Estaba enamorado ella.
No me quedó duda alguna cuando supe que, sin importar nada más, solo quería que ella se quedase conmigo para que pudiésemos arreglar los problemas, las diferencias que surgieron por mi ambición y mi ceguera. La vi caminar de un lado a otro con nerviosismo, tocándose su hermosa cabellera oscura, larga y sedosa con una ansiedad que no solo la estaba dañando a ella, sino que me estaba dañando a mí. Me estaba demostrando que ella sufría por las muchas posibilidades que se abrían en ese momento para los dos.
No quería que su rostro níveo y perfecto se viese manchando por las dudas.
Así que me acerqué a ella y la tomé de los hombros, lo que hizo que sus preciosos ojos rasgados de color marrón me vieran con miedo, con dolor, con mucho resentimiento. Esa mezcla me estaba destruyendo por dentro, de una manera que no vi venir. Se suponía que ella solo sería un peón en esta guerra, un elemento que me daría lo que necesitaba para poder llevar a cabo mis planes, no que me robaría el corazón, los sentidos y mi cabeza.
—Estaremos bien, pase lo que pase, Amaya —le dije y sus labios finos temblaron en respuesta.
—No te creo, Alessio… Ya no te creo nada.
Eso me dolió y más cuando se zafó de mi agarre y siguió caminando, como si yo estuviese ahí.
—Te lo prometo, preciosa… Haré que todo marche bien. —Insistí y ella me vio con rabia.
—No… Tú solo me usaste, solo fui una transacción más para tu venganza y ahora, si estoy embarazada es por tu culpa, por lo que hiciste… Tengo que vivir este embarazo en medio de un desastre, en medio de estrés, en medio del miedo constante de que al saberse que mi bebé sea un blanco —espetó con lágrimas corriendo por los ojos—. Nada está bien, no quería traer un niño al mundo en estas condiciones, no quería tener un hijo contigo, no quería…
Ella se derrumbó en el piso a llorar, y no pude hacer otra cosa más que acercarme en contra de sus deseos y abrazarla para darle el calor que se merecía, el cobijo que necesitaba estos días.
—Te voy a proteger, los voy a proteger —remarqué con ímpetu.
—Te odio —contestó, pero no se quitó de mis brazos—. Te odio mucho… Esto es tu culpa.
—Lo sé, lo sé.
—Yo no quería casarme, yo no quería esta vida, yo no quería ser usada como un ganado… Yo quería ser feliz, yo solo quería una vida normal y no tener miedo de que a mis hijos jamás les suceda algo…
Escuchar sus más grandes temores me partió el corazón.
Ella no estaba hecha para esta vida, lo supe desde el momento en el que la vi en la biblioteca, pero no puede hacerla a un lado, solo me aferré con fuerza al hecho de dañar a Hiroshi Yagami, solo quería meterme con eso valioso que tenía escondido. No tenía idea de que terminaría amando a su hija con locura y esa era mi más grande perdición. La chica quería vivir feliz, tenía sueños, metas reales por cumplir, un futuro prometedor que le arrebate en un impulso y a ella no le quedó más remedio que adaptarse a mí.
—Siento todo esto, preciosa… Lo siento.
Costó decirle porque mi mente estaba entrenada para no disculparme ante nadie.
—Me mentiste, me usaste, me hiciste caer en la mentira de tu amor y me embarazaste aun cuando no quería, aun cuando decidiste comenzar una guerra… —Se separó de mi para verme con los ojos rojos—. ¿Por qué hacerme todo esto, Alessio? Dime por qué…
La miré por unos largos segundos.
—Porque quería poder, porque te quería conmigo y porque desde el momento en el que te vi supe que serías mía, Amaya, solo mía… Y soy un bastardo egoísta que consigue lo que quiere —admití, haciendo que frunciera el ceño y cerrara sus puños con fuerza en mi camisa—. Todo eso no quita el hecho de que te amo y congelaría el infierno por ti, por nuestro hijo, por todo lo que necesitamos juntos. Tienes que volver conmigo, tienes que hacerlo.
—No… Mientes, tú no me amas, si me amaras, no hubiese venido por mí, me hubiese dejado ir…
—Vine porque Gemma no podo ocultarme lo que te pasaba, porque me vio hecho trizas por amarte y eso no está en discusión, Amaya… Aún eres mi esposa y lo seguirás siendo hasta el final de mis días, hasta que la muerte nos separa —le advertí y ella negó.
—No quiero vivir en esta vida, no puedo, yo…
Se estaba quebrando de una forma que odié.
—Puedes hacerlo, lo sé, me lo demostraste más de una vez. Solo tienes que ser fuerte, y más si tienes a nuestro hijo en tu vientre… Así que, si quieres llorar, pelear, discutir o hacerme un miserable, este es tu momento, pero cuando salgamos afuera eres la señora Milano, eres la mujer de un capo.
Sin esperármelo, me volteó la cara de una cachetada, me llevé la mano a la mejilla y al verla, disfruté de la ira velada, del ardor que se posaba en sus mejillas. Eso era lo que quería ver en ella, eso era lo que necesitaba sacar a flote para que no terminase en pedazos rotos, no obstante, tenía un trabajo difícil por lograr, uno difícil por llevar a cabo al ganarme su perdón.
Con una sonrisa, la apresé en mis brazos antes de llevar mi mano derecho a su nuca para estamparle un beso que nos sacudió el cuerpo, un beso que nos aceleró el alma, un beso que sacó todo lo que teníamos guardados dentro de nosotros. Amaya no se alejó, me siguió el beso con hambre, como si estuviese hambrienta de amor, hambrienta de deseo, hambrienta de anhelo.
Nos besamos con todo hasta que ninguno de los dos pudo respirar más.
—Eres mía, y es hora de que lo entiendas —dije antes de levantarnos.
La llevé hasta la cama y entré al baño para ver las pruebas que su hermano le había comprado. Eran seis pruebas de marcas diferentes y todas y cada una de ellas decían que estaba esperando a mi hijo, al futuro de la Camorra, al fruto de nuestro amor.
Salí con la sonrisa más radiante y le respondí a la pregunta muda que su boca era incapaz de decir.
—Seremos padres y hoy soy el hombre más feliz de la vida.
Ella, por primera vez en todo el encuentro, me dio la sonrisa más grande del mundo antes de que el sonido que menos esperaba escuchar nos envolviese por completo.
Un disparo nos aturdió, me acababan de disparar.
Amaya—¿Y existe eso del felices por siempre?La pregunta de Melissa no me sorprendió, era una niña muy consciente, llena de dudas y que había visto cómo su familia fue separada por las leyes migratorias. Así que tragué saliva con fuerza, y al ver que los otros niños esperaban por una respuesta, supe que tenía que ser inteligente en cómo abordarlo.La ingenuidad de ellos era un punto muy delicado, uno que no quería tocar, así que cuando estuve a punto de decir algo, uno de ellos se levantó y negó con fuerza.—Lo siento, señorita Amaya, pero eso no existe, solo es un cuento de hadas y nada más.Se fue de la sala de lectura y quedé con una audiencia con muchos ceños fruncidos.—La vida no es totalmente feliz o totalmente mala —les dije con honestidad—. Cada día que vivimos es una mezcla de ambas cosas y así como hay días por completo buenos, también los hay malos o muy tristes. Eso no quita que siempre podemos dar lo mejor de nosotros para hacer nuestro propio final feliz.Algunos de el
AmayaMe quedé en silencio durante varios segundos, por lo que él fue alentador.—Sé honesta, no hay nada malo, ni peor que nada… Podemos tener gustos variados, así como nos puede gustar un clásico, también algo que la crítica considere malo y eso está bien.—Me gustan las historias de romance paranormal, de romance de humanas con alienígenas y de criaturas misteriosas que se convierten en humanos —apunté con miedo porque la gente tendía mucho a burlarse—. Es decir…—Te gusta lo sucio que hay en ese tipo de relaciones, ¿o me equivoco?Me había dejado muda con su conclusión tan directa y sincera, sin grandes palabras, por lo que fui honesta.—Me gusta que esos fueron construidos por mujeres y creados a nuestro ideal —admití con la cara encendida—. En ese ideal entra el placer, el amor y las necesidades que la mayoría de las mujeres tenemos a la hora de tener parejas.—¿No te parece un concepto iluso? —preguntó en un tono que casi me pareció a burla.Fruncí el ceño ante ello.—No porque
Alessio—Jefe ya le tengo la investigación sobre el oyabun de la Yakuza y no me va a creer si se lo digo, por eso le dejo las fotos —dijo Massimo, mi hombre de más confianza.Tomé la carpeta de sus manos y en ella se veían los movimientos del hombre con el que estaba haciendo negocios: Hiroshi Yagami. Hacía el papel de oyabun de la mafia más grande de Asia, una que se había implantado en California con la diáspora de la segunda guerra mundial y al igual que muchas otras, incluida la Camorra misma que yo actualmente lideraba, tomó terreno y se estableció hasta hacerlo el sitio su hogar.La mafia japonesa no solo era cerrada y hermética, sino que se regían por un sistema y códigos de honor que eran mucho más sólidos que los nuestros. A diferencia de nosotros, ellos tenían una figura en jefe que servía de padre para todos sus miembros, y luego de ser perseguido en Asia, migró hacia aquí para internarse en los cimientos de unos de los sitios que le reportaba la mayoría de sus ganancias.E
Alessio —El hombre llegó solo —apuntó Massimo, mi Consigliere, mejor amigo y asesor. Eso me hizo sonreír con gusto y pensé en mi oferta final: cincuenta millones de dólares, paso sin restricciones desde Nevada hasta el estado de Washington, acceso a puertos y embarques. Todo ello por armas, drogas y que declinase su favor en medio de la guerra que libraríamos, una para que necesitaba que los otros quedasen solos, sin nadie que les tendiese la mano cuando llegase sin contemplación a matarlo. —¿Crees que vaya a aceptar? —le pregunté a mi amigo y me miró con el ceño fruncido. —El hombre no es idiota, sabe que es un negocio ganado contigo, pero es de esos que siguen códigos ridículos por los que querrá garantías y sobre eso, me temo que no leo mentes. El tipo es muy impredecible respeto a las acciones, sigue la mayoría de las veces los dictámenes del consejo, pero hay veces en los que se deja llevar —explicó sin más—. Descubrir su amorío y a su bastarda… Fue un gran golpe de suerte. So
Amaya—Tienes que estar bromeando, mamá —le dije a mi progenitora luego de escuchar la petición que me hizo.La mujer no solo me estaba diciendo que dejase de lado mis conceptos, sino que le diese una oportunidad a un hombre que hablaba de rectitud, de derechos, de valores y más, pero que le faltaba el respeto a su familia con una amante, además de que dirigía una de las organizaciones criminales que más daño le hacía al mundo.¡Era el colmo!—No, de verdad te estoy informando, tu padre quiere verte y debes ir. El encuentro va a pasar, quieras o no, y para mí lo mejor que podrías hacer es acercarte a tu padre sin que se vea obligado a hacerlo —me contestó con seriedad y un toque de preocupación en su voz—. Él… Quiere arreglar las cosas, Amaya, así que solo dale una oportunidad.—Lo siento, una persona que me tiene como su sucio secreto no merece que le dé una oportunidad.Le colgué a mi madre cuanto antes, cansada de siquiera pensar en que ella fuese insistente. Antes de que mi padre
Amaya—Esto tiene que ser una pesadilla…—Si te sirve de consuelo, hermanita, lo hace para protegerte —dijo Hiro.La mirada que le dio nuestro padre lo hizo callar de inmediato, tanto como para que voltease la cara.—¿De qué está hablando?—Cuando lleguemos a Los Ángeles, hablaremos de todo, te lo prometo, suki —contestó mi progenitor y fruncí el ceño.Negué, tenía algo de miedo y no se me pasó la mirada seria que Hiro le dio a Hiroshi, una que me hizo preguntarme si era algo natural, usual, que el oyabun fuese tan expresivo y cariñoso. No quise indagar, solo miré por la ventanilla hasta que llegamos a San Francisco, y para mi completa consternación, mi madre estaba esperando en la puerta de casa con una maleta de gran tamaño y un bolso de mano.—¿Por qué vamos a casa? —le cuestioné al hombre de todas mis tragedias.—Porque tu madre quiere verte antes de que nos subamos al avión, así como venimos por algunas de tus cosas —explicó y entrecerré los ojos.—Necesito todas mis tareas, todo
AlessioSi algo en esta vida me había sorprendido, era la aparición de Amaya en ese vestido, luciendo tan fabulosa como podía y sin ser consciente de su atractivo. Miré a las niñas predilectas Yagami, ambas estaban con miradas de consternación, pero suponía muy bien sus pensamientos: la más superflua pensaría en que tenía competencia para llamar la atención, mientras que la más hambrienta de poder asumió que tendría otra rival con quién competir en la línea de sucesión.Eso me hizo sonreír, no obstante, cuando vi que ella se detuvo junto a su hermano, que sorpresivamente la estaba llevando del brazo en una clara señal de respeto y aceptación, escuché la conversación más interesante de mi vida porque reveló algo que estaba en el informe: la chica podía hablar más de un idioma.
Alessio—Ella… No es una hija de mi matrimonio, pero las vicisitudes de su concepción no son un tema de relevancia ante el hecho de que lleva mi sangre, sangre Yakuza y como tal, queda dentro de su manto y protección —espetó con la mayor seriedad y claridad posible, haciendo hincapié en un punto muy interesante, en un punto que no quedaba fuera de comprensión: Amaya era su hija y tenía los mismos derechos del resto—. El proceso de cambio de su nombre, así como la adjudicación de su nuevo apellido terminará en breve y será oficialmente una Yagami.La esposa del hombre estaba hirviendo de ira, en un punto de retorcijón que la sacudió por completo, sus hijas eran la viva imagen del recato, pero le tendieron la mano a su madre en señal de apoyo, mientras que Hiro aguantó a su hermana menor que se veía a punto de desmayarse.