupeta a sus labios, me miraba a los ojos, buscando mi mirada, que yo le esquivaba. Llevaba así por lo menos quince minutos, mirándome y yo tamborileando los dedos sobre el pupitre, mirando a cualquier dirección menos al frente. Por fin la vi venir, por el rabillo del ojo, todavía con esa misma chupeta y los ojos echando fuego negro. Se paró frente a mi puesto, a un costado de la pantalla del computador, su mirada clavada en mi cabeza. Levanté los ojos, con lentitud, repasando casa fibra de las costuras de su falda colegial a cuadros, del saco, el nudo de la corbata, algo suelto, la camisa abierta, su cuello, apenas visible por la mano que lo interrumpía, sosteniendo la chupeta que llevaba a sus labios, húmedos, torcidos como si besaran algo desagradable, su nariz inhalaba y se extendía, el fuego oscuro de sus ojos qu
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