Salvatore fue detrás de Isabella, aterrado ante la posibilidad de que tuviera algo grave. Se preguntó si era la primera vez que se sentía así. La culpa lo carcomió al pensar que él había estado lejos mientras ella estaba enferma.Se puso en cuclillas a su lado y le sujetó el cabello mientras con la otra mano le frotaba la espalda. Se sentía impotente al no poder hacer nada para ayudarla a sentirse mejor.Isabella apoyó la cabeza en su hombro cuando dejó de vomitar. Él bajó la tapa del inodoro y jaló de la palanca.—Déjame ayudarte.Colocó las manos en su cintura y la ayudó a levantarse. Isabella se acercó al lavabo y se mojó el rostro, luego se cepilló los dientes.Salvatore mantuvo sus ojos sobre ella, temeroso de que se fuera a desvanecer en cualquier momento.Cuando ella terminó, la levantó en brazos y caminó directo hacia la puerta de la habitación. —¿A dónde vamos?—Al hospital, un doctor debe revisarte.—No es necesario, ya me siento mucho mejor. Algo que comí ayer debió caerm
Isabella ni siquiera recordaba porque había estado temerosa de como Salvatore reaccionaría si su embarazo resultaba ser cierto. Tan pronto él había escuchado que serían padres, había saltado de su asiento con la emoción marcada en el rostro. Ahora, mientras viajaban de regreso a casa, él tenía una de las manos en su vientre y no dejaba de moverla en círculos. Estaba más que claro que él quería esto tanto como ella. —Deberíamos decírselo a tus padres. —La voz de Salvatore la sacó de sus cavilaciones. Asintió. Quería compartir su felicidad con ellos. —¿Cuánto tiempo crees que pase antes de que los medios de comunicación se enteren de mi embarazo? —Esperaba poder mantenerlo en secreto el mayor tiempo posible—. Ellos sugerirán que te atrape con este embarazo y que por eso volviste conmigo. —En lo que a mí respecta, pueden decir lo que se les antoje. Además, si ese fuera el caso, estoy más que feliz de que me atraparas. Llegaron a casa más rápido de lo que esperaban y apenas entra
Salvatore guardó la nota junto a las demás, en el primer cajón de su escritorio y se aseguró de cerrarla con llave. No había recibido noticias del paradero de Nina desde que Isabella había regresado a vivir con él, ella lo había llamado el mismo día que los paparazis publicaron fotos de ambos.Nina había despotricado contra él y luego había colgado. Desde entonces las notas habían llegado a diario al correo donde le llegaban obsequios de sus fans. Su equipo de seguridad estaba tratando de averiguar de donde provenían, pero no era fácil. Habían rastreado el origen, pero Nina nunca dejaba las notas en persona. Ella pagaba a diferentes personas para que lo hicieran. Los habían interrogado, pero cada uno daba una descripción diferente. Cabello rubio, castaño, pelirrojo. Ojos azules, verdes, marrones.Habría llegado a pensar que quizás no se trataba de ella, si no fuera por las cosas que estaba escrito en cada uno de los papeles y por como firmaba. “Con amor, N.”Isabella estaba al tanto d
Isabella había intentado sonsacarle información a Salvatore sobre su regalo de todas las formas posibles y en tres semanas no había logrado nada. Él se las había ingeniado para distraerla en cada oportunidad.—Seguro que puedes esperar unas horas más para saber que es —dijo Salvatore divertido con la mirada aun en la pista.—No estaba pensando en ello —mintió.—¿Estás segura?—Quizás si estaba pensando en ello. No entiendo por qué tanto misterio.—Lo sabrás en su momento.Soltó un suspiro de resignación.—Michelle vendrá ¿verdad? —preguntó cambiando de tema.—Sí y no me costó nada convencerlo.—Laila le dio con fuerza —comentó divertida.Isabella recordó el primer encuentro entre Michelle y Laila unas semanas atrás. Los dos se habían quedado mirándose como si no habría nadie más alrededor, la atracción entre ambos había sido inmediata. Después de ese primer encuentro, Laila había mantenido las distancias mientras Michelle trataba de convencerla para salir en una cita con él.—Ni que l
Salvatore no estaba a su lado cuando Isabella despertó horas mucho más tarde. Él no debía haberse levantado hace mucho porque su lado aún estaba tibio. Ambos se habían quedado hablando hasta bien entrada la madrugada, haciendo planes sobre su boda.Sonrió y estiró la mano al aire. Apreció la piedra que adornaba su dedo anular, era preciosa y no iba a pasar desapercibido. Si no fuera porque ante el público Salvatore y ella ya estaban casados, los paparazzi estarían detrás de ellos mañana, tarde y noche tratando de averiguar si estaban comprometidos y donde sería la boda.El sonido de un par de voces del otro lado de la puerta, la sacó de su ensoñación. Se incorporó hasta quedar sentada y acomodó la espalda en el respaldo de la cama. La puerta se abrió y Salvatore entró a la habitación, todavía llevaba su ropa de dormir y su cabello estaba desordenado, pero no podía verse más perfecto.Él dio una patada hacia atrás para cerrar la puerta y le dio una sonrisa que hizo vibrar todo su cuerp
Isabella se recuperó de la impresión unos segundos después. El miedo no servía de nada. Si dejaba que Nina se marchara, quien sabía si la atraparían alguna vez. No iba a vivir pensando siempre que en algún momento podía hacerle daño a ella o su bebé. Se debatió entre ir tras de ella, lo cual era probablemente lo que Nina quería. Si la alejaba de sus guardaespaldas podría atacarla. Pero sería una completa idiotez arriesgarse así. Por otro lado, no podía dejarla escapar. Una idea se le ocurrió. Estaba por girarse para tomar su bolso cuando sintió que alguien colocaba la mano en su hombro. Dio un respingo y giró la cabeza. Salvatore estaba justo a su lado con una sonrisa calmada. —Hola, conejita. —Salvatore se sentó a su lado y depositó un beso en su mejilla. —Nina —susurró, esperando que él la entendiera. —Lo sé. Miles de preguntas se formaron en su cabeza mientras intentaba comprender por qué, si él sabía que Nina había estado allí, lucía tan tranquilo. —Pero… —Tranquila. —Él r
Salvatore se observó de pies a cabeza en el espejo. No se sentía cómodo vistiendo tan formal —nunca lo había hecho— prefería las ropas informales, pero ese no era cualquier día. En apenas unos minutos se iba a casar con Isabella. Así que sí… Merecía la pena usar aquel traje. —¿Nervioso? —preguntó Michelle.Encontró su mirada a través del espejo mientras se arreglaba por décima vez el corbatín en su cuello.—Ni un poco —respondió.Sonó más seguro de lo que se sentía en realidad, pero su amigo lo conocía demasiado bien como para creérselo. Él lo miró incrédulo.Salvatore soltó un suspiro.—Quizás un poco —admitió.Volvió a observarse y otra vez dirigió sus manos hacia el corbatín para acomodárselo otra vez, aunque al igual que la última vez estaba perfecto. Sí, estaba nervioso y no porque tuviera dudas sobre casarse con Isabella. Había esperado ese día con ansias y ahora por fin iba a suceder.Metió las manos en los bolsillos de sus pantalones para tratar de mantenerlas quietas.—¿Qué
Isabella sonrió desde el umbral de la puerta al ver a su esposo echarse sobre la alfombra mientras sus dos hijos se abalanzaban sobre él. Acababa de levantarse y los gritos de sus hijos lo habían llevado hasta la habitación de Caeli. —¿Te rindes? —preguntó Caeli mirando a su padre directo a los ojos. Sería bastante intimidante si no midiera menos de la mitad de Salvatore y si no se viera tan tierna. —Aún no —desafió Salvatore. Palabras incorrectas. Caeli le dio una mirada a su hermano. —¡Ataca! El pequeño Matteo no lo pensó dos veces y se lanzó sobre su padre riendo a carcajadas. A su corto año y medio, su hijo admiraba a su hermana y hacía todo lo que ella ordenaba. Salvatore se mantuvo en el suelo fingiendo que era porque sus hijos lo mantenían allí. En días como aquellos se enamoraba un poco más de su esposo, si es que acaso aquello era todavía posible. Él no solo era un buen esposo, sino también un padre excelente, aunque eso ya lo había demostrado en el pasado con Caeli, l