Amaya—Esto tiene que ser una pesadilla…—Si te sirve de consuelo, hermanita, lo hace para protegerte —dijo Hiro.La mirada que le dio nuestro padre lo hizo callar de inmediato, tanto como para que voltease la cara.—¿De qué está hablando?—Cuando lleguemos a Los Ángeles, hablaremos de todo, te lo prometo, suki —contestó mi progenitor y fruncí el ceño.Negué, tenía algo de miedo y no se me pasó la mirada seria que Hiro le dio a Hiroshi, una que me hizo preguntarme si era algo natural, usual, que el oyabun fuese tan expresivo y cariñoso. No quise indagar, solo miré por la ventanilla hasta que llegamos a San Francisco, y para mi completa consternación, mi madre estaba esperando en la puerta de casa con una maleta de gran tamaño y un bolso de mano.—¿Por qué vamos a casa? —le cuestioné al hombre de todas mis tragedias.—Porque tu madre quiere verte antes de que nos subamos al avión, así como venimos por algunas de tus cosas —explicó y entrecerré los ojos.—Necesito todas mis tareas, todo
Leer más