Alek Vólkov
Dos meses después.
Golpeé con fuerza el saco de boxeo en un inútil intento de sacar toda la furia que corría por mis venas. Mi cuerpo se encontró cubierto por el sudor, mis músculos dolían por la cantidad de horas que tenía en el gimnasio entrenando sin tomar un descanso, pero aun así no quería parar.
Uno de los cargamentos de droga más importantes que iba a la frontera con México, fue capturado por la policía y justo ahora se encuentran investigando al respecto.
Varios de mis hombres se encuentran siendo interrogados en este momento y, aunque no me preocupa ser delatado, mi furia se debe a que perdimos millones de dólares por un mínimo error.
Me habían llamado a tempranas horas de la mañana para informarme sobre ello y gracias a eso mi humor no era el mejor.
Intenté olvidarme del tema por todos los medios, pero fue prácticamente imposible, teniendo en cuenta que la cantidad de dinero que había perdido había sido grande.
Fue por ello que decidí ir al gimnasio de la mansión a descargar mi furia con el jodido saco de boxeo, pues lamentablemente por los momentos no tenía ninguna víctima para torturar y no podía pagar mi rabia con cualquiera.
Tenía varias horas en lo mismo y, a pesar de que estaba cansado, no quería dejar de golpear el saco. Mis nudillos dolían como los mil demonios, pero mi rabia era más grande.
Pues no era la primera vez que los incompetentes de los hombres que trabajaban para mí metían la pata de tal forma, logrando tumbarme el negocio.
Varios de mis guardaespaldas se encontraban mirándome a pocos metros de distancia, pero no se atrevían a ni siquiera dirigirme la palabra porque sabían que, al hacerlo, sería capaz de matarlos con mis propias manos. La furia que sintió en ese momento era enorme y ni el saco de boxeo logró aliviarla un poco.
—Me siento muy agradecido de no ser un saco de boxeo —la jodida voz de Jordán —mi detective de confianza—, se escuchó por todo el gimnasio logrando que detuviera mis movimientos.
Para mí desgracia, Jordán además de ser uno de los mejores detectives del país, se creía un payaso y siempre lograba amargar mis días con sus chistes de mal gusto.
Fácilmente podía despedirlo y acabar con ese martirio, pero era bueno en lo que hacía y no me podía permitir perder a uno de los mejores hombres que tenía.
Volteé a verlo y puse mi mejor cara de pocos amigos.
—Si vienes a joderme la paciencia con tus chistes de mal gusto, lárgate por donde viniste porque no estoy de humor para tus mariconadas —respondí de vuelta sin un ápice de educación y con toda la rabia que sentí en ese momento.
—Para tu fortuna y mi desgracia, no vengo solo a alegrar tus días con mis maravillosos chistes.
Ignorando su presencia y comentario, caminé unos pocos pasos hasta donde se encontró una pequeña toalla perfectamente doblada y mi botella de agua. Me acabé el contenido de la botella de un solo golpe y posteriormente siguió el sudor de mi cara con la diminuta toalla.
Volteé a verlo y me sorprendí al ver como se encontraba con una carpeta en sus manos, algo poco común de él, pues siempre le gustaba delegar funciones en su inútil secretaría. Él era más de estar metido en su jodida oficina, delegando función en sus inútiles empleados y ganando mucho más que ellos, obviamente.
Pero aun así ignoré ese pequeño detalle y lo miré impaciente esperando que continuara hablando, pues en momentos como esos su presencia no era lo mejor que me pasaba en el día y moría por descargar mi furia con otra cosa que no fuese el jodido saco de boxeo.
—Te traje lo que me pediste, en esta carpeta está toda la información de la muchacha que te salvó la vida —levantó la carpeta al aire con una sonrisa en el rostro y sin esperar demasiado, se la arrebaté de las manos.
Tenía aproximadamente dos semanas esperando por esa información. Necesitaba saber más sobre ella; el ángel que me había salvado la vida aquella fría noche donde casi muero desangrado.
Ese fatídico día gracias al cielo, Vlad llegó en el momento indicado y pude recibir atención médica a tiempo, logrando salvarme y estar entrenando hoy como si nada.
Mis heridas ya habían cicatrizado, pero aun así quedaron algunas marcas, algo que no me importaba demasiado.
Pero lo que más me importaba en ese jodido momento era saber sobre esa chica, conocer todo sobre ella y mucho más.
—¿Leíste algo?
—Para nada, es por ello que preferí traerte la información en persona y no usar a mi secretaria como intermediaria.
Asentí satisfecho por su respuesta.
Coloqué la pequeña toalla en mi nuca y comencé a caminar fuera del gimnasio, dejando a Jordán detrás, como era de esperarse él comenzó a seguir mis pasos hasta el despacho, era obvio que lo hacía por el pago de su reciente investigación.
Sin prestarle demasiada atención, continúe caminando con impaciencia hasta mi despacho, moría de curiosidad por saber qué tanta información se encontraba en la carpeta que tenía entre mis manos.
Mi humor no había mejorado ni un poco, pero aun así me tomaría el tiempo de leer sobre la mujer que se ha metido en mi cabeza desde hacía dos meses atrás. Quería saber más sobre ella y así lograr de una vez por todas sacar su imagen de mis pensamientos.
Desde aquel día donde me salvó la vida, quise convencerme de que no podía sacarla de mi mente por pura curiosidad y agradecimiento, pero con el pasar de los días, el sentimiento era aún más fuerte hasta el punto de darme placer a mí mismo en la ducha pensando en ella, en su angelical rostro y su voz.
Dejando mis pensamientos de lado, me dirigí a mi despacho, entré dejando la puerta abierta para que el incompetente de Jordán pudiera entrar y, cuando así lo hizo, cerró la misma y se sentó frente a mi escritorio mirándome fijamente.
Ignorando su presencia nuevamente, me senté en la silla de mi escritorio, abrí una de las gavetas del mismo, saqué un fajo de billetes y se lo tendí sin mencionar nada más. Él, como era de esperarse, lo tomó gustoso y me sonrió.
Obviamente y a causa de mi jodido mal humor, lo miré con cara de pocos amigos y lo ignoré durante los siguientes segundos donde se dedicó a contar el dinero con emoción.
Patético.
Su teléfono comenzó a sonar y posteriormente se encontraba respondiendo una llamada, por lo que aprovechando que no se encontraba como una vieja chismosa encima de mí, le dediqué una última mirada y sin esperar más comencé a leer todo sobre Dasha Petrov; mi ángel.
Al abrir la carpeta y ojear la misma, me sorprendí al ver la poca cantidad de hojas que tenía, pero aun así no presté atención a ese detalle y continúe leyendo hasta que pasaron segundos, minutos o quizás horas.
Cuando terminé, entendí el porqué de su trabajo nocturno, su departamento del tamaño de una caja de fósforos, su ropa malgastada y su cara demacrada.
La rabia que sentía se incrementó aún más al comprender que tenía como ayudarla y aun así no lo había hecho, habían pasado exactamente dos meses desde aquel incidente donde tuvimos la fortuna de conocernos y no había buscado la manera de ayudarla económicamente, pues Vlad me comentó que había rechazado el dinero que él le había ofrecido aquella noche en forma de agradecimiento.
Maldije por lo bajo y quise pegarme un tiro ahí mismo, era obvio que había rechazado el dinero ya que desde pequeña le tocó hacerse responsable de sí misma, y recibir ayuda de alguien más tal vez no se sentía bien para ella.
Enseguida mi mente comenzó a idear un plan en tiempo record y para ello necesitaba de mi mano derecha, Mikail.
Tomé mi celular del escritorio y marqué solo una vez su número, antes de que pudiera contestarme, corté la llamada y dejé mi teléfono en su lugar esperando pacientemente que hiciera acto de presencia. Jordán colgó la llamada y continuó tecleando algo en su celular,
Minutos después entró a mi despacho en silencio y se sentó al lado de Jordán mirándome fijamente. Mikail era uno de mis hombres de confianza desde que tenía uso de razón, era un empleado de papá desde muy pequeño y siempre mostró lealtad por lo que, al tomar las riendas del negocio familiar, se convirtió en uno de mis hombres de confianza.
Guardé la carpeta en una de las gavetas del escritorio y saqué un fajo de billetes de la misma, se la tiré sin educación y lo miré de vuelta.
—A partir de hoy, quiero a varios de mis mejores hombres vigilando cada uno de los pasos de Dasha, quiero saber a dónde va, con quién está, qué hace, qué mira, qué piensa, ¿Entendido?
Asintió lentamente y para mi sorpresa, me miró nuevamente antes de preguntar:
—¿Todo bien contigo y esa chica, Alek? Jamás te había visto así de interesado por nadie —comentó mirándome con curiosidad y le desvié la mirada.
Sabía que tenía razón, pero no admitiría en voz alta que la mujer que me salvó la vida era la dueña de mis más recientes orgasmos.
—Te pago una gran suma de dinero para que mantengas tu lengua en su lugar y hagas lo que te pido. Así que asegúrate de que a Dasha no se le acerque ni el indigente de la esquina y no se le caiga ni un solo cabello, porque de lo contrario, lo pagarás con tu vida, ¿Entendido? —Asintió al instante y sin esperarlo demasiado, tomó el fajo de billetes y se largó de mi despacho como alma que lleva el Diablo.
A los pocos segundos Jordán imitó su acto y se largó, luego de amargarme aún más la existencia con sus chistes de mal gusto.
Me saqué la pistola de la cinturilla de mis pantalones deportivos y la dejé encima del escritorio, desde aquella noche donde fui traicionado por el que consideraba uno de mis mejores socios, no soltaba mi arma ni para ir a la cama. De no haber sido por mi ángel, no estaría con vida.
Era por ello que me encargaría de mantenerla vigilada por un tiempo, solo hasta preparar el terreno para así poder traerla a mi lado, dónde pertenece.
No lo quería admitir, pero luego de dos largos meses donde me quería convencer que lo que sentía por ella era nada más un simple agradecimiento, finalmente entendí que lo que sentía por Dasha era una obsesión.
Pero estaba tan jodido como para dejarla ir así de fácil, ella logró calmar mis demonios y los mismos me exigían poseerla, algo que haría muy pronto. Solo debía buscar la manera de acercarme a ella sin llegar a asustarla demasiado.
Porque ella era mía desde que había fijado sus ojos en mí, desde que sin detenerse a pensar quién era yo, me llevó a su casa y me cuidó lo mejor que pudo. Sin pensar en los peligros que eso le podía ocasionar, pues fácilmente cualquier otra persona en mi lugar la hubiera secuestrado o, incluso peor, violado.
Pero, no fue el caso, pues me rescató fue a mí, y yo no estaría dispuesto a dejarla ir tan fácilmente, no señor.
Sin poder evitarlo, llevé mis manos a mi miembro ya erecto y comencé a darme placer pensando en ella, imaginando que era quién me hacía gemir y me llevaba al éxtasis.
Imaginé sus ojos color miel mirándome fijamente, sus delicadas manos recorriendo mi pecho desnudo, su voz susurrándome al oído que era mía, solo mía.
A los pocos minutos, un intenso orgasmo arrasó con todo mi cuerpo y aunque respiraba de manera agitada, me sentí satisfecho al recordar que más pronto de lo que imaginaba ella estaría aquí junto a mí y ya no tendría que imaginarla.
Dasha Petrov Habían pasado aproximadamente dos meses desde que había vuelto a saber nada de Alek, moría por volver a saber de él, pero al final la timidez me había ganado y terminé guardando la tarjeta que me había dado Vlad dentro de mis libros más viejos. Y, aunque intenté llamarlo, luego de pensarlo —demasiado para mi gusto— finalmente no reuní el suficiente valor para hacerlo. Pero aun así eso no impidió que fuese el protagonista de mis pensamientos y más oscuras fantasías. Algo que jamás admitiría en voz alta. Salí de mis pensamientos en cuanto el Dj le subió más a la música, que cabe destacar la misma minutos antes ya sonaba lo suficientemente fuerte logrando aturdirme más de lo común. Juro que, si seguía así, terminaría por reventar me los tímpanos en un segundo, traté de relajarme como pude y continúe limpiando la mesa sucia de cerveza. Me faltaban pocas horas para poder salir a descansar, lo que me hizo sonreír por lo bajo y darme ánimo mentalmente para no salir corriend
Dasha Petrov Hundí mis manos en los bolsillos de mi chaqueta y salí del club, siendo recibida por una fuerte brisa y me permití cerrar los ojos durante unos pocos segundos para disfrutar de la maravillosa sensación. Los abrí nuevamente y al instante me conseguí con la intensa mirada de Alek. Como lo prometió, se encontraba fuera del club esperándome recargado en su auto con las manos en los bolsillos de su pantalón. La sonrisa en mi rostro no se hizo esperar, al igual que las mariposas bailarinas en mi estomago. Intenté que mi nerviosismo no se notara tanto y comencé a caminar hasta él, dando pasos temblorosos. —Lamento hacerte esperar tanto, me tocó limpiar algunas áreas más de lo normal —expliqué apenada al notar como me había esperado al menos dos horas luego que el club cerró sus puertas. —Te dije que vine aquí por tí, — me tomó suavemente por la cintura y acercó sus labios a mi oído —Y me iría contigo de aquí. Y sin más, besó mi mejilla tardando un poco más de lo normal en
Dasha petrov —¿Te sientes mejor? —preguntó Alek mirándome fijamente. Entrelacé los dedos de mis manos y comencé a jugar con ellos antes de asentir. Luego de estar durante varios minutos o quizá horas en medio de la calle abrazados, el frío comenzó a hacer de las suyas por lo que nos vimos obligados a subir nuevamente al auto y continuar con nuestro pequeño viaje. Desde que subimos al auto, cada tres segundos Alek me miraba o preguntaba cómo me encontraba, algo que muy en el fondo agradecía. Afortunadamente el ataque de ansiedad había cesado, pero aún así no lograba recuperarme del todo, algo que no admitiría en voz alta. —¿Tienes hambre? Negué rápidamente, continúe jugando con mis dedos sin atreverme a levantar la mirada. Me daría mucha vergüenza admitir que tenía apróximadamente un día sin ingerir alimento por lo mismo; mi falta de dinero y la presión de Vladimir por el pago del alquiler. Era consciente de que tenía que encontrar otro empleo para poder llegar a fin de mes, p
Dasha Petrov Miré mi reflejo en el gran espejo del baño de la universidad y sonreí al recordar las escenas de la noche anterior con Alek, como luego de una larga sesión de besos me había dejado en mi casa, prometiendo que al día siguiente mandaría a alguien de confianza por mí. Y, así fue como Faddei, su chofer, pasó por mí y me trajo a la universidad en tiempo record. Todo ha pasado tan rápido que la verdad no sé qué pensar. Jamás imaginé que al salvarle la vida a uno de los narcotraficantes más importantes del país, dos meses después estaría con él compartiendo una escena romántica y permitiendo que conociera más de mí y mis demonios. No negaba que sentía muchísimo miedo al saber con qué tipo de persona me estaba relacionando, pero aún así no podía negar que me gustaba más de lo normal y al tenerlo cerca se me olvidaba hasta la hora. Y lo que más me mantenía entusiasmada al respecto era su visible interés en mí, como me miraba, sus gestos y manera de tratarme. El día anterior
Dasha Petrov Abrí los ojos ligeramente al notar como los rayos del sol comenzaban a colarse por la pequeña ventana de la habitación, recordando al instante que a primera hora tenía un compromiso con Sergei; uno de mis clientes con respecto a las clases y que no podía faltar ya que recibiría un pago extra por explicarle algunas ecuaciones. Teniendo esto en mente y en contra de mi voluntad, intenté levantarme rápidamente, pero unos gruesos brazos sujetando mi cuerpo me lo impidieron, por lo que al instante mi cerebro se puso a trabajar y casi al instante llegaron a mí escenas de la noche anterior. Joder. Aún dándole la espalda a Alek, toqué sus manos ligeramente para asegurarme de que no había sido solo un sueño y solo para estar aún más segura, bajé la mirada hasta donde se encontraba su agarre y casi muero de la emoción al corroborar que si era real, que habíamos dormido juntos y que él aún dormido, seguía sujetando mi cuerpo con posesividad. Respiré tan hondo como mis pulmones me
Alek VólkovTerminé de abotonar mi camisa con impaciencia y por enésima vez miré el reloj en mi muñeca izquierda comprobando que solo faltaban pocas horas para que Dasha llegara a casa.Salí de mi habitación rápidamente y fui hasta la cocina, encontrándome en el trayecto con varios de mis empleados corriendo de un lado a otro, preparando la cena y, a su vez, dejando todo en perfecto orden. Cuando me vieron, me saludaron con educación y siguieron en lo suyo, yo por mi parte, solo los miré con cara de pocos amigos y posteriormente subí mi mano izquierda a la altura de mi cara señalandoles el reloj.Si Dasha llegaba a casa y los encontraba en la cocina preparando la sorpresa que tenía para ella, los despediría a todos sin pagarles ni un solo centavo.Se suponía que a esa hora ya todo debía estar listo y aún estaban en mi cocina terminando de preparar la jodida comida con la que pensaba sorprenderla.¡Joder!Caminé hasta el comedor y sonreí al notar como la mesa se encontraba perfectamente
Dasha PetrovTomé con delicadeza el cubierto, pinché un poco de la comida que tenía el elegante plato y lo llevé a mi boca, degustando el exquisito caviar rojo que Alek había mandado a preparar para esta noche. Las velas encendidas encima de la mesa le daban un toque elegante y único a la velada, sin mencionar los pétalos de rosas esparcidos por doquier y el increíble olor a canela que había en todo el ambiente. Se notaba que quién había decorado todo lo había hecho con mucha dedicación y paciencia, pues a simple vista no podía encontrar defecto alguno. Alek tomó mi mano derecha por encima de la mesa y se la llevó a sus labios, besándola con una lentitud increíble y, todo esto, sin dejar de mirarme. —¿Te gustó la comida, pequeña? Asentí lentamente. En ese preciso momento me sentía incapaz de hablar, mis mejillas debían estar más rojas que un tómate y la timidez había ocupado el lugar de mi valentía. Él se levantó de la mesa ante mi atenta mirada, se posó a mi lado y me tendió la
Dasha Petrov Me encontraba en una de las clases que más odiaba y con el profesor más estricto de la facultad, por lo que la incomodidad en el ambiente se podía notar a kilómetros. Dejé de prestarle atención en cuanto noté como comenzó a hablar de un tema que la verdad no tenía nada que ver con la clase. Así que para distraerme, miré por la ventana lo nublado que se encontraba el tiempo y no pude evitar pensar en lo mucho que amaba ese tipo de clima. Coloqué la palma de mi mano encima de mi quijada y me quedé embelesada mirando el paisaje pensando en Alek. Despertar por segunda vez junto a él fue verdaderamente mágico, y aún más al dormir en una cama tan espaciosa como la suya y con aire acondicionado. Sonreí al recordar lo mucho que me había costado salir de la cama debido a sus infinitas muestras de cariño. Pero para ser sincera, se me hacía imposible poder resistirme a un beso suyo y aún más al notar cómo reaccionaba mi cuerpo ante su toque. Era algo automático y que no podía cont