El interior del avión era austero, era diseñado para llevar solo carga, no pasajeros, así que no tenía nada de lujoso. No me costó nada acomodarme en el, estaba acostumbrado a este tipo de espacios. Nos ubicamos en la parte trasera, con Dante aún cubierto por la lona; su cuerpo se mantenía inerte.Alan se dejó caer en el suelo justo a lado mío, soltando un suspiro pesado. Pasó una mano por su rostro, limpiando las huellas del sudor acumulado durante la frenética salida.—¿Y ahora qué? —preguntó, su tono agotado pero teñido de curiosidad.Miré por la pequeña ventana, observando cómo el desierto se alejaba poco a poco, transformándose en un horizonte amplio y vacío. Era la primera vez en horas que podía respirar sin sentir el peso constante del peligro, pero sabía que eso no iba a durar mucho tiempo.—Ahora seguimos el plan que ambos acordamos —respondí, con una calma que no sentía realmente—. Llegaremos a Oymyakon. Desde allí, podremos reagruparnos y decidir qué hacer. Vang tiene conta
Leer más