20. La preparación
Hariella se mantenía en su oficina, en su silla de escritorio, de espaldas a Hermes. Cada vez que él entraba, su corazón se agitaba por la emoción que le generaba la situación. Era un juego estimulante, uno que la mantenía al borde de sus emociones. Hermes no sabía quién era, y esa ignorancia lo hacía todo más intrigante.Día tras día, Hariella escuchaba los pasos de Hermes, entrar y salir de su despacho. El ritmo constante de sus pisadas, el sonido de la puerta abriéndose y cerrándose, se habían convertido en una melodía familiar que marcaba el pulso de su rutina. Cada visita era una mezcla de anticipación y temor, una danza silenciosa en la que ambos participaban sin que él lo supiera.Cuando la puerta se cerró detrás de él, Hariella dejó escapar un suspiro que no sabía que estaba conteniendo. El documento había sido una excusa, una prueba de su propio control. Mientras permanecía sentada, mirando al frente, sabía que este juego de sombras no podría durar para siempre. Aunque, de for
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