XVIII —¡Entra ahí sin hacer escándalos! —Noah, quien iba con la cabeza cubierta con una bolsa de tela, fue empujado a lo que parecía ser una habitación. Escuchó que cerraron con fuerza, y de inmediato se dispuso a descubrirse. Se detuvo un poco, temblaba pensando que estaría en un sitio inmundo rodeado de ratas, con un balde para hacer sus necesidades y un pan mohoso para comer. Apretó los puños, se quitó por fin la bolsa y con dificultad abrió los ojos, pues el lugar estaba en exceso iluminado. —Vaya, pero si es el asistente canadiense, ¡bienvenido! —La voz, esa odiosa y consentida voz de Noah Smith, el desaparecido, era quien lo recibía. El de ojos verdes se levantó de un brinco y corrió hacia él preguntándole si estaba bien, si se había podido comunicar con su abuelo, pues estaba muy angustiado; que sí sabía dónde estaban… y fue ahí donde se dio cuenta que el sótano inmundo en el que creía estar, era un cuarto en extremo lujoso y enorme, con un ventanal que daba hacia un jardín d
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