Él parecía despreocupado, a pesar de lo impactante que me resultaba tener un hombre tan apuesto y elegante, frente a mí.—Siéntese, por favor. – Susurró.Yo obedecí por inercia, dejándome caer estrepitosamente sobre la silla que me señalaba, mientras intentaba mantener mi mirada apartada de su rostro, porque de lo contrario, yo comenzaría a enrojecer de inmediato. Lo sabía.Él me sonrió y entonces no me pareció especialmente intimidante. Parecía más bien amable y seguro, detrás de su inquietante mesa de madera negra; yo me había quedado como petrificada. Sin sabe qué decir o que hacer…allí, sentada frente a mi posible nuevo jefe.Lo vi arrugar el entrecejo, y comenzar a recorrerme con la mirada muy lentamente. Entonces lo supe:me estaba observando con atención, anotando mentalmente, con aparente regocijo, mis atentados contra la elegancia y el buen gusto.Parecía un poco burlón, sí, pero no especialmente perverso, me dije. Y viendo que yo estaba como muda de los nervios, él habló pri
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