Dasha Petrov
Cerré la puerta de mi habitación con cautela y sin pensarlo demasiado, encendí el teléfono —de Alek, el mafioso que se encontraba herido de bala en mi habitación. —, y marqué el número que me había indicado unos segundos antes de salir de mi habitación.
Una vez que habíamos llegado a la casa —a duras penas— lo había dejado en mi habitación para que descansara mientras su familia volvía por él, que cabe destacar apenas y podía hablar por el dolor, pero aun así nos las habíamos arreglado para subir las escaleras del edificio sin ser vistos por algún vecino curioso.
Antes de dejarlo descansando, me aseguré de colocar suficientes trapos en sus heridas para que no sangraran demasiado y así evitar una posible hemorragia.
No era doctora y enfermera, pero gracias a los consejos que él mismo me había murmurado entre dientes, lo pude ayudar un poco más.
Me senté en la silla de mi pequeño comedor-cocina, coloqué el enorme teléfono en mi oreja y esperé pacientemente que la persona de aquel lado de la línea respondiera la llamada.
—¿Dónde mierdas estás, idiota? —Una voz masculina se escuchó de repente logrando que mi boca y cerebro perdieran la comunicación por varios segundos. Pero, a pesar del enorme nerviosismo que había atacado mi sistema, me las arreglé para responder:
—El dueño del teléfono no se encuentra en condiciones de hablar, es por ello que estoy llaman… —Y sin esperar a que terminara de hablar, me interrumpió bruscamente.
—¿Quién eres y por qué tienes el teléfono de mi hermano? —Soltó de repente, haciéndome tartamudear por los nervios. De fondo se escuchaban varias voces de personas hablando, pero no pude descifrar lo que decían.
Esto solo me pasa a mí.
—N-no es lo que crees, de verdad. Yo me encontraba de camino a casa y me lo encontré herido en un callejón y obviamente decidí ayudarlo —expliqué lo más rápido que pude y agradecí internamente que mi boca y cerebro no fallaran justo en ese momento.
—Si es cierto lo que dices, te exijo que pongas a mi hermano al teléfono para que él mismo confirme lo que dices.
—Como te comenté antes, no se encuentra en condiciones de hablar, pero necesito que vengan a mi casa por él —mojé mis labios y proseguí—: Está gravemente herido y la verdad no sé cuánto tiempo lleva así.
—Te juro que si lo que dices es mentira y con esto intentas sacarnos dinero, yo mismo me encargaré de torturarte hasta que la muerte se convierta en tu anhelo más preciado —bramó con furia y temblé al oírlo.
—Te juro que no quiero hacer más que ayudar, de verdad. No los conozco y no tengo interés en buscar más problemas para mi vida.
—Dame la dirección de tu casa y en unos minutos estaré allá con mis hombres.
Le dicté la dirección rápidamente y sin avisar, cortó la llamada sin más.
Miré el teléfono y suspiré al comprender el lío en el que me había metido solo por querer ayudar. Pero, aun así, decidí dejarlo pasar y esperar que vinieran a buscar al sexy hombre que se encontraba herido en mi pequeña habitación.
Porque, aunque me gustaría negarlo, el tipo estaba más bueno que comer con los dedos y cualquiera en su sano juicio lo notaría.
Me levanté de la silla y fui directamente a la habitación a ver como se encontraba Alek, abrí la puerta con cautela y asomé la cabeza antes de entrar por completo. Él, como era de esperarse, se encontraba acostado boca arriba con los ojos cerrados.
Su camisa blanca se encontraba empapada de sangre y me sentí impotente al no poder hacer nada más para ayudarlo, pues a kilómetros se podía notar como estaba aguantando el dolor.
Me acerqué lentamente a la cama y con cuidado me senté, y notando al instante como su frente se encontraba empapada en sudor.
Fruncí el ceño al notar ese pequeño detalle y todas las alarmas se encendieron en mi sistema al comprender que lo que tenía era fiebre a causa de las heridas abiertas y posibles balas dentro de su sistema.
Por lo que, sin pensarlo demasiado, busqué rápidamente una pequeña cubeta con agua y paños fríos, para colocarle e intentar que la fiebre bajara.
Contando hasta tres, sumergí mis manos en el pequeño balde con agua fría y sin poder evitarlo solté varias palabrotas, pero aun así continúe sumergiendo el trapo en el agua, logrando que se mojara por completo. Lo doblé rápidamente y con cautela y cuidado de no asustarlo, lo coloqué en su frente.
Como era de esperarse, él se sobresaltó en la cama y sin verlo venir, su mano atrapó mi muñeca en un rápido movimiento que más que sorprenderme, me asustó.
Sus ojos azules me miraban sin emoción alguna y todo su cuerpo estaba en alerta.
—Siento haberte asustado, pero estás ardiendo en fiebre y con los paños fríos intentaba bajarte la temperatura —expliqué luego de unos segundos de completo silencio.
Segundos donde miré sus hermosos ojos azules y quise detener el tiempo para quedarme un buen rato así. Ese era mi color favorito y verlo en sus ojos era fascinante, y ni hablar de lo finas y duras que eran sus facciones.
Mordí mi labio al imaginar cómo sería besarlo y cuando estuve tentada a cerrar los ojos para disfrutar más de mi visión, recordé que él aún se encontraba mirándome fijamente y tal vez había pillado mi pequeña película mental.
—Gracias por todo lo que estás haciendo por mí, prometo jamás olvidarlo y recompensarte por ello —soltó de repente, logrando sorprenderme.
—No tienes nada que agradecer, cualquiera en mi lugar lo hubiera hecho —sonreí amable aún con su mano sosteniendo la mía.
Rogaba al cielo que no la soltara en un buen rato, estaba disfrutando mucho de su toque.
Él, por su parte, me devolvió la sonrisa y aunque tuvo la intención de hablar nuevamente, cerró los ojos. Para mi desgracia, soltó mi muñeca poco a poco y relajó su cuerpo.
Yo salí de la pequeña burbuja en la que me encontraba y continúe colocando los paños fríos por varios minutos más hasta que noté como la fiebre comenzó a bajar y él dejó de temblar.
Me levanté con cuidado de la cama y tomé el balde de agua para llevarlo a la cocina, pero su voz me hizo detenerme a mitad de camino.
—¿A dónde vas? —Volteé a verlo y tenía los ojos medio abiertos y sus labios ligeramente separados.
—Iré a dejar estas cosas en la cocina, ¿Necesitas algo?
—Sí —susurró amable y luego de un par de segundos continuó —, quédate conmigo, ángel.
Oh
Por
Dios
Me había llamado ángel.
Su petición había logrado que mi corazón comenzara a latir frenéticamente y que se quisiera salir de mi pecho. Y más aún al notar como me había llamado.
No sabía qué responder, así que las arreglé para decir de vuelta:
—Voy y vengo enseguida, no me tardaré.
—No te vayas, por favor —pidió nuevamente y mis piernas se hicieron gelatina al escucharlo.
Si esto es un sueño no me despierten. Tenía a uno de los hombres más guapos que había visto en mi vida pidiéndome que me quedara con él, y, además, diciéndome Ángel.
Asentí levemente y con cautela dejé el balde de agua en mi pequeña mesita de noche, luego me senté en la cama —a su lado— con cuidado de no lastimarlo.
Dejé que mis manos temblorosas reposaran en mis muslos y para mi sorpresa, continuó mirándome sin decir nada más.
Sin saber qué hacer, desvíe mi mirada al suelo y traté de concentrarme en otra cosa que no fuese él y sus hermosos ojos azules. Pero sin esperarlo, su mano tomó mi quijada y me hizo girarla hasta su dirección para verlo nuevamente.
—¿Por qué me miras tanto? —pregunté luego de su acto.
—Porque me pareces realmente hermosa —dijo de vuelta y quise detener el tiempo ahí mismo.
Mis mejillas se calentaron por el sonrojo, mi corazón comenzó a latir más de prisa y las mariposas en mi estómago comenzaron a bailar sin cesar.
¡Era la primera vez que alguien me decía que era hermosa!
Y, aunque quise actuar normal después de su confesión, estaba segura de que parecía una idiota sonrojada sonriendo. Le agradecí en un susurro y lo miré aun sonriendo.
Luego de unos minutos donde nos miramos el uno al otro, sus ojos se comenzaron a cerrar de la nada, asustada y sin saber qué hacer, me levanté y comencé a hablarle intentando que despertara nuevamente, pero para mí desgracia no recibí respuesta alguna de su parte.
Rápidamente corrí hasta la cocina, con manos temblorosas tomé el teléfono y marqué nuevamente al que al parecer era su hermano. Pasaron los segundos y para mi mala suerte no atendía la llamada, logrando estresarme aún más.
Me senté junto a él y toqué su frente confirmando que no tenía fiebre, por lo que deduje su desmayo se debía a la herida y las balas que aún tenía en su sistema. Pasaron varios minutos —que me parecieron eternos— y unos golpes en la puerta me hicieron brincar en mi sitio por el susto.
Me levanté de la cama como un resorte y abrí la puerta tan rápido como pude.
Varios hombres se encontraban de pie frente a mí, armados hasta los huesos y me miraban fijamente. Pero solo uno de ellos fue el que llamó más mi atención, era rubio, sus ojos eran azules y tenía un cuerpo de infarto.
Al instante caí en cuenta que se trataba del hombre con el que había hablado por teléfono, pues parecía ser el líder de todos y tenía un parecido increíble con Alek.
—Mucho gusto, soy Vlad Vólkov y ellos son mis hombres —, señaló al montón de hombres que tenía detrás y luego estrechamos las manos.
—Mucho gusto soy Dasha —respondí de vuelta con educación.
Vlad por su parte asintió levemente y al recordar el porqué de su visita, me eché a un lado y les permití entrar.
Él, por su parte, se quedó mirando todo curioso, pero aun así no dijo nada al respecto. Los demás hombres sólo miraban a un punto fijo sosteniendo sus armas como estatuas.
Sin esperar demasiado lo guíe hasta mi habitación —luego de que le hiciera una seña a los demás hombres para que lo esperaran afuera— y al entrar, Alek seguía con los ojos cerrados y sin moverse.
Vlad sin esperar mucho, se acercó hasta él y le tomó el pulso, maldiciendo por lo bajo.
Gritó el nombre de alguien y al instante uno de sus hombres apareció por la puerta de la habitación y luego de la orden que le había dado Vlad, lo tomó entre sus brazos sin ningún tipo de esfuerzo y comenzó a caminar con él en brazos hacia afuera.
Sonreí con alivio al comprender que recibiría atención médica y estaría bien.
Vlad por su parte me miró nuevamente y sin verlo venir, me tendió un fajo de billetes.
—No puedo aceptar tanto dinero —respondí al instante sorprendida por su acto.
—Tómalo como un agradecimiento de mi parte por haber ayudado a mi hermano —respondió de vuelta aún con el fajo de billetes entre las manos.
Aunque era un dinero que necesitaba, me negué a aceptarlo y mantuve mi postura hasta que se rindió y por último me sonrió genuinamente.
—Algún día lograré recompensarte por esto, y créeme que mi familia jamás olvidará lo que has hecho por mi hermano —guardó el fajo de billetes en su saco y me tendió una pequeña tarjeta donde se encontraban sus datos personales y su número de teléfono.
—La familia Vólkov te debe una, así que cuando necesites cualquier cosa no dudes en llamarme que con gusto te ayudaré.
Tomé la tarjeta entre mis manos y le sonreí de vuelta como agradecimiento.
Sin esperarlo más, abandonó la habitación y luego mi departamento, dejándome sola con el montón de sensaciones que había experimentado esa madrugada.
Alek Vólkov Dos meses después. Golpeé con fuerza el saco de boxeo en un inútil intento de sacar toda la furia que corría por mis venas. Mi cuerpo se encontró cubierto por el sudor, mis músculos dolían por la cantidad de horas que tenía en el gimnasio entrenando sin tomar un descanso, pero aun así no quería parar. Uno de los cargamentos de droga más importantes que iba a la frontera con México, fue capturado por la policía y justo ahora se encuentran investigando al respecto. Varios de mis hombres se encuentran siendo interrogados en este momento y, aunque no me preocupa ser delatado, mi furia se debe a que perdimos millones de dólares por un mínimo error. Me habían llamado a tempranas horas de la mañana para informarme sobre ello y gracias a eso mi humor no era el mejor. Intenté olvidarme del tema por todos los medios, pero fue prácticamente imposible, teniendo en cuenta que la cantidad de dinero que había perdido había sido grande. Fue por ello que decidí ir al gimnasio de
Dasha Petrov Habían pasado aproximadamente dos meses desde que había vuelto a saber nada de Alek, moría por volver a saber de él, pero al final la timidez me había ganado y terminé guardando la tarjeta que me había dado Vlad dentro de mis libros más viejos. Y, aunque intenté llamarlo, luego de pensarlo —demasiado para mi gusto— finalmente no reuní el suficiente valor para hacerlo. Pero aun así eso no impidió que fuese el protagonista de mis pensamientos y más oscuras fantasías. Algo que jamás admitiría en voz alta. Salí de mis pensamientos en cuanto el Dj le subió más a la música, que cabe destacar la misma minutos antes ya sonaba lo suficientemente fuerte logrando aturdirme más de lo común. Juro que, si seguía así, terminaría por reventar me los tímpanos en un segundo, traté de relajarme como pude y continúe limpiando la mesa sucia de cerveza. Me faltaban pocas horas para poder salir a descansar, lo que me hizo sonreír por lo bajo y darme ánimo mentalmente para no salir corriend
Dasha Petrov Hundí mis manos en los bolsillos de mi chaqueta y salí del club, siendo recibida por una fuerte brisa y me permití cerrar los ojos durante unos pocos segundos para disfrutar de la maravillosa sensación. Los abrí nuevamente y al instante me conseguí con la intensa mirada de Alek. Como lo prometió, se encontraba fuera del club esperándome recargado en su auto con las manos en los bolsillos de su pantalón. La sonrisa en mi rostro no se hizo esperar, al igual que las mariposas bailarinas en mi estomago. Intenté que mi nerviosismo no se notara tanto y comencé a caminar hasta él, dando pasos temblorosos. —Lamento hacerte esperar tanto, me tocó limpiar algunas áreas más de lo normal —expliqué apenada al notar como me había esperado al menos dos horas luego que el club cerró sus puertas. —Te dije que vine aquí por tí, — me tomó suavemente por la cintura y acercó sus labios a mi oído —Y me iría contigo de aquí. Y sin más, besó mi mejilla tardando un poco más de lo normal en
Dasha petrov —¿Te sientes mejor? —preguntó Alek mirándome fijamente. Entrelacé los dedos de mis manos y comencé a jugar con ellos antes de asentir. Luego de estar durante varios minutos o quizá horas en medio de la calle abrazados, el frío comenzó a hacer de las suyas por lo que nos vimos obligados a subir nuevamente al auto y continuar con nuestro pequeño viaje. Desde que subimos al auto, cada tres segundos Alek me miraba o preguntaba cómo me encontraba, algo que muy en el fondo agradecía. Afortunadamente el ataque de ansiedad había cesado, pero aún así no lograba recuperarme del todo, algo que no admitiría en voz alta. —¿Tienes hambre? Negué rápidamente, continúe jugando con mis dedos sin atreverme a levantar la mirada. Me daría mucha vergüenza admitir que tenía apróximadamente un día sin ingerir alimento por lo mismo; mi falta de dinero y la presión de Vladimir por el pago del alquiler. Era consciente de que tenía que encontrar otro empleo para poder llegar a fin de mes, p
Dasha Petrov Miré mi reflejo en el gran espejo del baño de la universidad y sonreí al recordar las escenas de la noche anterior con Alek, como luego de una larga sesión de besos me había dejado en mi casa, prometiendo que al día siguiente mandaría a alguien de confianza por mí. Y, así fue como Faddei, su chofer, pasó por mí y me trajo a la universidad en tiempo record. Todo ha pasado tan rápido que la verdad no sé qué pensar. Jamás imaginé que al salvarle la vida a uno de los narcotraficantes más importantes del país, dos meses después estaría con él compartiendo una escena romántica y permitiendo que conociera más de mí y mis demonios. No negaba que sentía muchísimo miedo al saber con qué tipo de persona me estaba relacionando, pero aún así no podía negar que me gustaba más de lo normal y al tenerlo cerca se me olvidaba hasta la hora. Y lo que más me mantenía entusiasmada al respecto era su visible interés en mí, como me miraba, sus gestos y manera de tratarme. El día anterior
Dasha Petrov Abrí los ojos ligeramente al notar como los rayos del sol comenzaban a colarse por la pequeña ventana de la habitación, recordando al instante que a primera hora tenía un compromiso con Sergei; uno de mis clientes con respecto a las clases y que no podía faltar ya que recibiría un pago extra por explicarle algunas ecuaciones. Teniendo esto en mente y en contra de mi voluntad, intenté levantarme rápidamente, pero unos gruesos brazos sujetando mi cuerpo me lo impidieron, por lo que al instante mi cerebro se puso a trabajar y casi al instante llegaron a mí escenas de la noche anterior. Joder. Aún dándole la espalda a Alek, toqué sus manos ligeramente para asegurarme de que no había sido solo un sueño y solo para estar aún más segura, bajé la mirada hasta donde se encontraba su agarre y casi muero de la emoción al corroborar que si era real, que habíamos dormido juntos y que él aún dormido, seguía sujetando mi cuerpo con posesividad. Respiré tan hondo como mis pulmones me
Alek VólkovTerminé de abotonar mi camisa con impaciencia y por enésima vez miré el reloj en mi muñeca izquierda comprobando que solo faltaban pocas horas para que Dasha llegara a casa.Salí de mi habitación rápidamente y fui hasta la cocina, encontrándome en el trayecto con varios de mis empleados corriendo de un lado a otro, preparando la cena y, a su vez, dejando todo en perfecto orden. Cuando me vieron, me saludaron con educación y siguieron en lo suyo, yo por mi parte, solo los miré con cara de pocos amigos y posteriormente subí mi mano izquierda a la altura de mi cara señalandoles el reloj.Si Dasha llegaba a casa y los encontraba en la cocina preparando la sorpresa que tenía para ella, los despediría a todos sin pagarles ni un solo centavo.Se suponía que a esa hora ya todo debía estar listo y aún estaban en mi cocina terminando de preparar la jodida comida con la que pensaba sorprenderla.¡Joder!Caminé hasta el comedor y sonreí al notar como la mesa se encontraba perfectamente
Dasha PetrovTomé con delicadeza el cubierto, pinché un poco de la comida que tenía el elegante plato y lo llevé a mi boca, degustando el exquisito caviar rojo que Alek había mandado a preparar para esta noche. Las velas encendidas encima de la mesa le daban un toque elegante y único a la velada, sin mencionar los pétalos de rosas esparcidos por doquier y el increíble olor a canela que había en todo el ambiente. Se notaba que quién había decorado todo lo había hecho con mucha dedicación y paciencia, pues a simple vista no podía encontrar defecto alguno. Alek tomó mi mano derecha por encima de la mesa y se la llevó a sus labios, besándola con una lentitud increíble y, todo esto, sin dejar de mirarme. —¿Te gustó la comida, pequeña? Asentí lentamente. En ese preciso momento me sentía incapaz de hablar, mis mejillas debían estar más rojas que un tómate y la timidez había ocupado el lugar de mi valentía. Él se levantó de la mesa ante mi atenta mirada, se posó a mi lado y me tendió la