Acerqué a Berenice hacia mí, enganchando sus piernas en mi cadera, empujando mi pelvis hacia la suya, haciendo que nuestros sexos se rosasen, la fricción era jodidamente exquisita. De un solo golpe entre en ella, besándola fuertemente para silenciar nuestros gritos. Me quedé unos segundos sin movernos, disfrutando de la calidez de su interior. Al principio comencé a penetrarla despacio, haciendo que mi miembro entrara hasta lo más profundo y sacándola casi completamente, para volver a penetrarla. Comencé a aumentar el ritmo, entrando y saliendo de ella, sin dejar de besar todas las partes de su cuerpo que me eran posibles. Con una de mis manos, la sostenía de su cadera marcando el ritmo de nuestros movimientos y con la otra pellizcaba sus deliciosos pezones. Al sentir las uñas clavándome la piel de mi espalda y sus gemidos cada vez más altos, supe que Berenice estaba cerca, yo estaba en iguales condiciones; no me sentía capaz de aguantar mucho tiempo más. Los pies entaconados de mi
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