Isabella había intentado sonsacarle información a Salvatore sobre su regalo de todas las formas posibles y en tres semanas no había logrado nada. Él se las había ingeniado para distraerla en cada oportunidad.—Seguro que puedes esperar unas horas más para saber que es —dijo Salvatore divertido con la mirada aun en la pista.—No estaba pensando en ello —mintió.—¿Estás segura?—Quizás si estaba pensando en ello. No entiendo por qué tanto misterio.—Lo sabrás en su momento.Soltó un suspiro de resignación.—Michelle vendrá ¿verdad? —preguntó cambiando de tema.—Sí y no me costó nada convencerlo.—Laila le dio con fuerza —comentó divertida.Isabella recordó el primer encuentro entre Michelle y Laila unas semanas atrás. Los dos se habían quedado mirándose como si no habría nadie más alrededor, la atracción entre ambos había sido inmediata. Después de ese primer encuentro, Laila había mantenido las distancias mientras Michelle trataba de convencerla para salir en una cita con él.—Ni que l
Salvatore no estaba a su lado cuando Isabella despertó horas mucho más tarde. Él no debía haberse levantado hace mucho porque su lado aún estaba tibio. Ambos se habían quedado hablando hasta bien entrada la madrugada, haciendo planes sobre su boda.Sonrió y estiró la mano al aire. Apreció la piedra que adornaba su dedo anular, era preciosa y no iba a pasar desapercibido. Si no fuera porque ante el público Salvatore y ella ya estaban casados, los paparazzi estarían detrás de ellos mañana, tarde y noche tratando de averiguar si estaban comprometidos y donde sería la boda.El sonido de un par de voces del otro lado de la puerta, la sacó de su ensoñación. Se incorporó hasta quedar sentada y acomodó la espalda en el respaldo de la cama. La puerta se abrió y Salvatore entró a la habitación, todavía llevaba su ropa de dormir y su cabello estaba desordenado, pero no podía verse más perfecto.Él dio una patada hacia atrás para cerrar la puerta y le dio una sonrisa que hizo vibrar todo su cuerp
Isabella se recuperó de la impresión unos segundos después. El miedo no servía de nada. Si dejaba que Nina se marchara, quien sabía si la atraparían alguna vez. No iba a vivir pensando siempre que en algún momento podía hacerle daño a ella o su bebé. Se debatió entre ir tras de ella, lo cual era probablemente lo que Nina quería. Si la alejaba de sus guardaespaldas podría atacarla. Pero sería una completa idiotez arriesgarse así. Por otro lado, no podía dejarla escapar. Una idea se le ocurrió. Estaba por girarse para tomar su bolso cuando sintió que alguien colocaba la mano en su hombro. Dio un respingo y giró la cabeza. Salvatore estaba justo a su lado con una sonrisa calmada. —Hola, conejita. —Salvatore se sentó a su lado y depositó un beso en su mejilla. —Nina —susurró, esperando que él la entendiera. —Lo sé. Miles de preguntas se formaron en su cabeza mientras intentaba comprender por qué, si él sabía que Nina había estado allí, lucía tan tranquilo. —Pero… —Tranquila. —Él r
Salvatore se observó de pies a cabeza en el espejo. No se sentía cómodo vistiendo tan formal —nunca lo había hecho— prefería las ropas informales, pero ese no era cualquier día. En apenas unos minutos se iba a casar con Isabella. Así que sí… Merecía la pena usar aquel traje. —¿Nervioso? —preguntó Michelle.Encontró su mirada a través del espejo mientras se arreglaba por décima vez el corbatín en su cuello.—Ni un poco —respondió.Sonó más seguro de lo que se sentía en realidad, pero su amigo lo conocía demasiado bien como para creérselo. Él lo miró incrédulo.Salvatore soltó un suspiro.—Quizás un poco —admitió.Volvió a observarse y otra vez dirigió sus manos hacia el corbatín para acomodárselo otra vez, aunque al igual que la última vez estaba perfecto. Sí, estaba nervioso y no porque tuviera dudas sobre casarse con Isabella. Había esperado ese día con ansias y ahora por fin iba a suceder.Metió las manos en los bolsillos de sus pantalones para tratar de mantenerlas quietas.—¿Qué
Isabella sonrió desde el umbral de la puerta al ver a su esposo echarse sobre la alfombra mientras sus dos hijos se abalanzaban sobre él. Acababa de levantarse y los gritos de sus hijos lo habían llevado hasta la habitación de Caeli. —¿Te rindes? —preguntó Caeli mirando a su padre directo a los ojos. Sería bastante intimidante si no midiera menos de la mitad de Salvatore y si no se viera tan tierna. —Aún no —desafió Salvatore. Palabras incorrectas. Caeli le dio una mirada a su hermano. —¡Ataca! El pequeño Matteo no lo pensó dos veces y se lanzó sobre su padre riendo a carcajadas. A su corto año y medio, su hijo admiraba a su hermana y hacía todo lo que ella ordenaba. Salvatore se mantuvo en el suelo fingiendo que era porque sus hijos lo mantenían allí. En días como aquellos se enamoraba un poco más de su esposo, si es que acaso aquello era todavía posible. Él no solo era un buen esposo, sino también un padre excelente, aunque eso ya lo había demostrado en el pasado con Caeli, l
«¿Casada?» La pregunta se repetía en la cabeza de Isabella una y otra vez mientras los pasos de su primo y su esposa se escucharon cada vez más lejos.Isabella miró hacia los costados a la espera de que sus tíos o primos salieran de algún lado y le dijeran que todo se trataba de una broma. Esa era la única explicación que podía encontrar para que un hombre al que no había visto en casi un año se presentara en la boda de su primo alegando estar casado con ella. Por supuesto, nadie apareció.Sus ojos se posaron en Salvatore, que parecía indiferente a todo el lío que acaba de desatar.—¿Estamos casados? —preguntó aún en shock.Su cabeza le ordenó correr al interior de la casa y esconderse, pero sus músculos habían dejado de obedecer.—Eso es lo que dije.El tono condescendiente impregnado en su voz la hubiera molestado en otras circunstancias.—Eso es imposible, jamás me habría casado con alguien como… —Se quedó en silencio antes de terminar la frase.—Y sin embargo eso es lo que los reg
—¡¿Debes estar bromeando?! —Isabella pasó del shock a la indignación—. No hay manera que quieras seguir casado, no eres del tipo de hom… —dejó de hablar tan pronto se dio cuenta de que había estado a punto de hablar de más. Salvatore no tenía por qué enterarse de que lo había investigado. No es que hubiera algo de malo, solo se había tratado de simple curiosidad. —Nunca bromearía con algo tan serio —dijo Salvatore imperturbable—. Permaneceremos casados hasta que yo decida lo contrario. Una risa carente de humor escapó de sus labios. —Es seguro que en tu mundo las cosas se hacen como tú lo dices, pero yo no sigo órdenes de nadie —refutó. Su humor empeoraba a cada segundo—. Quiero el divorcio. Salvatore metió las manos en los bolsillos, su expresión era de total serenidad. Parecía bastante confiado en que saldría con la suya al final. —¿Por qué? Hemos estado casados durante casi un año y hemos funcionado bastante bien. El brillo de diversión en sus ojos la irritó aún más. —¿Aca
Salvatore contuvo la sonrisa mientras observaba a Isabella llevarse a la boca un pedazo de omelette. Era fácil deducir que estaba tratando de ignorarlo y en otras circunstancias la habría dejado salirse con la suya, pero tenían un asunto importante del que hablar. —¿Este departamento es tuyo? —preguntó en tono casual mirando el lugar con ojos evaluativos. El toque femenino estaba por todos lados, muy similar a su propia casa. Aunque él no podía llevarse el crédito de eso. Era su hermana quién se había encargado de llenarlo de detalles hasta convertirlo un hogar digno de una familia. Entrar allí, ahora que ella ya no estaba, era doloroso; pero no estaba dispuesto a cambiar nada. Los recuerdos estaban por todos lados y querían que se mantuviera así. Isabella levantó la mirada y por un instante realmente pareció sorprendida, era como si en verdad se hubiera olvidado de su presencia allí. —Sí, mis padres me ayudaron a conseguirlo. —¿Quieres mantenerlo? —¿Por qué no habría de hacerlo?