Dasha PetrovTomé con delicadeza el cubierto, pinché un poco de la comida que tenía el elegante plato y lo llevé a mi boca, degustando el exquisito caviar rojo que Alek había mandado a preparar para esta noche. Las velas encendidas encima de la mesa le daban un toque elegante y único a la velada, sin mencionar los pétalos de rosas esparcidos por doquier y el increíble olor a canela que había en todo el ambiente. Se notaba que quién había decorado todo lo había hecho con mucha dedicación y paciencia, pues a simple vista no podía encontrar defecto alguno. Alek tomó mi mano derecha por encima de la mesa y se la llevó a sus labios, besándola con una lentitud increíble y, todo esto, sin dejar de mirarme. —¿Te gustó la comida, pequeña? Asentí lentamente. En ese preciso momento me sentía incapaz de hablar, mis mejillas debían estar más rojas que un tómate y la timidez había ocupado el lugar de mi valentía. Él se levantó de la mesa ante mi atenta mirada, se posó a mi lado y me tendió la
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