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Capítulo 3: Una pequeña dulzura

Isabella esperó que Salvatore desapareciera antes de comenzar a caminar por la sala observando los detalles. Tal vez debería sentarse y esperar a que él volviera, pero siempre había sido alguien demasiado curiosa. Además, él no le había dicho que se quedara quieta.

Se detuvo frente a una serie de fotos sobre colocadas sobre uno de los muebles. Todas eran de una mujer joven. En algunas estaba sola y en otras sostenía un bebé en brazos. No tardó en deducir que se trataba de la hermana que Salvatore había mencionado antes. Ambos compartían características en común.

Levantó la última foto de la derecha y sonrió. Había algo en la hermana de Salvatore que transmitía paz y serenidad.

«Muy diferente a su hermano —pensó».

Era la primera vez que veía una foto de la hermana de Salvatore. Cuando estaba investigando a Salvatore pocas semanas de su regreso de Las Vegas, un par de veces había leído sobre ella en artículos de revista que hablaban el “héroe del fútbol italiano”. Eran menciones breves y toda la información pública que se podía encontrar sobre ella. Salvatore era alguien que guardaba su vida privada con bastante recelo.

Dejó la foto de su regreso en su lugar en cuanto escuchó algunos pasos.

—¿Ya me dirás por qué estamos aquí? —preguntó y se dio la vuelta para confrontarlo.

Salvatore no venía solo.

No estaba segura que fue lo que le sorprendió más. Si la facilidad con la que Salvatore sujetaba a la pequeña o que ella no pareciera asustada con la cercanía de él. Isabella podría haber apostado que Salvatore y los niños no entraban en la misma ecuación.

Se quedó en silencio sin saber que decir a continuación.

—Isabella, ella es mi sobrina, Caeli Rivera.

Sacudió la cabeza para espabilarse y enfocó su mirada en la niña. Esbozó una sonrisa amistosa. No quería terminar asustando a la niña.

Se acercó con cautela.

—Hola, Caeli.

La niña la miró con la misma expresión de seriedad, la misma que, estaba segura, Salvatore tenía en ese mismo momento. Caeli era la versión femenina y en más pequeña de su tío. Era hermosa, con sus mejillas redondas y sonrojadas, el cabello rizado castaño y los ojos verdes parecía una muñeca de porcelana. 

Unos segundos después, la niña sonrió e Isabella lo tomó como una señal de alguna clase de aprobación. Entonces levantó la mano y le dio un toque en la nariz.

—Eres una niña muy hermosa.

La sonrisa de Caeli creció aún más. Soltó su agarre sobre el cuello de su tío y se estiró hacia ella con los brazos abiertos como esperando que la tomara en brazos.

—¿Puedo? —dijo mirando a Salvatore.

Él la miró ceñudo.

—Tranquilo, no la dejaré caer. No sería la primera vez que cargo un bebé. Fui la niñera de muchos de niños. Había demasiados de ellos naciendo en la familia mientras yo crecía. Podemos llamar a sus padres para que te den mis referencias —aumentó lo último con ironía al ver que Salvatore aun parecía desconfiar de ella.  

Él cedió al ver que la niña se removía inquieta en sus brazos. Era difícil luchar contra un niño cuando este se mostraba tan dispuesto a salirse con la suya.

En cuanto Caeli estuvo en sus brazos se tranquilizó y volvió a sonreír. Luego empezó a parlotear. Era difícil entender su lenguaje, pero le prestó la misma atención que hubiera prestado a un economista hablando sobre la bolsa de valores. Asintió cuando creyó conveniente e hizo algunas preguntas que solo motivaron a la niña a continuar.

Dio un respingo cuando sintió una mano en su cintura. Había estado tan absorta en la niña que se había olvidado que no estaban solas.

—Deberías sentarte.

Asintió y se acomodó en uno de los sillones. Tan pronto terminó de acomodarse, Caeli se removió, su propósito era claro.

Colocó a la pequeña en el suelo y ella empezó a caminar.

Salvatore llamó a alguien por el intercomunicador y segundos después una mujer entró con en la sala.  

—Lleva a Caeli a la sala de juegos, por favor —pidió Salvatore a la que asumió era la niñera.

—Está bien, señor.

La mujer desapareció con Caeli e Isabella la extrañó tan pronto desapareció. Habría preferido pasar el resto del día con ella antes que con Salvatore. Al menos con la niña se sentía tranquila.

Él se acomodó en el sillón frente a ella y se sentó con misma actitud de dominio que tenía en todo momento. Podía no ser el hombre que estaba sentado detrás de un escritorio dando órdenes, pero seguro que lo parecía.

—Me sorprende que conversara durante tanto tiempo —comentó él—. Es una niña muy activa se aburre con facilidad y nunca está quieta a excepción cuando duerme.

—Está en la época de exploración. Tiene todo un mundo por descubrir.

Salvatore le dio una mirada evaluativa.

—Leí mucho sobre niños cuando hacía de niñera —dijo a la defensiva cuando él se mantuvo en silencio.

—Eso tiene sentido, yo también lo hice cuando me enteré que mi hermana estaba embarazada.

Era difícil pensar en el futbolista playboy como un hombre de familia. Y se regañó por ello. Había hecho un perfil completo sobre Salvatore en base a rumores y noticias.

—Por cierto, ¿dónde está su madre?

El cambio en la postura de Salvatore fue obvio. Cuadro los hombros y su mirada se llenó de algo que, segundos más tarde, reconoció como nostalgia.

—Mi hermana murió hace un poco más de un mes en un accidente de tránsito. Estuvo en algunos noticieros, pese a que hice hasta lo imposible por evitarlo.

—Lo siento —dijo con sinceridad—. No lo sabía. —No solía mirar televisión y había dejado de leer sobre Salvatore cuando se dio cuenta que se estaba volviendo en una especie de obsesión.  

Comenzó a inclinarse hacia adelante para tomar su mano en señal de consuelo, pero no estaba segura de cómo él se tomaría aquel gesto así que desistió de último momento.

Salvatore asintió.

—No debió ser fácil para ti, ni para Caeli.

—Estamos aprendiendo a vivir con ello.

Se imaginó a la pequeña Caeli esperando a su mamá para que la arropara. El vínculo entre madre e hija casi siempre era algo único y especial.

—Eso nos lleva a por qué estás aquí. El… —Salvatore se quedó en silencio y sus ojos se cargaron de furia—.  El padre biológico de Caeli, apareció de repente exigiendo ejercer sus derechos paternales sobre ella. No estaba interesado en saber nada de mi hermana cuando se quedó embarazada y, de repente, le nació el instinto paternal.

—No me malinterpretes, adoré a tu sobrina, pero sigo sin entender como eso tiene que ver conmigo.

—Decidí luchar por su custodia, pero no es tan fácil acceder a ella si no puedo demostrar que tengo un hogar sólido que brindarle.

—Es por eso que me necesitas.

Salvatore asintió.

—Tendré más oportunidades si estoy casado.

Entendía un poco mejor sus motivaciones, pero no quería sentir compasión por él después de que la había amenazado. Si lo hacía, comenzaría a bajar la guardia y algo le decía que podría salir lastimada.  

Salvatore le dio una sonrisa cínica.

—No te confundas, esto sigue siendo una simple transacción. Quiero algo de ti y tú necesitas algo de mí. Al final ambos obtendremos lo que queremos.

Y allí estaba lo que necesitaba para confirmar que tenía razón.

Bueno, como fuera, no era su trabajo intentar comprenderlo. Él tenía razón, ambos estaban allí por sus propias motivaciones.

—Traeré mis cosas en el transcurso de la semana —dijo cambiando de tema—. Solo lo necesario para el tiempo que permanezca aquí.

—Está bien.

Su celular sonó y se disculpó antes de contestar.

—Hola, papá.

—Hola, cariño. ¿Qué haces?

—Salí a dar una vuelta —dijo sin ser demasiado específica—. Me sorprende que ya estés despierto después de la fiesta de ayer.

—Tu madre y yo acabamos de levantarnos. No fue mi idea, por supuesto.

Soltó una carcajada.

—¿Por qué llamaste? ¿Necesitas algo?

—¿Es que acaso ahora necesito una excusa para poder hablar con mi única hija?

—No dije eso.

—Pero bien podrías haberlo hecho. Recuerdo cuando eras una niña que no se despegaba de mí para nada. Ahora, ni siquiera me vienes a visitar.

Su padre era muy bueno para entrar en el papel de la víctima, de hecho, le gustaba hacerlo a menudo solo para fastidiarla.

—Supongo que no queda nada más que decir…

—Si sigues así terminaran por fingir que no te conocen. —Escuchó decir a su madre de fondo.

Ni siquiera se esforzó por ocultar su risa.  

—De hecho —dijo mirando a Salvatore. Él la estaba mirando con atención—. Hay algo que quería decirte a ti y a mamá. ¿Qué les parece si los veo durante el almuerzo?

—Por supuesto, cariño.

—Hasta luego, cariño —dijo su madre.

—Nos vemos más tarde —se despidió. Guardó el celular—. Debería irme.

—Déjame llevarte.

—No es necesario, iré a ver a mis padres para hablar sobre nosotros. Después de que fueras hasta mi departamento esta mañana, no me sorprendería que pronto apareciéramos en todas las noticias.

—Es lo más probable.

—Gracias por eso —soltó algo irritada por la tranquilidad con la él que habló—. Espero que comiences a comportarte de ahora en adelante. Hasta ahora te he dejado salirte con la tuya, pero no siempre será así.  

Salvatore sonrió de lado.

—Eso será interesante de ver —Salvatore se puso de pie y le hizo un gesto en dirección a la puerta—. Será mejor que nos pongamos en marcha, no sería de buena educación hacer esperar a tus padres.

—No. —Le apuntó con el pulgar.

Salvatore la miró divertido.

—¿No qué?

—No irás conmigo. Yo hablaré a solas con ellos o puedes olvidarte de que acepté, no me importa si les cuentas la verdad. —Era una amenaza vacía, no se sentía capaz de dejar que sus padres se enteraran sobre su matrimonio, pero él no tenía que saberlo.  

—Mi chofer te llevará hasta la casa de tu padre, te llamaré más tarde.

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