Isabella se quedó en el mismo lugar, incluso minutos después de que Salvatore desapareció. Necesitaba algo de tiempo para recuperarse de lo que acababa de pasar. Su corazón latía frenético y su cuerpo ardía allá por donde él la había tocado. Levantó una mano y se acarició los labios. Todavía podía sentir los de Salvatore sobre ellos. Nadie jamás la había besado con tanta pasión; ni antes, ni después de él. ¿Qué había pasado con su determinación para mantenerlo a distancia? Derretirse en sus brazos no se suponía que era parte del plan. Era vergonzoso que lo habría dejado ir mucho más lejos, si él lo hubiera intentado. Había algo en Salvatore que la hacía olvidarse de cualquier cosa que no fuera rendirse a él. —No puedes dejar que vuelva a suceder —se dijo en voz alta. Ya estaba arriesgando demasiado al haber accedido a mantenerse casada con él. Debía aprender a resistirse a él y si no lo lograba, tal vez era mejor evitar quedarse a solas con él, así tendría menos probabilidades de t
Tres días más tarde, Isabella se despertó con el sonido de un llanto. Sin demora, se sentó en el borde de la cama, encendió la lámpara que estaba sobre el buró y corrió hasta la habitación de Caeli. La niñera estaba en la habitación tratando de calmarla. Salvatore no estaba en casa, había viajado a Francia para jugar un partido y no regresaría hasta el día siguiente. Eso la dejaba a ella para tratar de consolar a la niña y esperaba ser capaz de hacerlo. Aunque Caeli se sentía en confianza con ella, no compartían ningún vínculo.—¿Puedo? —preguntó estirando los brazos para que le diera a la niña.La mujer asintió y le entregó a Caeli.Isabella acunó a la pequeña contra su pecho.—Pásame el recuadro que está allí, por favor —pidió mientras se acomodaba en la mecedora. Dio un impulso para que esta comenzara a moverse.—Aquí tiene, señora.Recibió el cuadro y se lo mostró a Caeli que todavía lloraba inconsolable llamando a su mamá sin parar.—Mi dulce niña, todo está bien —dijo tomándol
Salvatore estaba revisando videos de partidos anteriores cuando le llegó el mensaje de Isabella. “Está bien” —respondió. Luego miró la pantalla de su celular durante unos segundos pensando si debía enviar algo más. Su debate fue interrumpido cuando su jefe de seguridad le llamó para decirle que acompañarían a Isabella hasta casa de su prima y luego a un club. —Asegúrense de que nada le pase —ordenó. —Sí, señor. Colgó y le dio “reproducir” al video, pero su concentración fue en picada. Su cerebro parecía más interesado en Isabella y si estaría segura en un lugar público. Todavía había periodistas siguiéndolos a todos lados tratando de conseguir algo de información sobre ellos. Por experiencia propia sabía que algunos podían ponerse especialmente fastidiosos. —Suficiente —dijo en voz alta—. Tiene dos de tus mejores guardaespaldas cuidándola. Eso solo aplacó su preocupación un poco. Se levantó de golpe, apagó la televisión y lanzó el control sobre el sillón. Era un hecho que no
Isabella no estaba segura de lo que estaba pensando cuando se puso de puntillas, se aferró a su camiseta y besó a Salvatore. Él pareció sorprendido al inicio, pero no tardó en corresponderle.Los primeros segundos la dejó estar al mando, pero luego se hizo cargo. Con sus manos aun sujetándola por las nalgas, la levantó y ella aprovechó para enredar las piernas en su cintura. Soltó un gemido cuando su miembro entró en contacto con su núcleo. Aquel contacto, aún sobre la ropa, le había provocado miles de descargas eléctricas que recorrieron todo su cuerpo.Los dos se separaron en busca de aire.—¿Cuánto bebiste? —preguntó él apoyando su frente en la suya.Se preguntó si sus ojos siempre habían sido tan hipnotizantes. Ella podría quedarse toda la noche tan solo observándolos. Quería descubrir que es lo que se ocultaban detrás de ellos.—¿Isabella?«¿De qué estaban hablando?»—¿Qué?—¿Cuánto bebiste?—Un par de tragos. No estoy ebria, si es eso lo que estás preguntando.Intentó acercarse
—¿Acaso hay alguien que no te conozca? —preguntó Isabella tomando su abrigo del respaldar de su sillón.—Tú no lo hacías la primera noche que nos vimos. Eso fue… desconcertante, pero también se sintió bien.Isabella asintió como si entendiera a lo que se refería.La fama nunca había estado en sus planes. Su único sueño fue tener todo lo que le había faltado mientras crecía. Un techo sobre su cabeza todas las noches, tres comidas al día y no vivir preocupado por el día siguiente.Su madre era camarera en un restaurante y su padre… bueno él trabajaba en lo que sea que se presentara. Ninguno de los dos nunca había querido tener hijos, pero tampoco habían hecho nada prevenirlo. La relación de ambos era extraña. No eran capaces de vivir el uno sin el otro, pero también se odiaban.Tenía buenos recuerdos con ellos. Como aquel fin de semana que su padre los llevó a todos hasta la playa. Ese era, quizás, el mejor de sus recuerdos. Él había cerrado los ojos frente al mar y había deseado que es
Isabella abrió la boca y permitió que la lengua húmeda de Salvatore entrara en su boca.—Eres demasiado sexy para tu propio bien —musitó él separándose. Pero no se mantuvo lejos por mucho tiempo. Bajó por su mentón hacia su cuello y luego a su pecho depositando besos mientras sus manos se encargaban de quitar las cobijas que la cubrían.Salvatore se detuvo sobre sus senos. Metió las manos detrás de su espalda y de desabrochó el corpiño, luego se lo retiró y lo lanzó. Sus manos se apoderaron de sus senos y los apretó con la presión suficiente para aumentar la llama que la estaba consumiendo.—Perfectos —dijo él y se inclinó para llevarse uno de ellos a la boca. Su lengua jugó con su pezón.—Salvatore —gimió apretando las sábanas debajo de ella.Él le dio una mirada juguetona antes de pasar al otro seno y repetir la acción.Isabella casi se quejó cuando él la dejó ir para continuar su camino hacia abajo. Depositó un último beso por encima de sus bragas, luego tomó la prenda y se la quit
Isabella había estado evitando quedarse a solas con Salvatore desde la noche que pasaron juntos. Él le estaba dando su espacio, pero cada vez era más difícil. Había esperado que después de tenerla en sus brazos el deseó mitigaría y volvería a estar enfocado en lo que siempre había sido su prioridad. Pero había sucedido todo lo contrario.En cuanto cerraba los ojos, su imagen le venía a la mente. Isabella desnuda debajo de su cuerpo gimiendo y pidiendo más. Las duchas heladas a mitad de la noche se habían convertido en una rutina.—Contrólate —susurró antes de que su excitación se hiciera evidente. Su equipo de fútbol había organizado una fiesta después de su victoria el día anterior. Lo menos que quería era ir, pero al ser el capitán del equipo al menos debía presentarse para saludar.Isabella había aceptado acompañarlo. Cuando la invitó, creyó que ella se negaría solo para poder evitar quedarse a solas con él.Esa iba a ser la primera vez que iba a presentarla a sus compañeros y en
Isabella nunca había experimentado celos hasta esa noche. Parecía que todas las mujeres estaban buscando meterse en la cama de Salvatore Rivera y habían dejado claras sus intenciones sin importarles que él estuviera acompañado. La mayoría ni siquiera había mirado en su dirección hasta que se había encargado de aclararles que al menos por esa noche él no estaba disponible.Salvatore, no había dado señales de interés en ninguna de las mujeres, por el contrario, había actuado irritado cada vez que una mujer se le acercaba demasiado. En algún momento de la noche, la había colocado delante de él como si fuera su escudo y así habían permanecido hasta que se retiraron.—No quiero criticarte, pero en serio debes elegir mejor con quien te acuestas —comentó mientras se sentaba en el sofá y se retiraba los tacones—. Todas parecían unas buscadoras que solo quieren colgarse de tu fama y dinero.Salvatore se sentó junto a ella y la tomó de los pies para acomodarlos sobre sus muslos.Un gemido de sa