Tres días más tarde, Isabella se despertó con el sonido de un llanto. Sin demora, se sentó en el borde de la cama, encendió la lámpara que estaba sobre el buró y corrió hasta la habitación de Caeli. La niñera estaba en la habitación tratando de calmarla. Salvatore no estaba en casa, había viajado a Francia para jugar un partido y no regresaría hasta el día siguiente. Eso la dejaba a ella para tratar de consolar a la niña y esperaba ser capaz de hacerlo. Aunque Caeli se sentía en confianza con ella, no compartían ningún vínculo.—¿Puedo? —preguntó estirando los brazos para que le diera a la niña.La mujer asintió y le entregó a Caeli.Isabella acunó a la pequeña contra su pecho.—Pásame el recuadro que está allí, por favor —pidió mientras se acomodaba en la mecedora. Dio un impulso para que esta comenzara a moverse.—Aquí tiene, señora.Recibió el cuadro y se lo mostró a Caeli que todavía lloraba inconsolable llamando a su mamá sin parar.—Mi dulce niña, todo está bien —dijo tomándol
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