Dasha Petrov
El agua fría cayendo por todo mi cuerpo me hizo dar pequeños brinquitos en la pequeña ducha, aun así, resistí lo más que pude y traté de eliminar todo el jabón que había esparcido por mi cuerpo segundos antes.
Unos fuertes golpes en la puerta principal me hicieron cerrar la ducha de golpe y maldecir por lo bajo al recordar que hoy me tocaba pagar la renta y no tenía el dinero completo. Vladimir; el dueño del pequeño departamento donde vivía, de seguro me echaría por estar tan atrasada con el pago y si lo hacía, estaría aún más jodida.
Tomé la pequeña toalla que minutos antes había dejado encima del inodoro, la enrollé por todo mi cuerpo y corrí de puntillas hasta la puerta. No abrí por obvias razones, pero eso tampoco me impidió poder hablar y dar razones de mi pago.
—Vladimir lo siento, acabo de salir de la ducha y no te puedo abrir la puerta —grité a través de la misma y al no escuchar respuesta alguna, proseguí —: Tengo solo la mitad del pago, prometo trabajar horas extras para poder pagarlo todo completo.
—Siempre dices lo mismo y todos los meses estás atrasada, Dasha. Estamos en diciembre y la verdad no creo poder seguir en la misma situación contigo, eres una de las inquilinas más irresponsables que he tenido —pegué la frente a la puerta y me maldije internamente al recordar cómo el dinero de la comida me hacía tener que descompletar siempre el pago del alquiler.
Aunque claro, no hacía mucha la diferencia porque la alacena siempre estaba vacía y el pago del alquiler atrasado.
—Lo sé, lo sé. Pero te prometo que esta vez será diferente, solo dame varias semanas y te juro que te tendré el pago a tiempo, Vladimir. Sabes que a pesar de todo siempre te pago completo —supliqué en un vano intento de convencerlo.
—Sí, pero lo haces semanas después y la verdad así no me sirve.
—Buscaré otro trabajo si es posible, de verdad. Pero solo dame más tiempo, sabes que no tengo a donde ir.
—Bien, solo dos semanas más, Dasha. De lo contrario, me pagas lo que me debes y te largas.
Escuché sus pasos alejarse de la puerta y aunque quise hacer como en las películas y quedarme recostada de la puerta llorando por mi desgracia, con la poca fuerza de voluntad que me quedaba caminé rápidamente hasta mi pequeña habitación y me vestí tan rápido como pude.
Mi estómago comenzó a rugir y en ese instante quise llorar al recordar que el último pedazo de pan que quedaba me lo había comido la noche anterior para poder ir a trabajar con suficiente energía.
Así que, al terminar de vestirme, caminé rápidamente hasta la pequeña cocina, me serví un vaso de agua y me lo tomé de un solo trago.
Salí de la cocina y até mi cabello en un chongo desordenado, me coloqué mi bolso en el hombro y salí de la casa tan rápido como mis piernas me lo permitieron y, emprendí rumbo hasta mi lugar de trabajo, dónde tenía que laborar hasta la madrugada para así poder ganar algo de dinero y lograr sobrevivir.
Sabía que al hacerlo estaría matándome en vida, pues no lograría dormir ni una hora, pero era eso o quedar en la calle nuevamente.
El bar donde trabajaba quedaba a una hora de mi casa, mi trabajo era atender las mesas, limpiarlas y al terminar la jornada laboral limpiar hasta la conciencia del último cliente que estuviera allí.
Mi horario era simple, entraba al caer la noche y salía sin estabilidad emocional.
Lo único que me daba algo de ánimo era que con las propinas podía resolver algo para poder comer, así que con ese pensamiento en mente continúe mi camino hasta llegar al sitio dónde perdía mi estabilidad emocional.
Comencé a bajar las escaleras de dos en dos y, al llegar a planta baja, mi cuerpo no daba para más y mis ojos solo veían puntos blancos y negros. Ignoré la fastidiosa sensación y a los pocos segundos de notar como mi vista volvía a la normalidad, emprendí mi camino hasta el bar.
No tenía papás, ni casa, ni comida, ni dónde caerme muerta. Pero por lo menos lucharía por ser alguien en la vida y no morir de hambre eternamente.
(...)
Luego de una larga jornada laboral —donde trabajé más horas de lo que mi cuerpo podía aguantar—, el bar cerró sus puertas y finalmente pude descansar mis pies un momento luego de estar de pie por tantas horas, varias de mis compañeras imitaron mi acto hasta que finalmente nos dejaron salir para así poder irnos a casa.
Sin pensarlo demasiado, salí del establecimiento sin despedirme de casi nadie y emprendí el rumbo hasta mi hogar. Moría por dormir varios días seguidos.
Algo imposible, pero soñar no costaba nada.
Mis pies dolían demasiado y ni hablar del enorme cansancio que sentía en todo mi cuerpo, pero no tenía para pagar un taxi por lo que me tocaba caminar varias cuadras seguidas a tan altas horas de la madrugada, algo a lo que ya estaba acostumbrada.
Las oscuras calles de Moscú daban miedo, pero al saber que estaba transitando por una zona algo segura, me obligué a relajarme y no pensar en cosas que no debía. Como, por ejemplo, toparme de frente con un ladrón, un indigente o peor, un violador.
Respiré hondo y continué caminando por unos minutos más hasta que un ruido en particular me hizo pegar un pequeño grito del susto.
Disparos...
Continúe caminando aún con mis piernas temblando por el miedo, miré a todos lados y al confirmar que estaba más sola que la luna, comencé a correr tan fuerte como el miedo y mis piernas me lo permitieron.
Cuando faltaba solo una cuadra para poder llegar, escuché el sonido de unos neumáticos rechinar en el pavimento, por lo que tan rápido como pude corrí hasta un pequeño callejón y me escondí detrás de un enorme bote de basura.
Hundí mis uñas en la palma de mi mano y al cabo de unos segundos donde no escuché más que silencio, volví a respirar con normalidad.
Posé mi mano en mi pecho, a la altura de mi corazón y como era de esperarse, este quería salirse de mi caja torácica. Y es que no era para menos, con el susto que había pasado si no me moría de un infarto, sería por puro milagro.
Cuando estaba por levantarme del suelo para irme, unos quejidos me hicieron paralizarme en mi lugar y querer morirme ahí mismo.
Esperé unos minutos a ver si era producto de mi imaginación por el susto que había pasado, pero no, los quejidos continuaron, por lo que armándome de valor y creyendo que se trataba de un animalito indefenso, me levanté y caminé hasta el final de aquel callejón donde lo único que lo alumbraba era la luz del poste de luz.
Al dar unos cuantos pasos más, entrecerré los ojos al ver una silueta recostada en una esquina, a simple vista no pude ver de qué era exactamente, pero al estar más cerca caí en cuenta que se trataba de un hombre con una gran mancha de sangre en su estómago, su mano derecha se encontraba encima de la herida, imagino que tratando de evitar una hemorragia y su cara se encontraba empapada por el sudor.
Sus ojos estaban cerrados, pero aun así no pude evitar observar su belleza, era un hombre muy apuesto que en cualquier lugar no pasaría desapercibido.
Su cabello rubio caía por su frente, dándole un toque sensual. Sus labios eran gruesos y me pregunté qué se sentiría poder besarlos.
Dios, si aún te acuerdas de que tu mejor guerrera existe, mándame un novio así en algunos años, amén.
Al caer en cuenta de mis pensamientos, quise abofetearme por estúpida.
Porque si yo no era idiota, iba en camino.
Solo a mí se me ocurría la brillante idea de ponerme a ver qué tan guapo era el hombre que estaba herido a pocos pasos de mí y no hacer absolutamente nada por ayudarlo.
Así que sin pensarlo mucho, me terminé de acercar a él y me imagino que sintió mi presencia, pues abrió sus ojos y me miró fijamente.
—Oye, ¿Estás bien? —En cuanto la pregunta salió de mis labios quise pegarme una bofetada por idiota, era obvio que no estaba bien. Estaba herido de bala y sangrando peor que yo en mis días de menstruación.
Para mi sorpresa, él cerró sus ojos nuevamente y maldijo en voz alta.
Intentó incorporarse, pero imagino que el dolor se lo impidió, pues dejó caer su espalda en la pared en un golpe seco. Con duda, me agaché y toqué la mano que tenía encima del estómago. Él abrió sus ojos nuevamente y mantuvo su mirada fija en mí.
Con la garganta seca y los nervios de punta, susurré:
—Estás sangrando mucho y es peligroso, ¿tienes celular para poder llamar a una ambulancia?
—No —respondió al instante en un tono cortante y quise morir en cuanto escuché su sensual y ronca voz —no llames a ninguna ambulancia, lo más seguro es que mis hombres vengan por mí en cualquier momento.
—Pues déjame decirte que vengo caminando desde hace aproximadamente dos horas y no he visto más que soledad en todo el camino —dije sincera.
—¿Y qué se supone que hace una joven como tú a tan altas horas de la noche caminando por las calles de Moscú? —Preguntó haciéndome estremecer del susto por el tono de voz que utilizó.
A pesar de su estado, sus ojos me examinaron de arriba a abajo lentamente, como si estuviera estudiando cada uno de mis movimientos.
—Trabajo en un bar y me tocó cubrir horas extras —respondí sincera —: ¿Y qué se supone que hace un hombre como tú en un callejón, y para completar, herido de bala a tan altas horas de la noche?
—Me tendieron una trampa y caí, a esta hora yo debería estar rumbo a Venezuela llevando un cargamento de droga muy importante.
En cuanto terminó de hablar, comprendí que estaba frente a un mafioso.
—¿Dónde está tu celular? —pregunté nuevamente fingiendo que no lo oí decir eso último. Llamaría a la ambulancia, me aseguraría de hacer mi obra de caridad del día y me iría sin dejar rastro.
—¿Me piensas robar?
Joder, no.
—Pienso llamar a una ambulancia para que venga por ti, estás herido de bala y lógicamente es algo que debería hacer.
Abrió la boca para decir algo más, pero de repente comenzó a quejarse y gemir nuevamente por el dolor, así que presa de los nervios por la situación me acerqué a él y palpé los bolsillos de su pantalón, consiguiendo con un bulto que resultó ser su teléfono.
Sin pensarlo mucho lo tomé y marqué al 911, cuando la operadora contestó, él sujetó mi muñeca derecha fuertemente y me susurró:
—Si pides la m*****a ambulancia me estarías metiendo en problemas —al caer en cuenta de lo que me decía, corté rápidamente y me quedé con el teléfono en las manos sin saber qué hacer.
—¿Y a quién se supone que deba llamar entonces? No me puedo ir y dejarte aquí tirado a tu suerte.
—Llévame a tu casa —ordenó.
Ay dios mio.
—¿A mi casa?
—Sí, sólo necesito estar en un lugar seguro para así poder llamar para que vengan por mí.
—Te advierto que mi departamento es más pequeño que una caja de fósforos y no es tan lujoso como quisiera.
—No te pregunté si tu departamento era lujoso o no, solo te pedí que me llevaras a tu casa para estar a salvo mientras los incompetentes de mis hombres vienen por mí. —Dijo eso último con una voz más ronca de lo normal.
Supongo que se sentía impotente al encontrarse en una situación así, por lo que sin pensarlo mucho decidí ayudarlo sin saber que, al hacerlo, mi vida cambiaría por completo.
Dasha Petrov Cerré la puerta de mi habitación con cautela y sin pensarlo demasiado, encendí el teléfono —de Alek, el mafioso que se encontraba herido de bala en mi habitación. —, y marqué el número que me había indicado unos segundos antes de salir de mi habitación. Una vez que habíamos llegado a la casa —a duras penas— lo había dejado en mi habitación para que descansara mientras su familia volvía por él, que cabe destacar apenas y podía hablar por el dolor, pero aun así nos las habíamos arreglado para subir las escaleras del edificio sin ser vistos por algún vecino curioso. Antes de dejarlo descansando, me aseguré de colocar suficientes trapos en sus heridas para que no sangraran demasiado y así evitar una posible hemorragia. No era doctora y enfermera, pero gracias a los consejos que él mismo me había murmurado entre dientes, lo pude ayudar un poco más. Me senté en la silla de mi pequeño comedor-cocina, coloqué el enorme teléfono en mi oreja y esperé pacientemente que la person
Alek Vólkov Dos meses después. Golpeé con fuerza el saco de boxeo en un inútil intento de sacar toda la furia que corría por mis venas. Mi cuerpo se encontró cubierto por el sudor, mis músculos dolían por la cantidad de horas que tenía en el gimnasio entrenando sin tomar un descanso, pero aun así no quería parar. Uno de los cargamentos de droga más importantes que iba a la frontera con México, fue capturado por la policía y justo ahora se encuentran investigando al respecto. Varios de mis hombres se encuentran siendo interrogados en este momento y, aunque no me preocupa ser delatado, mi furia se debe a que perdimos millones de dólares por un mínimo error. Me habían llamado a tempranas horas de la mañana para informarme sobre ello y gracias a eso mi humor no era el mejor. Intenté olvidarme del tema por todos los medios, pero fue prácticamente imposible, teniendo en cuenta que la cantidad de dinero que había perdido había sido grande. Fue por ello que decidí ir al gimnasio de
Dasha Petrov Habían pasado aproximadamente dos meses desde que había vuelto a saber nada de Alek, moría por volver a saber de él, pero al final la timidez me había ganado y terminé guardando la tarjeta que me había dado Vlad dentro de mis libros más viejos. Y, aunque intenté llamarlo, luego de pensarlo —demasiado para mi gusto— finalmente no reuní el suficiente valor para hacerlo. Pero aun así eso no impidió que fuese el protagonista de mis pensamientos y más oscuras fantasías. Algo que jamás admitiría en voz alta. Salí de mis pensamientos en cuanto el Dj le subió más a la música, que cabe destacar la misma minutos antes ya sonaba lo suficientemente fuerte logrando aturdirme más de lo común. Juro que, si seguía así, terminaría por reventar me los tímpanos en un segundo, traté de relajarme como pude y continúe limpiando la mesa sucia de cerveza. Me faltaban pocas horas para poder salir a descansar, lo que me hizo sonreír por lo bajo y darme ánimo mentalmente para no salir corriend
Dasha Petrov Hundí mis manos en los bolsillos de mi chaqueta y salí del club, siendo recibida por una fuerte brisa y me permití cerrar los ojos durante unos pocos segundos para disfrutar de la maravillosa sensación. Los abrí nuevamente y al instante me conseguí con la intensa mirada de Alek. Como lo prometió, se encontraba fuera del club esperándome recargado en su auto con las manos en los bolsillos de su pantalón. La sonrisa en mi rostro no se hizo esperar, al igual que las mariposas bailarinas en mi estomago. Intenté que mi nerviosismo no se notara tanto y comencé a caminar hasta él, dando pasos temblorosos. —Lamento hacerte esperar tanto, me tocó limpiar algunas áreas más de lo normal —expliqué apenada al notar como me había esperado al menos dos horas luego que el club cerró sus puertas. —Te dije que vine aquí por tí, — me tomó suavemente por la cintura y acercó sus labios a mi oído —Y me iría contigo de aquí. Y sin más, besó mi mejilla tardando un poco más de lo normal en
Dasha petrov —¿Te sientes mejor? —preguntó Alek mirándome fijamente. Entrelacé los dedos de mis manos y comencé a jugar con ellos antes de asentir. Luego de estar durante varios minutos o quizá horas en medio de la calle abrazados, el frío comenzó a hacer de las suyas por lo que nos vimos obligados a subir nuevamente al auto y continuar con nuestro pequeño viaje. Desde que subimos al auto, cada tres segundos Alek me miraba o preguntaba cómo me encontraba, algo que muy en el fondo agradecía. Afortunadamente el ataque de ansiedad había cesado, pero aún así no lograba recuperarme del todo, algo que no admitiría en voz alta. —¿Tienes hambre? Negué rápidamente, continúe jugando con mis dedos sin atreverme a levantar la mirada. Me daría mucha vergüenza admitir que tenía apróximadamente un día sin ingerir alimento por lo mismo; mi falta de dinero y la presión de Vladimir por el pago del alquiler. Era consciente de que tenía que encontrar otro empleo para poder llegar a fin de mes, p
Dasha Petrov Miré mi reflejo en el gran espejo del baño de la universidad y sonreí al recordar las escenas de la noche anterior con Alek, como luego de una larga sesión de besos me había dejado en mi casa, prometiendo que al día siguiente mandaría a alguien de confianza por mí. Y, así fue como Faddei, su chofer, pasó por mí y me trajo a la universidad en tiempo record. Todo ha pasado tan rápido que la verdad no sé qué pensar. Jamás imaginé que al salvarle la vida a uno de los narcotraficantes más importantes del país, dos meses después estaría con él compartiendo una escena romántica y permitiendo que conociera más de mí y mis demonios. No negaba que sentía muchísimo miedo al saber con qué tipo de persona me estaba relacionando, pero aún así no podía negar que me gustaba más de lo normal y al tenerlo cerca se me olvidaba hasta la hora. Y lo que más me mantenía entusiasmada al respecto era su visible interés en mí, como me miraba, sus gestos y manera de tratarme. El día anterior
Dasha Petrov Abrí los ojos ligeramente al notar como los rayos del sol comenzaban a colarse por la pequeña ventana de la habitación, recordando al instante que a primera hora tenía un compromiso con Sergei; uno de mis clientes con respecto a las clases y que no podía faltar ya que recibiría un pago extra por explicarle algunas ecuaciones. Teniendo esto en mente y en contra de mi voluntad, intenté levantarme rápidamente, pero unos gruesos brazos sujetando mi cuerpo me lo impidieron, por lo que al instante mi cerebro se puso a trabajar y casi al instante llegaron a mí escenas de la noche anterior. Joder. Aún dándole la espalda a Alek, toqué sus manos ligeramente para asegurarme de que no había sido solo un sueño y solo para estar aún más segura, bajé la mirada hasta donde se encontraba su agarre y casi muero de la emoción al corroborar que si era real, que habíamos dormido juntos y que él aún dormido, seguía sujetando mi cuerpo con posesividad. Respiré tan hondo como mis pulmones me
Alek VólkovTerminé de abotonar mi camisa con impaciencia y por enésima vez miré el reloj en mi muñeca izquierda comprobando que solo faltaban pocas horas para que Dasha llegara a casa.Salí de mi habitación rápidamente y fui hasta la cocina, encontrándome en el trayecto con varios de mis empleados corriendo de un lado a otro, preparando la cena y, a su vez, dejando todo en perfecto orden. Cuando me vieron, me saludaron con educación y siguieron en lo suyo, yo por mi parte, solo los miré con cara de pocos amigos y posteriormente subí mi mano izquierda a la altura de mi cara señalandoles el reloj.Si Dasha llegaba a casa y los encontraba en la cocina preparando la sorpresa que tenía para ella, los despediría a todos sin pagarles ni un solo centavo.Se suponía que a esa hora ya todo debía estar listo y aún estaban en mi cocina terminando de preparar la jodida comida con la que pensaba sorprenderla.¡Joder!Caminé hasta el comedor y sonreí al notar como la mesa se encontraba perfectamente