Dasha PetrovBusqué con la mirada a Sergei por toda la cafetería pero no lo encontré, por lo que decidí darme la vuelta para buscarlo en la biblioteca o los salones de clases, pero eso no hizo falta ya que al voltear vi como venía caminando con paciencia.Puse mi mejor sonrisa y sujeté fuerte entre mis manos la cajita con el regalo que había preparado para él —a escondidas de Alek— para pedirle disculpas por lo sucedido días anteriores. Él al verme me sonrió de vuelta y agradecí internamente al saber que no se encontraba molesto conmigo por lo ocurrido. —Hola, cara de papa —lo saludé en cuanto estuvo frente a mí. Levantó una ceja sorprendido por mi comentario.—Mi cara es demasiado hermosa como para que la compares con la de una papa, chica chicle —solté una carcajada al oír el apodo que tenía para mí. Cuando nos conocimos nos caímos súper mal, pues él quería que yo le hiciera todas sus asignaciones pendientes de gratis, y, además, que le explicara todo lo que no entendía en clases
Alek VólkovTiré el fajo de billetes encima de la sucia mesa y miré con desdén al tipo que se encontraba frente a mí de pie. Cómo lo imaginé, este tomó el dinero rápidamente y lo llevó a su nariz durante unos segundos para luego gemir y guardarlo en sus bolsillos. Algo patético, la verdad. —Tu trabajo ya está listo, ahora necesito que te desaparezcas del mapa por un tiempo y vuelvas solo cuando yo así lo decida, ¿Quedó claro? —Ordené con voz dura. Había sido muy eficiente al traer al hombre que me había herido de bala aquella noche donde casi pierdo la vida, que de no ser por Dasha, no estaría contándolo. —No se preocupe, de mí no sabrá por un buen tiempo, patrón. —Tomó los documentos falsos que se encontraban encima de la mesa y los guardó en un pequeño bolso. —Eso espero, ahora lárgate que tengo cosas importantes que hacer. —Mencioné viendo a mi nueva víctima amarrada en una silla de metal completamente inconsciente. Sonreí al ver la cantidad de cuchillos que tenía a mi dispos
Alek Vólkov Di grandes zancadas por varios pasillos hasta llegar a la puerta del despacho de Dimitri. Había tenido que sobornar a varios de sus guardaespaldas que se encontraban custodiando el pasillo que me conducía hasta su lugar más privado para que me pudieran dejar pasar sin problemas, fue tan fácil como robarle la chupeta a un niño. Miré todo con detenimiento y continúe caminando hasta que llegué a la puerta del despacho, iba a tocarla cuando noté que estaba abierta y presencié como ese malnacido golpeaba a Dasha sin compasión alguna.Su llanto se podía escuchar a kilómetros, por lo que la furia creció en mí al comprender que tal vez los hombres que se encontraban a pocos pasos del despacho la habían escuchado llorar y aún así no la ayudaron. Apreté fuertemente mis manos en un puño cerrado y golpeé la puerta con mi pie antes de entrar y ver la cara de impresión de Dimitri al verme allí. —Deuda es la que acabas de adquirir conmigo por tocar a mi mujer, hijo de perra —Amenacé
Dasha PetrovMarqué el único número que me sabía de memoria en el lujoso teléfono de la biblioteca de la mansión y luego me coloqué en la oreja el auricular, esperé pacientemente hasta que finalmente del otro lado de la línea se escuchó una voz. —¿Hola? —Drew respondió y quise llorar al escucharlo. —S-soy yo, Dasha. —¡Mariposa de mi corazón! —Saludó efusivamente. Sin poder evitarlo sollocé al oírlo y no pude contestarle al momento. Drew se había convertido en mi única compañía y mejor amigo desde que lo había conocido, él era quién se sentaba conmigo a ver películas, me invitaba a comer helado, me ayudaba con mis tareas de la universidad y más. Pero todo eso cambió cuando comenzó a ser parte del club rosa y a tener más responsabilidades dentro del mismo, pues cada vez sus salidas eran más frecuentes y apenas tenía tiempo de hablarme.Luego me volví más cercana con Alek y finalmente perdimos todo tipo de comunicación. Pero al sentirme tan triste como hoy, decidí llamarlo para sab
Dasha PetrovAbrí los ojos ligeramente al notar como la luz del día se filtraba por la ventana. Eché un vistazo al pequeño reloj en la mesita de noche que se encontraba a un lado de la cama y me relajé al notar como aún faltaban algunas horas para poder ir a la universidad. Me volví a recostar en el pecho de Alek y este a los minutos despertó también. Acarició mi cabeza con delicadeza antes de dejar un pequeño beso en la misma. —¿Cómo amaneciste, ángel? —Muy bien, ¿Y tú? —Desde que estás conmigo, de maravilla. Me sonrojé al oírlo y le sonreí sin saber qué responder a eso. Estuvimos unos minutos más acostados hasta que la alarma de su teléfono sonó, haciéndolo maldecir por lo bajo. —Tengo algunas cosas que hacer hoy, ¿Tú tienes que ir a la universidad? Asentí. —Bien, vayamos a ducharnos entonces para poder llevarte. —No, mejor duchate tu primero y luego yo, si lo hacemos juntos estoy segura de que no llegaremos a tiempo ninguno de los dos. Para mí sorpresa, soltó una gran ca
Dasha Petrov—¡Ni te atrevas a salir por esa puerta, Dasha! —gritó Alek a mis espaldas. Me giré sobre mis talones en cuánto lo escuché y lo miré fijamente. —¿Y si lo hago qué? —respondí desafiante. —Me vas a terminar de conocer, Dasha —amenazó con una mirada fría y sin emociones. —Creí que ya lo hacía, que te conocía lo suficiente como para poder formar una familia contigo, pero supongo que nuevamente me equivoqué —confesé con el jodido nudo en la garganta. ¡Cómo lo odio! —Podemos ser una familia, lo seremos. Pero no tendremos hijos, eso jamás. No me pidas algo que no puedo darte. En definitiva sus palabras me hicieron demasiado daño. Mis ganas de llorar se hicieron aún más presentes y traté de que mis lágrimas no hicieran su aparición, no quería demostrarle a él cuánto me dolía su decisión. —Entonces no sé qué hacemos juntos si se supone que queremos ir por caminos distintos. Solté un suspiro y parpadeé varias veces intentando retener las lágrimas en mis ojos. Alek me miró
Alek VólkovMoscú, Rusia / 1992Miré con recelo el arma entre mis manos y comencé a temblar al sentir lo fría que estaba y todo su peso entre mis manos. —Dispara —ordenó papá con voz firme. Volteé a verlo con miedo y tragué grueso al comprender que no tenía salida; debía disparar sí o sí. Volví a mirar al frente y comencé a sudar cuando noté como aquel joven de cabello negro y tez morena se retorcía en la silla donde se encontraba amarrado. Tenía una mordaza en su boca por lo que sus gritos se escuchaban estrangulados. Si no estaba equivocado, no debía de tener ni unos veinte años, pues parecía muy joven a simple vista. Aunque claro, no lo era tanto como yo, que apenas tenía doce años y ya me encontraba apuntando con un arma a mi primera víctima. La primera de muchas. —Te vuelvo a repetir lo que debes hacer y te juro que la segunda bala que saldrá de esa pistola irá directamente hasta tus partes nobles, y no me importa que seas mi hijo. Mis manos comenzaron a temblar al oírlo y
Dasha Petrov—Puedo ir sola, Faddei —murmuré con desdén al notar como el susodicho me seguía los pasos por toda la mansión. —Lo sé, señorita. Pero se me ha dado la orden de que esté con usted en todo momento, yo solo hago mi trabajo. Entré a la cocina y lo miré venir detrás de mí también, cerré los ojos, respiré hondo y le pedí paciencia a Dios en silencio. Saludé a varios de los empleados que allí se encontraban y me puse manos a la obra con mi desayuno. Faddei por su lado se quedó de pie en una esquina de la cocina, observando todos mis movimientos. Desde la discusión que había tenido con Alek hacía días atrás, Faddei no dejaba de seguirme los pasos y no podía salir sola para ningún lado porque ahí estaba él. —En vista de que no me dejaras sola ni para ir al baño, siéntate mientras preparo el desayuno para los dos —le señalé el taburete de la cocina, donde los empleados a veces comían y él sonrió antes de sentarse a verme cocinar. Las muchachas de servicio me miraban pero aún