Alek Vólkov Di grandes zancadas por varios pasillos hasta llegar a la puerta del despacho de Dimitri. Había tenido que sobornar a varios de sus guardaespaldas que se encontraban custodiando el pasillo que me conducía hasta su lugar más privado para que me pudieran dejar pasar sin problemas, fue tan fácil como robarle la chupeta a un niño. Miré todo con detenimiento y continúe caminando hasta que llegué a la puerta del despacho, iba a tocarla cuando noté que estaba abierta y presencié como ese malnacido golpeaba a Dasha sin compasión alguna.Su llanto se podía escuchar a kilómetros, por lo que la furia creció en mí al comprender que tal vez los hombres que se encontraban a pocos pasos del despacho la habían escuchado llorar y aún así no la ayudaron. Apreté fuertemente mis manos en un puño cerrado y golpeé la puerta con mi pie antes de entrar y ver la cara de impresión de Dimitri al verme allí. —Deuda es la que acabas de adquirir conmigo por tocar a mi mujer, hijo de perra —Amenacé
Dasha PetrovMarqué el único número que me sabía de memoria en el lujoso teléfono de la biblioteca de la mansión y luego me coloqué en la oreja el auricular, esperé pacientemente hasta que finalmente del otro lado de la línea se escuchó una voz. —¿Hola? —Drew respondió y quise llorar al escucharlo. —S-soy yo, Dasha. —¡Mariposa de mi corazón! —Saludó efusivamente. Sin poder evitarlo sollocé al oírlo y no pude contestarle al momento. Drew se había convertido en mi única compañía y mejor amigo desde que lo había conocido, él era quién se sentaba conmigo a ver películas, me invitaba a comer helado, me ayudaba con mis tareas de la universidad y más. Pero todo eso cambió cuando comenzó a ser parte del club rosa y a tener más responsabilidades dentro del mismo, pues cada vez sus salidas eran más frecuentes y apenas tenía tiempo de hablarme.Luego me volví más cercana con Alek y finalmente perdimos todo tipo de comunicación. Pero al sentirme tan triste como hoy, decidí llamarlo para sab
Dasha PetrovAbrí los ojos ligeramente al notar como la luz del día se filtraba por la ventana. Eché un vistazo al pequeño reloj en la mesita de noche que se encontraba a un lado de la cama y me relajé al notar como aún faltaban algunas horas para poder ir a la universidad. Me volví a recostar en el pecho de Alek y este a los minutos despertó también. Acarició mi cabeza con delicadeza antes de dejar un pequeño beso en la misma. —¿Cómo amaneciste, ángel? —Muy bien, ¿Y tú? —Desde que estás conmigo, de maravilla. Me sonrojé al oírlo y le sonreí sin saber qué responder a eso. Estuvimos unos minutos más acostados hasta que la alarma de su teléfono sonó, haciéndolo maldecir por lo bajo. —Tengo algunas cosas que hacer hoy, ¿Tú tienes que ir a la universidad? Asentí. —Bien, vayamos a ducharnos entonces para poder llevarte. —No, mejor duchate tu primero y luego yo, si lo hacemos juntos estoy segura de que no llegaremos a tiempo ninguno de los dos. Para mí sorpresa, soltó una gran ca
Dasha Petrov—¡Ni te atrevas a salir por esa puerta, Dasha! —gritó Alek a mis espaldas. Me giré sobre mis talones en cuánto lo escuché y lo miré fijamente. —¿Y si lo hago qué? —respondí desafiante. —Me vas a terminar de conocer, Dasha —amenazó con una mirada fría y sin emociones. —Creí que ya lo hacía, que te conocía lo suficiente como para poder formar una familia contigo, pero supongo que nuevamente me equivoqué —confesé con el jodido nudo en la garganta. ¡Cómo lo odio! —Podemos ser una familia, lo seremos. Pero no tendremos hijos, eso jamás. No me pidas algo que no puedo darte. En definitiva sus palabras me hicieron demasiado daño. Mis ganas de llorar se hicieron aún más presentes y traté de que mis lágrimas no hicieran su aparición, no quería demostrarle a él cuánto me dolía su decisión. —Entonces no sé qué hacemos juntos si se supone que queremos ir por caminos distintos. Solté un suspiro y parpadeé varias veces intentando retener las lágrimas en mis ojos. Alek me miró
Alek VólkovMoscú, Rusia / 1992Miré con recelo el arma entre mis manos y comencé a temblar al sentir lo fría que estaba y todo su peso entre mis manos. —Dispara —ordenó papá con voz firme. Volteé a verlo con miedo y tragué grueso al comprender que no tenía salida; debía disparar sí o sí. Volví a mirar al frente y comencé a sudar cuando noté como aquel joven de cabello negro y tez morena se retorcía en la silla donde se encontraba amarrado. Tenía una mordaza en su boca por lo que sus gritos se escuchaban estrangulados. Si no estaba equivocado, no debía de tener ni unos veinte años, pues parecía muy joven a simple vista. Aunque claro, no lo era tanto como yo, que apenas tenía doce años y ya me encontraba apuntando con un arma a mi primera víctima. La primera de muchas. —Te vuelvo a repetir lo que debes hacer y te juro que la segunda bala que saldrá de esa pistola irá directamente hasta tus partes nobles, y no me importa que seas mi hijo. Mis manos comenzaron a temblar al oírlo y
Dasha Petrov—Puedo ir sola, Faddei —murmuré con desdén al notar como el susodicho me seguía los pasos por toda la mansión. —Lo sé, señorita. Pero se me ha dado la orden de que esté con usted en todo momento, yo solo hago mi trabajo. Entré a la cocina y lo miré venir detrás de mí también, cerré los ojos, respiré hondo y le pedí paciencia a Dios en silencio. Saludé a varios de los empleados que allí se encontraban y me puse manos a la obra con mi desayuno. Faddei por su lado se quedó de pie en una esquina de la cocina, observando todos mis movimientos. Desde la discusión que había tenido con Alek hacía días atrás, Faddei no dejaba de seguirme los pasos y no podía salir sola para ningún lado porque ahí estaba él. —En vista de que no me dejaras sola ni para ir al baño, siéntate mientras preparo el desayuno para los dos —le señalé el taburete de la cocina, donde los empleados a veces comían y él sonrió antes de sentarse a verme cocinar. Las muchachas de servicio me miraban pero aún
Dasha Petrov Luego de la maravillosa bienvenida con la que Alek había recibido a Sergei, logré calmarlo y convencerlo de que lo dejara entrar, y bueno, fue así como accedió a regaña dientes y gracias a ello nos encontramos sentados en la biblioteca como cual comadres conversado. Algo que se cuenta y no de cree. Alek se sentó a mi lado mientras que Sergei lo hizo en uno de los muebles que se encontraba frente a nosotros. —¿Nos puedes dejar solos? Necesito hablar a solas con mi amiga —dijo Sergei mirando a Alek con cara de pocos amigos. —De aquí no me voy hasta que tú te largues de mi casa, y lo que tengas que hablar con mi mujer lo haces frente a mí. Y si no te gusta, te largas por donde viniste —respondió Alek con desdén. —¡Ya basta, por favor! —pedí ya cansada de la situación —. Sergei, lo que quieras hablar lo puedes hacer con Alek presente, no hay problema —sabía que iba a ser demasiado incómodo, pero no tenía opción. Alek no se iba a ceder y menos sabiendo que al hacer
Dasha Petrov—Sigue la luz, por favor —pidió el médico con cautela y le obedecí al instante. Luego de que Sergei se fuera de la mansión, Alek había mandando a llamar a un médico para que el mismo me revisara, pues luego de unos minutos acostada en el sofá de la biblioteca, el dolor en mi cabeza se volvió más fuerte y se me hizo imposible seguir fingiendo que todo estaba bien. Así que, Alek molesto conmigo por no decirle lo que estaba pasando, llamó al médico de la familia y este llegó en tiempo record. Me trajeron a la habitación y aquí me hicieron esperar a que llegara, que no se tardó más de 20 minutos en aparecer por la puerta de la habitación con un maletín negro, su característica bata blanca y una sonrisa amable en el rostro. Era un hombre ya mayor, era realmente alto, se veía ya conservado y lo que más llamaba la atención eran sus ojos azules, y, además, tenía las suficientes canas en su cabeza y barba como para calcularle unos 60 años o quizá más. Ya tenía algunos minutos