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Todos los capítulos de Libérame: Capítulo 31 - Capítulo 40
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Un acuerdo
Vania lo siguió al elevador como si nada, pero los nervios le estaban jugando en contra cuando se dio cuenta de su propio sudor y se estremeció por completo. Cualquiera se habría burlado de su actitud. Ella misma encontraba absurdo que se sintiera de esa forma, muy parecida a la primera vez que la poseyó un hombre. Era verdad que no fue por amor, era verdad que tenía miedo de no salir viva de aquel hostal, pero la expectación era similar. El no saber lo que le esperaba al entrar a esa habitación suponía un enorme inconveniente. Si Alexander Herrera llegaba a la conclusión de que no llenaba sus expectativas, no tendría la oportunidad de crear el ambiente adecuado para convencerlo. Claro que había aprendido a complacer a los hombres, ella conseguía que se excitaran con el simple sonido de su voz, pero no tenía idea de cómo hacerlo de la manera correcta con alguien en su condición. Se arrepintió de ignorar los consejos velados que Gloria, la mujer del servicio, le dio de que se do
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Quédate
Vania se desvistió como tantas otras veces, pero ella se sentía distinta. Su piel ardía producto de la mirada salvaje que reflejaba el hombre que tenía en frente. Era cierto que otros ya la habían observado así mientras se excitaban con sus movimientos y sus caricias veladas debajo de la blusa. Ese gesto sutil de presionarse el pezón y que la tela impidiese verlo por completo, pero que cuando alejaba la mano lucía rígido a través de la misma, invitando a ser lamido, succionado y venerado. Sin embargo, también era cierto que en esos momentos ella se desvanecía en sus recuerdos, en su pasado, en las razones que la habían llevado a ese horrible sitio. En cambio, ahora experimentaba esas sensaciones de una forma violenta, que la mantenía en vilo ante cada reacción de Alexander. Deslizó su falda y sus bragas por sus caderas y le dio la espalda al dejarla en el piso. Se acarició los glúteos y separó las piernas antes de inclinarse sobre el asiento del sillón, mostrándole su hendidura húme
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Abigaíl
Las horas avanzaban lentas y cautelosas, tanto como sus miedos y preocupaciones. Eran las dos de la mañana cuando Vania se dio cuenta que ella no podría dormir allí, aunque se sentía exhausta. Alexander había acabado con toda su resistencia física y se burló a carcajada batiente de su terrible condición. Incluso se ofreció pagar a «una» entrenadora personal, e hizo un énfasis ridículo en el género de la misma, como si creyese imprescindible aclararlo. Él le había demostrado con creces que tenía muchas más habilidades sexuales que la mayoría los de hombres que conoció. También que el sexo coital está sobrevalorado si no se complementa con juegos, caricias y palabras que, viniendo de él, lograron hacerla gritar como una posesa. —¿Qué sucede? —Sus ojos adormilados eran hermosos, pero la sonrisa que le dedicó al descubrirla acariciándose, como si no estuviese saciada, logró erizarle la piel. —Quiero dormir, pero no puedo… —respondió sin detenerse, aunque se sentía un tanto cortada po
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Cartas sobre la mesa
Su pregunta fue directa, como una daga clavada en el pecho, dispuesta a drenarla por completo. Jamás imaginó tener esta conversación tan pronto, así, sin sentirse preparada para lo que vendría después. —No entiendo. —No juegues conmigo y pongamos las cartas sobre la mesa. Me informaron que fue Angélica, quien dio la orden de que dejaran entrar a esos hombres al internado. ¿Qué interés podría tener ella en tu hija? ¿Quién es, para que pretendiera convertirla en una moneda de cambio? —¿Sabes el nombre de la persona que ha querido lastimarla? —No importa quién, lo que importa es por qué —arremetió con impaciencia y eso la hizo sudar. —Tenemos que irnos. Huir de aquí —dijo ella, cubriéndose con la misma bata y buscando su ropa por todo el lugar—. No puedo dejar que la encuentre de nuevo. —Gracias a la alerta de Gloria, Simon se me adelantó y dice que hay ahora otro sujeto manejando los negocios de Darius. Mi gente identificó a uno de sus hombres mediante las cámaras del internado. ¿
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Una posibilidad
Alexander estuvo a punto de gritar su nombre antes de verla partir por el pasillo, pero al notarla indecisa y llena de demonios, prefirió dejarla en paz.Con un comando de voz activó el sonido de la cámara en la habitación que acababa de ocupar y le rompió el corazón escuchar un llanto tan lastimero, muy parecido al que tenía él mismo desde hacía unos minutos.Vania susurraba una oración casi ininteligible y se sintió un invasor desalmado al presenciarlo, pero lo que acababa de descubrir lo ameritaba. Algo que creyó imposible y descartado por completo, explotaba frente a sus narices como una posibilidad para redimirse de todo lo malo que había hecho en su vida.Justo en el momento en que la encontró de nuevo, creyó que con solo tenerla en su cama, el cielo fue demasiado benevolente para un hombre como él, pero al parecer tenía algo más por ofrecerle. No es que lo mereciera y tampoco iba a negarse al recibir semejante obsequio.No veía el momento de contarle a su hermana que aquella n
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La sangre llama
Vania se apresuró a abrir y en cuanto la niña rubia la miró, sus ojos brillantes y azules se agrandaron como dos luceros iluminándolo todo.Tenía una sonrisa dulce en la que le faltaba un diente y eso lo hizo tragar con fuerza.Era preciosa, como una muñeca de porcelana. Su cabello era igual que el de su madre, pero la chiquilla lo llevaba largo, casi hasta la cintura, a diferencia de Vania, que ahora lo usaba mucho más corto.Vania le susurró varias cosas a la niña que no salía del hueco de su cuello, pero de un momento a otro, la pequeña la miró con sorpresa e hizo un mohín con sus labios que le rompió el corazón antes de que empezara a llorar. Con sus ojitos anegados en lágrimas recorrió la habitación con sus ojos azules hasta que los posó en él.El impacto del momento fue casi físico y podría jurar que sentía que su pecho se desgarraba con cada gesto de su pequeño rostro.Ella forcejeó un poco con Vania para que la dejara bajar de sus brazos hasta que logró liberarse. Caminó haci
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Detalles
Abigaíl corría por el jardín tras las mariposas que rodeaban las flores favoritas de Angélica, siendo perseguida por un gato negro, que a opinión de Vania era espantoso. Sin embargo, Alexander lo aprobó por la simple razón de que la niña le tuvo lástima. De acuerdo a los encargados del albergue, era el más pequeño y les dijeron que se había aislado de los demás. El gato maullaba cada tres segundos y tenía una apariencia que indicaba que no pasaría de la semana. Así que ella no entendía qué les atraía de él. Vania tampoco podía creer que a Alexander le pareciese gracioso, que el gato le orinara encima antes de llegar a la casa y no le importó comportarse como un juguete para ellos en el jardín, mientras Abi comprobaba que aún el gato no se podía lanzar de ciertas alturas. El animalejo caminaba por el cuello de Alexander con total confianza y Abi los miraba embelesada, riendo por todo lo que le contaba de cuando era niño y las travesuras que hacía. Hunter se acercó a ellos junto a u
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¿Qué quieres?
Una vez que entró, Vania buscó su bolso para telefonear a Gloria, pero le llamó la atención encontrar el que supuso era de Andrea sobre la isla de la cocina. Después de cerciorarse de que cerró la puerta principal con seguro, revisar a Abi en la habitación y corroborar que dormía profundamente, regresó con el fin de registrarlo. Encontró varios fajos de billetes, demasiados para una mujer que portaba una tarjeta de crédito Centurión, entre otras exclusivas en su monedero. Silbó con la burla plasmada en los labios al toparse con otro teléfono. Esa mujer parecía ser todo un estuche de monerías. Su móvil timbró y recordó que no le había hablado a Gloria, así que corrió para responder. —¿Qué haces? —le preguntó Alexander del otro lado. Ella se sentó en el sillón de la sala y miró de reojo el bolso Prada de la embarazada, dudando entre decirle la verdad o mentir. —Buscaba un número de contacto —respondió, acomodándose el cabello rubio a un lado—. Tu cuñada estaba aquí y se desmayó. N
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Evidencia
Alexander aguardaba la visita de su padre en su habitación, y aunque sabía la tensión que ocasionaría entre ambos aquella reunión, eran temas que ya no podía dilatar más. Era una decisión difícil, pero muy meditada, gracias a los frutos obtenidos de la investigación de Simon sobre Angélica y sus planes. Se tuvo que despedir de Vania a regañadientes y aunque consciente de que la había hecho perder la paciencia, no podía dejar de sonreír por ello. Tendría que hacerla entender que las cámaras eran un mal necesario en su estado y más aún, si consideraban el peligro que ellas corrían debido a su pasado. Sabía que se estaba precipitando, pero la necesidad creciente de tenerlas cerca y resguardadas era muy intensa. Se comunicó con Hunter para ordenarle que regresara, pero este no respondió, lo que lo avergonzó un poco más al evidenciar ante él los celos que sintió al verlos juntos. El atractivo de su empleado era evidente, y hasta su hermana menor había caído bajo su influjo un par de
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Ellas
Alexander se quedó mirando cada una de las vetas en la madera oscura, queriendo cerciorarse de que su padre no entraría de nuevo para decirle que ya lo sabía todo. En realidad, no reconocía con claridad las emociones que lo embargaron en ese momento, pero la sonrisa volvió a sus labios, mientras llamaba a uno de sus hombres para que se llevaran los recipientes y los analizaran. Avisó a uno de los médicos que hacía ese tipo de tareas para él y le pidió la discreción de siempre. Le dio un vistazo a un par de temas de sus negocios que requerían de su atención y que había dejado de lado a cambio de pasar un rato con Abigaíl. Y volvió a sonreír recordar sus frases ingeniosas, su risa y esa mirada que reconocía como suya. No hacía falta que un análisis clínico lo respaldara, aunque sabía que los necesitaba para protegerla a nivel legal. Gloria llegó con su cena y se dispusieron a hablar sobre lo sucedido en la cocina, pero la reserva de la mujer era exasperante y después de darle una es
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