Dasha PetrovBajé del auto en cuanto el mismo se estacionó en la casa de Alek y sin esperar demasiado comencé a caminar nuevamente hasta la salida sin mirar atrás a pesar de que sabía que el recién nombrado seguía mis pasos. —¡Dasha, detente ahora mismo! —gritó a mis espaldas con voz dura pero aún así lo ignoré y continúe con mi camino. Varios de sus hombres se encontraban de pie en sitios estratégicos haciendo su trabajo y al notar la escena me miraron sorprendidos, pero aún así no me dirigieron la palabra en ningún momento ni se interpusieron en mi camino. Continúe caminando hasta que visualicé el enorme portón negro de la entrada. Quise voltear para confirmar si Alek aún venía detrás de mí, pero a los pocos segundos no me hizo falta hacerlo, ya que sus pasos se seguían escuchando pero esta vez con más fuerza y más cerca. Luego de la escena que habíamos protagonizado en la universidad, Alek me había obligado a venir con él a su casa, pues desde un principio me había rehusado a ha
Dasha Petrov —Y-yo nunca he estado con nadie, Alek —confesé avergonzada y bajando la mirada. Él tomó nuevamente mi rostro entre sus manos y me hizo mirarlo, y, al hacerlo, me perdí en el azul de sus ojos. —Eso lo sé, y créeme que más feliz no puedo estar al saber que serás completamente mía en cuerpo y alma. —Acortó la poca distancia que había entre nosotros y me besó con pasión, robándome el aliento. Le seguí el beso permitiéndole la entrada de su lengua a mi boca, posé mis manos en su nuca y lo acerqué más a mí. Él tomó mis caderas entre sus manos y me pegó más a él —si es que eso era posible—, y al instante sentí el gran bulto entre sus pantalones, ruborizándome al instante. En definitiva, su amigo era demasiado grande. Se separó y me miró nuevamente a los ojos. —Desnúdate para mí, ángel. —pidió contra mis labios. —¿Y si no te gusta lo que ves? —Desde muy pequeña me sentía acomplejada con mi cuerpo, por lo que tener algo de seguridad conmigo misma a estas alturas era algo ca
Dasha PetrovBusqué con la mirada a Sergei por toda la cafetería pero no lo encontré, por lo que decidí darme la vuelta para buscarlo en la biblioteca o los salones de clases, pero eso no hizo falta ya que al voltear vi como venía caminando con paciencia.Puse mi mejor sonrisa y sujeté fuerte entre mis manos la cajita con el regalo que había preparado para él —a escondidas de Alek— para pedirle disculpas por lo sucedido días anteriores. Él al verme me sonrió de vuelta y agradecí internamente al saber que no se encontraba molesto conmigo por lo ocurrido. —Hola, cara de papa —lo saludé en cuanto estuvo frente a mí. Levantó una ceja sorprendido por mi comentario.—Mi cara es demasiado hermosa como para que la compares con la de una papa, chica chicle —solté una carcajada al oír el apodo que tenía para mí. Cuando nos conocimos nos caímos súper mal, pues él quería que yo le hiciera todas sus asignaciones pendientes de gratis, y, además, que le explicara todo lo que no entendía en clases
Alek VólkovTiré el fajo de billetes encima de la sucia mesa y miré con desdén al tipo que se encontraba frente a mí de pie. Cómo lo imaginé, este tomó el dinero rápidamente y lo llevó a su nariz durante unos segundos para luego gemir y guardarlo en sus bolsillos. Algo patético, la verdad. —Tu trabajo ya está listo, ahora necesito que te desaparezcas del mapa por un tiempo y vuelvas solo cuando yo así lo decida, ¿Quedó claro? —Ordené con voz dura. Había sido muy eficiente al traer al hombre que me había herido de bala aquella noche donde casi pierdo la vida, que de no ser por Dasha, no estaría contándolo. —No se preocupe, de mí no sabrá por un buen tiempo, patrón. —Tomó los documentos falsos que se encontraban encima de la mesa y los guardó en un pequeño bolso. —Eso espero, ahora lárgate que tengo cosas importantes que hacer. —Mencioné viendo a mi nueva víctima amarrada en una silla de metal completamente inconsciente. Sonreí al ver la cantidad de cuchillos que tenía a mi dispos
Alek Vólkov Di grandes zancadas por varios pasillos hasta llegar a la puerta del despacho de Dimitri. Había tenido que sobornar a varios de sus guardaespaldas que se encontraban custodiando el pasillo que me conducía hasta su lugar más privado para que me pudieran dejar pasar sin problemas, fue tan fácil como robarle la chupeta a un niño. Miré todo con detenimiento y continúe caminando hasta que llegué a la puerta del despacho, iba a tocarla cuando noté que estaba abierta y presencié como ese malnacido golpeaba a Dasha sin compasión alguna.Su llanto se podía escuchar a kilómetros, por lo que la furia creció en mí al comprender que tal vez los hombres que se encontraban a pocos pasos del despacho la habían escuchado llorar y aún así no la ayudaron. Apreté fuertemente mis manos en un puño cerrado y golpeé la puerta con mi pie antes de entrar y ver la cara de impresión de Dimitri al verme allí. —Deuda es la que acabas de adquirir conmigo por tocar a mi mujer, hijo de perra —Amenacé
Dasha PetrovMarqué el único número que me sabía de memoria en el lujoso teléfono de la biblioteca de la mansión y luego me coloqué en la oreja el auricular, esperé pacientemente hasta que finalmente del otro lado de la línea se escuchó una voz. —¿Hola? —Drew respondió y quise llorar al escucharlo. —S-soy yo, Dasha. —¡Mariposa de mi corazón! —Saludó efusivamente. Sin poder evitarlo sollocé al oírlo y no pude contestarle al momento. Drew se había convertido en mi única compañía y mejor amigo desde que lo había conocido, él era quién se sentaba conmigo a ver películas, me invitaba a comer helado, me ayudaba con mis tareas de la universidad y más. Pero todo eso cambió cuando comenzó a ser parte del club rosa y a tener más responsabilidades dentro del mismo, pues cada vez sus salidas eran más frecuentes y apenas tenía tiempo de hablarme.Luego me volví más cercana con Alek y finalmente perdimos todo tipo de comunicación. Pero al sentirme tan triste como hoy, decidí llamarlo para sab
Dasha PetrovAbrí los ojos ligeramente al notar como la luz del día se filtraba por la ventana. Eché un vistazo al pequeño reloj en la mesita de noche que se encontraba a un lado de la cama y me relajé al notar como aún faltaban algunas horas para poder ir a la universidad. Me volví a recostar en el pecho de Alek y este a los minutos despertó también. Acarició mi cabeza con delicadeza antes de dejar un pequeño beso en la misma. —¿Cómo amaneciste, ángel? —Muy bien, ¿Y tú? —Desde que estás conmigo, de maravilla. Me sonrojé al oírlo y le sonreí sin saber qué responder a eso. Estuvimos unos minutos más acostados hasta que la alarma de su teléfono sonó, haciéndolo maldecir por lo bajo. —Tengo algunas cosas que hacer hoy, ¿Tú tienes que ir a la universidad? Asentí. —Bien, vayamos a ducharnos entonces para poder llevarte. —No, mejor duchate tu primero y luego yo, si lo hacemos juntos estoy segura de que no llegaremos a tiempo ninguno de los dos. Para mí sorpresa, soltó una gran ca
Dasha Petrov—¡Ni te atrevas a salir por esa puerta, Dasha! —gritó Alek a mis espaldas. Me giré sobre mis talones en cuánto lo escuché y lo miré fijamente. —¿Y si lo hago qué? —respondí desafiante. —Me vas a terminar de conocer, Dasha —amenazó con una mirada fría y sin emociones. —Creí que ya lo hacía, que te conocía lo suficiente como para poder formar una familia contigo, pero supongo que nuevamente me equivoqué —confesé con el jodido nudo en la garganta. ¡Cómo lo odio! —Podemos ser una familia, lo seremos. Pero no tendremos hijos, eso jamás. No me pidas algo que no puedo darte. En definitiva sus palabras me hicieron demasiado daño. Mis ganas de llorar se hicieron aún más presentes y traté de que mis lágrimas no hicieran su aparición, no quería demostrarle a él cuánto me dolía su decisión. —Entonces no sé qué hacemos juntos si se supone que queremos ir por caminos distintos. Solté un suspiro y parpadeé varias veces intentando retener las lágrimas en mis ojos. Alek me miró