Capítulo ocho. Zona prohibida
Zona prohibida Pilar apartó la mira para no ver más a Paolo, el niño jugaba por los alrededores, ajeno a ella y por el momento prefería que fuera así. Ella no sabía si la enfermera estaba en lo cierto, lo único que ahora le importaba era recuperarse y no pensar en que le importaba poco a Domenico como para no estar en la habitación con ella. Pilar cerró los ojos y se quedó dormida de nuevo. Dos horas más tarde el hambre la despertó, supuso que moriría famélica; sin embargo, se encontró con Vittorio y una bandeja de comida. —El chef ha seguido las instrucciones del doctor y la enfermera, no habrá ningún problema con que comas —expuso. Pilar asintió y no se detuvo a preguntar qué era lo que había en la taza, ella comió como si no hubiese un mañana. —Hazlo despacio, Pilar, nadie te está corriendo —la regañó, pero su tono era jocoso, por lo que Pilar se sonrojó. —Lo siento —se disculpó. Vittorio negó, se apartó de ella para dejarle comer y se acercó al ventanal, pensando en cómo ret
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